Se dice que hace algún tiempo, con motivo del traslado de ciertos tribunales de Santiago a una nueva ubicación, y en plena faena de acarreo de muebles, se descolgó un gran y antiguo cuadro que desde hace muchos años decoraba la sala de audiencias de uno de ellos; y cuál no sería la sorpresa de jueces, funcionarios y abogados que observaban la operación, cuando se descubrió debajo de él, muy disimulado y clavado a la pared, nada menos que un antiguo expediente judicial, perdido hace mucho tiempo…
Muchos abogados habían reclamado por su desaparición y otros tantos funcionarios judiciales habían pasado horas y semanas buscándolo… y allí estaba, donde a nadie se le ocurrió jamás buscarlo…
A pesar de que generalmente trato de referirme lo menos posible a temas propios de mi profesión, de pronto, por la importancia, interés y/o curiosidad de algunos, no puedo dejar de hacerlo.
Hace unos días asistí a un seminario relativo a la aplicación de la Ley 20.886, sobre tramitación digital de los procedimientos judiciales, que comenzará a regir el próximo mes de julio, para los juicios nuevos.
Ello significará, ni más ni menos, el principio del fin de aquellos viejos y tradicionales expedientes judiciales, aquellos que mirábamos y tomábamos con respeto y temor en nuestros tímidos inicios profesionales, y contra los que luego, ya más avezados, hemos reclamado y proferido tantos epítetos infamantes y descalificadores, pero que no me cabe duda ahora echaremos mucho de menos… incluso con nostalgia…
Ello ocurrirá especialmente, cuando a minutos del vencimiento del plazo para enviar un escrito se nos descomponga el computador, se corte la luz o se caiga el sistema, o con el apuro nos confundamos con la clave y se nos bloquee…
Allí extrañaremos el viejo expediente soporte papel, con sus gruesas tapas anaranjadas y sus hojas cosidas con hilo… y diremos que todo tiempo pasado fue mejor…