La diversidad como tema central de la educación ha ganado terreno desde hace varios años. Numerosos libros y artículos dan testimonio de este creciente interés por la diversidad como problemática asociada al quehacer educativo. En un mundo cada vez más globalizado y en donde la cobertura educacional avanza cada día mas, se hace necesario reflexionar acerca de la práctica de la diversidad en la sala de clases y sus consecuencias e impactos dentro de la sociedad.Como dijimos, la diversidad surge en la medida en que se amplía la cobertura en educación. Pues bien:¿Cómo gestionar dicha diversidad? Para responder esta pregunta, surgen dos perspectivas. Un primer enfoque que dice relación con el concepto de integración y un segundo enfoque que está relacionado con el concepto de inclusión.

Se puede definir la integración como la adaptación de la o el estudiante “diferente” al contexto escolar “normal”, para lo cual se requiere ofrecer condiciones específicas a su favor (Matus, Rojas 2015). En cambio, la inclusión se fundamenta en el “proceso de fortalecimiento de la capacidad del sistema educativo para llegar a todos los estudiantes” (UNESCO, 2017).Por consiguiente, se puede notar una diferencia bastante considerable entre estas dos posturas a la hora de abordar la diversidad dentro del aula. Mientras la integración busca la “asimilación” del excluido al sistema formal de enseñanza, es decir, busca homogeneizar al sujeto que quedó fuera del modelo normativo de educación, la inclusión lo que propone, es transformar la lógica y las prácticas educativas para generar mayores espacios de democracia y tolerancia dentro de las salas de clases. Mientras en la integración es el sujeto aislado quien cambia, en la inclusión son las instituciones, y, por lo tanto, la cultura y la sociedad en donde dichas instituciones funcionan. Lo anterior pone en cuestionamiento toda la estructuraeducativa y social. 

Dicho lo anterior, se pueden apreciar algunas ventajas de la integración, tales como el avance que supone en la aceptación de la sociedad en su conjunto, de aquellosque están siendo excluidos del sistema educativo formal. La integración ayuda a fomentar una escuela,y, por consiguiente, una sociedad más tolerante en diversos aspectos. Asu vez, la inclusión permite trabajar aspectos tales como nuevas metodologías, nuevos currículos, nuevas herramientas pedagógicas en donde las diferencias culturales, raciales, físicas, estén puestas como valor y al servicio de un PEI integral y democrático. No obstante, uno de los aspectos problemáticos del enfoque integrador dice relación con la mirada reduccionista de la capacidad de los sujetos. Es decir, la integración considera que existen sujetos “discapacitados”, a los que hay que integrar.

La noción de “normalidad” subyace a esta idea, lo que imposibilita la apertura real y efectiva a la educación en general, mas allá de las “necesidades especiales”.Por su parte, la inclusión corre el riesgo de quedarse en el mero discurso institucional sin políticas púublicas efectivas que consoliden una visión distinta de educación, acorde a los nuevos desafíos que la diversidad implica.

Más allá de sus diferencias, propuestas, matices y alcances, consideramos que el enfoque que propicia la inclusión, es aquel enfoque que permite efectivamente acercarnos a una sociedad más tolerante y democrática. La diversidad es inevitable, pero constituye una verdadera oportunidad para avanzar en una sociedad mássolidaria y en vistas a generar verdaderos cambios en aras del bien común. Y ante ese panorama, la inclusión sirve como puente para cruzar el umbral desde una sociedad caracterizada por la discriminación y la segregación a una sociedad que fomente la participación, el respeto, la solidad y la cooperación. Más allá de las diferencias, más allá de las capacidades.No debemos olvidar que la educación republicana en gran medida lo que hace es preparar ciudadanos. Nuestra historia está ahí, y sabemos que el caso chileno es elocuente el vínculo indisoluble entre Republica y Educación (Serrano, 2010).

A diferencia de la visión integradora, la inclusión pone el foco en el aula, en las instituciones, no en el alumno ni en sus “discapacidades” o diferencias culturales. Enriquece la práctica educativa con las diferencias, no intenta aunarlas bajo un criterio universalmente valido. La inclusión es el camino para crear una ciudadanía respetuosa de la diversidad social, cultural y racial. De ahí que, “La educación se puede constituir como bien común cuando atiende pedagógicamente a la diversidad de los ciudadanos que la desean, considerando sus necesidades e intereses (Mena, Muñoz, Cortese, 2013). Lo cierto es la complejidad existente al llevar prácticas inclusivas en los centros educativos, no obstante, avanzan en el proceso de internalización de estas.

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