Desde la revolución francesa, los tres pilares valóricos básicos de una República (i. e., libertad, justicia e igualdad) han tenido una connotación femenina. ¿El movimiento feminista actual está reclamando pasos fundamentales en ello?. Aparentemente, sí. Por gran parte de nuestra historia educativa, los chilenos nos hemos sentidos orgullosos de nuestra educación republicana. Según señalan algunos historiadores, fue una de las mejores del mundo hispano-parlante no-europeo hasta mediados del siglo pasado. Las escuelas primarias públicas y gratuitas, las escuelas normales, los liceos emblemáticos, entre ellos el Instituto Nacional, y su continuadora natural, la Universidad de Chile, son citados como “ejemplos al canto”. Los varones que cruzamos la barrera de los 70 podemos dar testimonios de esa educación republicana. Por seis años estuve en una escuela primaria pública de varones, gratuita. Mientras el grueso del curso lo constituimos hijos de estafetas, obreros y similares, compartíamos sala con hijos de médicos, abogados, arquitectos y otros profesionales. Era el Coquimbo de los 50. Ningún trato con nuestros pares femeninos. Por otros seis años más, seguí en una Escuela Normal de Hombres. Nada más republicano que una Normal de esos años. Para el 21 de mayo, adolescentes, a pleno sol, desfilábamos con terno marengo, camisa blanca y corbata ploma. Éramos un grupo de varones más bien homogéneo, producto del proceso de selección. En cierta forma representábamos la élite del proletariado, educándose bajo una perspectiva masculina del mundo y de una búsqueda de la perfección del Hombre, así de simple y a secas. En quinto año, llegó a la Escuela un contingente liceano formado mayoritariamente por mujeres. Como esperado, no supimos comportarnos con ellas. Como era el sino de los tiempos, fuimos más bien tolerados. Hasta donde puedo interpretar, las acciones del movimiento del otrora “sexo débil” demandan cambios culturales profundos. Las Instituciones no están respondiendo a la altura de ellas. Estas repuestas han sido más bien reactivas y exasperantes para el/los grupos de interés. Se debe tener presente que demandas culturales profundas no son sólo propias del feminismo, sino también del ecologismo, del catolicismo, los temas de las minorías, entre otras. La satisfacción a estas demandas toma tiempo. Es de esperar que los grupos de interés consideren la complejidad de estos asuntos ciudadanos. Por ello, es de esperar también que, con tanto cambio cultural profundo a emprender, no nos perdamos en el camino o nos quedemos a medio de él. JG Cepeda P., PhD Prof. Titular ULS
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