Hace algunas semanas la diputada y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara, Carmen Hertz, presentó el proyecto de ley que proponía como ramo obligatorio a la “Memoria y DD.HH.” en todos los colegios del país para enseñanza básica y media; pero ¿dónde queda la educación parvularia? ¿Por qué ignoramos que la primera infancia también es capaz de comprender la historia que nos precede?

Tal como la famosa frase de Los Simpson “¡Alguien quiere pensar en los niños, por favor!”, parte la interrogante de por qué se suele invisibilizar a lxs niñxs en nuestra sociedad, creyendo que sólo por ser pequeñxs se pueden tomar decisiones por ellxs y para ellxs, ignorando por completo que tienen voz y voto. Clásicas expresiones como “no entenderán la conversación” o “tú no habías nacido, no puedes opinar”, son claros ejemplos de situaciones que se dan día a día independientes del contexto, cuando la realidad es otra, la primera infancia es capaz de comprender todo, pero desde un punto distinto al adulto.

En el panorama mundial, podemos observar que en Alemania existe la pedagogía de la memoria y la educación en DD.HH. encargada de enseñar a lxs estudiantes sobre la dictadura y las aberraciones a las que puede llegar un sistema autoritario o sobre Auschwitz como símbolo del Holocausto, como ejemplos de crímenes contra la humanidad, pero siempre desde un punto de vista adaptado a la edad de lxs alumnxs con la finalidad de generar una reflexión y convertirlos en agentes responsables instruidos, para que así, logren actividades como entrevistar a testigos o sobrevivientes.

Otra clara evidencia de esta pedagogía se refleja en Japón, donde se busca hablar sobre el bombardeo a Hiroshima y Nagasaki. El cual, durante muchos años fue abordado desde lo más mínimo y básico, pero que hoy en día se ve con una mirada más consciente acerca de no olvidar la historia que los antecede o no dejar de confrontarse con ella, ya que se podría evitar de esta manera que se cometan los mismos errores. El cuento “El destello de Hiroshima” de Toshi Maruki es un claro ejemplo de cómo puede llegar a manos de lxs más pequeñxs, con impresionantes ilustraciones y desde el punto de vista de una niña japonesa de siete años, la cual logró cautivar el corazón de lxs lectorxs, ganando a su paso diversos premios literarios.

Entonces, ¿por qué si los otros países pueden enseñar la historia que marcó un antes y un después en sus vidas, a sus habitantes más pequeños, no lo hacemos en Chile también? ¿Por qué como adultos no les podemos contar sobre el Golpe de Estado de 1973?

Existen diversas formas para abordar este tema. Por ejemplo, existen libros infantiles como “Laura y los Hawker Hunter” escrito por Manuel Paredes y Paola Carrasco. Este texto narra la historia de Laura, una niña que vive en un campamento con sus padres y que debido a la victoria de la Unidad Popular llega a vivir a un departamento, pero tras el golpe militar su padre desaparece. O “Así es la dictadura”, también ganadora de un premio en literatura infantil, de la editorial Media Vaca, donde se abordan variados dictadores del siglo XX, entre ellos Augusto Pinochet. Y a su vez, incluye una serie de preguntas para interactuar con lxs niñxs sobre qué es lo que menos les gusta de una dictadura, logrando que la comunicación sea recíproca.

Las maneras existen y es necesario que todxs tengan la oportunidad de aprender, ya que invisibilizar a la primera infancia es ignorar que lxs niñxs también poseen derechos, no darles la oportunidad de ni siquiera intentarlo es pasar a llevar sus capacidades, cuando la realidad es otra. La neurociencia ha dejado en evidencia que ese primer período de la vida es el más importante en el desarrollo de cada ser y el más rico para potenciar todas sus habilidades. Por esta razón, considero que es fundamental contar nuestra historia, la historia de nuestro país, de manera transversal en todos los años escolares, porque todxs lxs estudiantes merecen las mismas oportunidades, todxs y cada unx de esxs niñxs necesita saber cuáles fueron esos hechos que marcaron a las víctimas, victimarios, sus familias y a la población en general. Todxs necesitamos saber la historia porque nadie quiere que se cometan los mismos errores. Si los otros países lograron abrir los ojos respecto a este tema, ¿por qué Chile aún no?

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