Desde hace unos años nuestro país ha mostrado un sostenido arribo de personas migrantes, que, por diferentes motivos, llegan buscando mejores horizontes para ellos y sus familias. Las causas son muchas; desestabilidad política en sus países de origen, dificultades económicas, necesidad de vivir en lugares con mayor seguridad, estabilidad y que entreguen mejores oportunidades de desarrollo. Y nuestro país ha sido la alternativa para muchas familias y nuestra región una opción de mejor vivir.
La última estimación del INE, junto al Departamento de Extranjería y Migración (DEM), señala que en el país viven 1.492.525 extranjeros, el equivalente al 7,5 % de la población.
La búsqueda de una vida mejor, libre de persecución, violencia y carencias ha movilizado a miles de personas por el planeta, muchas veces sin otra opción y también es parte de la naturaleza del ser humano.
Este fenómeno migratorio ha llegado para quedarse y, en ese proceso, también ha cambiado nuestra sociedad, dándole una dimensión intercultural que antes no poseía. Pero es precisamente ese contacto con nuevas culturas y costumbres lo que enriquece la vida de los chilenos.
Pero eso no es visto siempre así, según un estudio del Instituto de Políticas Públicas de la UCN, los ciudadanos de nuestra región son discriminadores con el migrante y éste ha sufrido estos rigores, situación que profundiza su vulnerabilidad.
Cambiar esta conducta para con la dignidad de las personas, es imperativo humano y social que debemos abordar. Es una propuesta de nuestro programa de gobierno regional, desarrollar un proceso de georreferenciación de la población migrante en la Región de Coquimbo, con el objetivo de saber quiénes son, donde están, cuál es su situación migratoria e identificar sus brechas y principalmente, sus necesidades.
Para esta tarea, buscaremos el apoyo de las universidades regionales y de la Organización Internacional para los Migrantes de Naciones Unidas, con el objeto de elaborar un programa que permita una inserción social efectiva y con dignidad de las familias migrantes, donde se le ofrezcan las herramientas que puedan ser útiles en esa integración, como enseñanza del idioma, talleres sobre oferta de beneficios sociales y capacitaciones laborales.
Mi principal llamado a nuestros vecinos y vecinas de la región es a empatizar con estas familias migrantes, pues para nadie es fácil dejar su tierra, familia y costumbres. También es cierto que hacía falta una nueva normativa respecto a la regulación migratoria y de extranjería con la que Chile defina normas claras de ingreso, permanencia y de expulsión del territorio nacional, y principalmente, el reconocimiento de derechos y deberes para los extranjeros que decidan residir en el país.
Solo entendiéndonos y reconociéndonos, no por nuestras nacionalidades, sino por nuestras semejanzas y lo que nos hace seres humanos, es que podemos tener una convivencia social armónica que se enriquece con el aporte de todos.