Los primeros años de vida de todo ser humano son cruciales para el desarrollo posterior en todos sus aspectos, por lo que la idea de invertir en primera infancia ha estado presente en los programas políticos dirigidos a esta etapa en reiteradas ocasiones, pero ¿En qué aspecto se invierte, en calidad o cantidad?   

Hacemos referencia a que la calidad de un jardín infantil o sala cuna parte por quienes están a cargo de estos centros, por ende, se debiese invertir en mejorar y asegurar las prácticas pedagógicas en todos los centros educativos del país para que realmente se vea un avance en los aprendizajes de los niños y niñas;  en mejorar el coeficiente técnico (lo que hace referencia a equiparar la cantidad del personal profesional y técnico en relación con el número de párvulos del nivel); en mejorar la formación de los equipos pedagógicos, tanto de educadores como de asistentes o técnicos en Educación de Párvulos. Si se logra cumplir con todo esto se verán mejoras significativas en los procesos de aprendizaje de los niños y niñas.

Constantemente están en la palestra del sistema público y privado nuevos programas y proyectos que buscan aumentar la cobertura en educación parvularia, nos muestran en diarios y en la televisión discursos que nos afirman que estos programas podrán garantizar una educación de calidad, pero ¿qué ocurre con los programas que ya están a disposición de nosotros como sociedad?, ¿qué ocurre con las salas cunas y jardines infantiles que son negligentes en ciertos aspectos?, de manera limitada podemos “informarnos” sobre situaciones de maltrato, abuso y millones de otras situaciones que ocurren frente a nuestras narices, pero que se nos son ocultadas sistemáticamente, y las cuales deberían generar el cuestionamiento por parte de nosotros, sobre por qué el Estado decide seguir haciendo jardines infantiles y salas cunas y no mejorar los que ya tenemos y están a nuestra disposición.

Lo que en parte nos llevó a cuestionarnos sobre las inversiones hechas por él Estado, es el caso ocurrido en el jardín Infantil Mazapán, ubicado en la Comuna de Las Condes, en donde hace no más de 2 semanas, se descubrió que dos educadoras agredían a los menores, este suceso nos dejó plasmadas y es un hecho horrible que no tendría que salir en la televisión simplemente porque no debería suceder, pero tampoco debiese ser algo que veamos, reprochemos, y ahí no más quedemos, sino que debe ser algo que nos haga criticarnos a nosotros como sociedad, criticar al gobierno y como está permitiendo hacer las cosas.

Pero la verdad es que no solo se trata de cuestionarnos sobre el mejoramiento de los docentes y su formación, sino también sobre aquellos organismos que garantizan proteger las infancias de nuestro país, un claro ejemplo de esto es el Servicio Nacional de Menores (Sename), creado con el fin de proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y de jóvenes entre 14 y 18 años ante el sistema judicial, o por lo menos esto es lo que se nos dice, pero resulta que al ver el informe realizado por el comité de Derechos del niño de Naciones unidas, organismo que decide visitar una serie de centros del Sename debido a la denuncia llevada a cabo a causa del fallecimiento de Lissette Villa en un centro de Sename, hace que pongamos en duda la gran  inversión que se ha realizado en este organismo, la cual de manera anual es de 278 mil millones de pesos aproximadamente, ya que este informe da cuenta de que al final toda la inversión es en vano, porque termina violando los derechos del niño e incluso poniendo en riesgo la vida de estos niños y niñas institucionalizados, y todo por la mala administración y poca regulación que existe al interior de estos centros.

Por otro lado, suena muy bonito decir que en Chile se crearon en el Segundo mandato de la ex presidenta Michelle Bachelet programas de aumento de cobertura en Educación Parvularia, que se crearon más salas cunas y jardines infantiles (META), o que se esta pensando en crear un proyecto de Ley de Sala Cuna Universal, pero ¿de qué sirve invertir en la creación de todo esto, si no ponemos la mirada y no nos ponemos a pensar en cómo mejorar lo que ya tenemos?, ¿en cómo mejorar la calidad de los centros educativos que ya existen y que forman parte de la cotidianidad de nuestra sociedad?, vemos que casos de maltrato, abuso infantil, malas prácticas pedagógicas e incluso la pérdida de tiempo en las horas que niños y niños asisten a estos centros se han dado por mucho tiempo y es momento de que nos pongamos a mirar con otros ojos, que analicemos lo que vemos a diario para poder criticar de manera constructiva y poder ser un aporte para la sociedad y para los propios niños y niñas, que son quienes más sufren las consecuencias de estas negligencias y nefastas prácticas.

Estamos frente a un problema no menor que afecta tanto  a niños y niñas que asisten a la educación inicial a diario, como también a los que están en instituciones para su “protección”, sobre el cual tenemos mucho que debatir debido a que nos concierne a todos, ya que somos nosotros quienes a diario vemos actos que afectan a nuestras infancias y debemos ser quienes deben visualizar que quienes nos representan  no están invirtiendo en lo que realmente se debería invertir: la calidad.

Por esto y por muchas otras razones es que debemos partir mejorando lo que ya está a nuestra disposición, lo que utilizamos día a día y lo que lamentablemente muchas veces no cumple con el fin que tenía propuesto, sino que termina siendo todo lo contrario. Debemos ir cambiando el enfoque que se le ha dado a la educación parvularia y mejorar la formación a educadores y asistentes para asegurarnos de que realizaran una labor confiable y válida, así como también a todo el equipo pedagógico y profesionales que trabajen con niños y niñas de nuestro país, resguardando, respetando y priorizando a las diversas infancias existentes.

 

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