Por Alejandro Pino Damke el Lun, 30/05/2016 - 17:22
El próximo domingo celebraremos el Día del Patrimonio Cultural, cuyo objetivo es lograr una reflexión por parte de la ciudadanía en torno a “los valores, el rol y el significado de nuestra herencia cultural”, según lo planteado por el Consejo de Monumentos Nacionales, su organizador. Eso es lo que leo en el sitio web preparado especialmente para informar y promocionar sobre el evento, que viene realizándose desde el año 2000.
La duda que cae de cajón es si efectivamente reflexionamos al respecto o si alguien nos ayuda a hacerlo. Probablemente pretendemos un esfuerzo durante ese día. Pero ¿y el resto del año? ¿Estamos pendientes del tema? ¿Sufrimos del síndrome Teletón? ¿Unas cuantas horas de amor y después al olvido? ¿Cuánto seguimos hablando sobre patrimonio cultural día a día? ¿Investigamos, leemos, seguimos visitando? ¿Traspasamos ese conocimiento, lo contextualizamos, lo digerimos?
Considerando preguntas similares, en su nueva versión, el Día del Patrimonio Cultural se vuelca a la memoria popular rescatando la vida de barrio, dándole una vuelta de tuerca, poniéndole la lupa al esfuerzo vecinal que valora y rescata su entorno, instando la conversación.
Monumentos Nacionales buscó alianza con la Fundación Ciudad Emergente para convocar a malones urbanos y así promover diálogos sobre patrimonio entre los vecinos: La persona en el centro vinculada a su lugar de residencia. Con una metodología probada, veremos los resultados de esa dinámica a partir del próximo domingo, “una acción de corto plazo que busca gatillar un cambio a largo plazo en la percepción y la forma de habitar un barrio”, de acuerdo a lo que leo en la web.
Pero no nos podemos conformar. Al mismo tiempo debemos volcarnos a quienes tenemos mucho más cerca.
La conversación, el debate, primero se debe hacer una constante en la familia, con nuestros padres, nuestros abuelos, todos tesoros de conocimiento y cultura anclados a las calles que tanto conocemos. Ahí yace la verdadera esencia de los lugares donde nos criamos y crecimos. En sus recuerdos e historias encontraremos combustible y motor para alimentar la pasión patrimonial.