Impacto provocó la muerte de dos motoristas de Carabineros hace unos días en una persecución a un grupo de jóvenes y adolescentes que habían robado un auto en la región de Coquimbo.

Más allá de lo doloroso de las muertes para las familias de los policías y la institución, resurge una vez más –tristemente sin solución clara- el actuar de jóvenes como ellos y su comportamiento.

Sin defenderlos ni menos aprobar lo que hicieron, es necesario que como sociedad asumamos de una vez por todas que hemos fallado. No hablo de sus familias porque no las conozco ni sé cómo están constituidas, tampoco sé cómo los educaron o las oportunidades que les brindaron, por lo que mi crítica y reflexión se da en torno a que como país no hemos estado a la altura.

“Lacras”, “bastardos”, “basuras”, “que los maten” son parte de los comentarios furiosos de varios compatriotas en contra de ellos. Claramente la rabia puede estar justificada, sin embargo, es parte del egoísmo y del individualismo que se vive en Chile, y esa rabia finalmente se convierte en odio y discriminación.

Asimismo, una gran paradoja de quienes claman justicia se da porque al lamentar la muerte de los policías piden al Señor “que los reciba en su santo reino y de fuerzas a sus familias”, pero a su vez desean la muerte de los jóvenes implicados en el hecho, olvidando la doctrina que su fe les ha impuesto tan claramente. ¿Inconsecuencia? Sin duda, alimentada por el odio y el desconocimiento.

Tenemos una sociedad egoísta formada por la ignorancia, el oportunismo, la falta de empatía, el consumo, la explotación que se ha naturalizado y que se justifica como falsa ideología cuando se rompe el orden (o lo ordenado).

Todos estos comentarios que repiten los “defensores de la ley y la seguridad” los pone casi en una situación de alienación, donde en una crisis que rompa lo establecido, es normal que tiendan a cuidar sus comunes denominadores, es decir, defender a los “buenos” y matar a los “malos”, favoreciendo la emergencia de mecanismos regresivos y persiguiendo a quienes cuestionen lo normal y correcto en la sociedad.

Jóvenes como estos, que delinquen, generalmente provienen de una familia disfuncional con padres drogadictos y/o alcohólicos, con faltas de estímulos y cariño, abusos o abandonos; o simplemente de una familia inexistente. Esto no importa al momento de criticar, ya que “son malos porque quieren” que es como decir que “son pobres porque son flojos”. Tienen la misma lógica.

Cuando la sociedad critica de esta manera a estos “delincuentes”, los persigue, los menoscaba, los estigmatiza, los aísla, quitándoles oportunidades para que sean parte, porque su egoísmo es más fuerte e importante y es más fácil desaparecerlos, invisibilizarlos y castigarlos de la peor forma. Mientras más duro el castigo, mayor será su satisfacción.

Por otra parte, algo que resulta peligroso y que Chile se está acostumbrando a generar son falsos héroes o mártires. Herbert Spencer decía que “el culto al heroísmo es más fuerte donde hay menos libertad de conciencia” y esto en nuestro país es tristemente así. La idealización conforma un vínculo asimétrico, las personas idealizan un objeto real o abstracto y lo construyen como una representación perfecta, lo que empobrece de alguna manera al “yo” –en palabras de Freud-, ya que implica una situación de poder con respecto de aquellos que lo han idealizado, predominando lo simbólico y lo imaginario, y dándole un valor de certeza total.

Un héroe es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor. En Chile muchos hablaban de los “héroes” respecto a los mineros atrapados en Atacama, de los jugadores de la Selección, de algún deportista que haya logrado algún triunfo, de los afectados por algún terremoto o cualquier otro personaje que se pueda poner en algún altar e idealizar; personalmente, por los motivos antes señalados no los considero como tal.

Un mártir muere por defender una causa, pierde la vida con tal de no doblegarse ante el enemigo que ataca sus ideales, por lo que llamar de esta forma a los policías muertos no ayuda a cambiar nuestra sociedad, sino todo lo contrario, aumenta las diferencias, porque ponen a los jóvenes involucrados como nuestros enemigos y no entienden que son el resultado de cómo hemos actuado y de lo que no nos hacemos responsables. Si seguimos tratándolos como tal, nunca se podrá llegar a una solución efectiva.

Autor

Imagen de Miguel Torres Romero
Exalcalde comuna La Higuera Presidente Fundación Avancemos www.avancemos.cl Director Red de Diarios Comunales www.diarioscomunales.cl Estudiante Ciencia Política, Universidad de Buenos Aires, Argentina

 

 

 

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