Señor Director:

Ayer 13 de Febrero murió mi gato Serafín. Se atendió en la Clínica Cathvet en Coquimbo. Ahí fue examinado y atendido  por las doctoras Sady Sarín, Alejandra Perez y Mariana Cathalifaud en varias oportunidades, recibiendo cuidados oportunos y adecuados, siempre velando por su bienestar. En los últimos días fue hospitalizado  en el domicilio de la Dra. Cathalifaud para tener una atención más directa y aún más oportuna. Además de los cuidados médicos y especializados, recibió cariño, dedicación y abnegación. Frente a esta experiencia, me fue imposible no recordar, comparar y contrastar con aquella que viví en 2008, cuando mi madre de 88 años en ese entonces, fue a parar al Hospital de Coquimbo con un Accidente Vascular  pasando una semana en dicho Centro. Cada día que la visité la encontraba sin haber tomado desayuno, desaseada, orinada, amarrada de pies y manos, llena de hematomas producto de una caída y con escaras en tobillos y codos. Me hubiera encantado que el Doctor que supuestamente la tenía a su cargo, Claudio Villarroel Schmeisser, que ni siquiera la identificaba por su nombre,  Enfermeras y Auxiliares de Neurología hubiesen tenido un 10% de la atención, dedicación , el cuidado y para que decir, el cariño que recibió mi gato Serafín. Es curioso y sorprendente, mi gato sí recibió un trato digno. Hay algo que definitivamente no funciona en nuestro sistema y que no tiene que ver con platas más o menos y que sí tiene que ver con las personas, con sus profesiones y en cómo las desarrollan, con la actitud, el servicio, con el compromiso, en una palabra, con la vocación y en un área tan sensible y delicada como es la salud. Bien por el Serafín y Cathvet. Pésimo por mi mamá y el Hospital de Coquimbo.

Loreto Feliú

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