Señor Director:

Me parece que podemos, sin mucha dificultad, admitir que la emocionalidad es parte de la naturaleza humana. Por otro lado, podemos observar en nuestro día a día que vivimos dentro de una sociedad cada vez más técnica y desarrollada. ¿Qué tan compatible es la naturaleza emocional humana con nuestro modelo de desarrollo?

 

Parte de ese desarrollo es la digitalización y la pereza es una emoción. La conjugación de ambas cosas, puede llevar fácilmente a lo que Durkheim llamó anomia, esto es, en pocas palabras, la disolución de la sociedad moderna.

 

Hoy fuí a movistar con mi abuelo, con intención de cambiar su equipo telefónico. Una vez en el local los empleados no quisieron atendernos con la excusa de que no había sistema, en otras palabras, por pereza.

 

Puedo entender yo que los cambios se hagan por medio de ese ente que llamamos “sistema” pero no creo sea un error mio suponer que un empleado de una empresa telefónica tenga el conocimiento técnico para describir y explicar las características de cada equipo. Más aún creo razonable esperar que el empleado en su horario de trabajo me atienda.

 

Reconozco que el sueldo que el gana pueda ser injusto y los incentivos por tanto no sean convincentes para dar un buen servicio. Pero creo que actitudes como esa son equivalentes a someter la individualidad voluntariamente al yugo del desarrollo. El empleado admite que su trabajo depende de un sistema digital sobre el cual él no tiene control y sin él, queda totalmente inhabilitado para cualquier cosa. El empleado mismo se está entregando a la vorágine del desarrollo y admitiendo que su naturaleza no es compatible con la sociedad desarrollada.

 

Nada de lo que él hace lo diferencia de una máquina. No por incapacidad sino por falta de voluntad. Siendo así, mejor instalemos máquinas de autoservicio que atiendan a las personas. Sin embargo eso lleva al desempleo, al descontento e injusticia (aún mayor que la ya existente). La sociedad se hace imposible.


La lucha no está en el negarse a trabajar y no ser parte de un sistema sino en demostrar que nuestra emocionalidad no es incompatible con el desarrollo. Podemos replantearnos a qué cosa llamamos sociedad desarrollada, pero no cambiar nuestra naturaleza.

Pedro Cárcamo Petridis

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