¿Qué sucederá con la promesa de redactar una nueva Constitución, democrática e inclusiva? ¿Los políticos otra vez quieren engañar a la gente?

Es una necesidad del pueblo liberarse de la carga que significa reproducir los patrones y la ideología heredada de tiempos oscuros. Pero no es sólo eso. El sistema necesita actualizar sus engranajes oxidados, tanto por el desgaste natural tras 25 años de funcionamiento como por las presiones ciudadanas. ¿Y qué proponen las autoridades? Reformas sin sustancia, que resguardan la esencia del modelo neoliberal.

¿Y las ideas de asamblea? En este contexto, y de acuerdo a las teorías democráticas, sólo es posible hablar de poder constituyente originario cuando es el pueblo quien se da a sí mismo un ordenamiento constitucional. Curiosamente no son nociones atribuibles al comunismo (nada más lejos). Son conceptos que se vislumbran como precedentes en la transición del Estado liberal al Estado social y democrático. Entre las posibles vías para llegar a formular una nueva Constitución, la Asamblea Constituyente es considerada la más democrática. ¿Por qué, entonces, tanta oposición por parte de algunos sectores (en todo caso pequeños, pero muy reaccionarios) de nuestra sociedad? Quizá el temor a una nueva Constitución es realmente el pavor ante la posible aniquilación de un orden social que le ha permitido a la clase política tradicional gobernar con tranquilidad y gozar de los privilegios.

Nuestro país se merece una Constitución que consagre todos los derechos, incluidos los derechos económicos, sociales y culturales, formulada a través de una Asamblea Constituyente.

Enrique Santander A. 19303150-1
Estudiante de Derecho
Univerisdad de La Serena

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