“Si tal es la conducta de los cristianos entonces yo no quiero ser uno”. Es probable que usted haya oído esto varias veces, y tal vez usted dio un consentimiento tácito a la idea, que representa la fuerte aversión contra la hipocresía en la religión.

No podemos negar que los seguidores de Cristo debemos vivir para atraer en lugar de repeler; y no podemos presentar alguna excusa por aquellos que se han apartado, aquella luz que dejó de alumbrar, aquella sal que ha perdido su sabor. Sin embargo, aquel que cita la frase, “Si tal es la conducta de los cristianos…” y luego pretende excusarse con ello, jamás queda fuera del ámbito de la responsabilidad personal.

El camino que nos ha dejado Cristo, en su verdadero sentido, no está determinado por lo que alguna persona, poderosa y educada, o pobre y sin educación, pueda decir al respecto. La iglesia que es de Cristo, en toda su plenitud y pureza, siempre es el producto del evangelio y no la fuente de él.

Dios no ha abdicado de su trono, ni Cristo ha renunciado a sus papeles divinamente designados. Dios ha dejado una “regla” (la verdad inspirada) que nos mide a todos por igual (2 Cor. 10:12-14), y todos somos responsables frente a ella, “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Rom. 14:12).

Si yo desanimo, o incluso engaño, a alguien por mi conducta o enseñanza, debo responder por esto en el juicio (2 Cor. 5:10), pero mi pecado no es justificación para otro. El pecador que critica no está eximido de su obligación delante de Dios porque yo no cumplí con mis obligaciones. O, para decirlo de otra manera, habrá tropiezos - el pecado y la injusticia estarán presentes - pero esto no exime, o deja inocente a los que hayan tropezado (Mat. 18:7). ¿Hemos de suponer que el pecador que está disgustado con los religiosos hipócritas no necesita el perdón de Dios? Si el pecador se rebela contra lo que Cristo demanda, ¿quedará impune? ¿A caso puede confundirse y sustituir sus buenas obras e intenciones con la obediencia que debe al Señor?

Los verdaderos seguidores de Cristo son moralmente rectos, pero ellos saben que no pueden confiar en sí mismos para ser justificados (cf. 1 Cor. 4:4; Fil. 3:3,9). Han reconocido su necesidad de perdón, y han acudido con fe para alcanzar misericordia y redención en Cristo.

Entonces, no hemos entendido el evangelio de Cristo hasta que nos enfocamos en Cristo. No hemos aprendido el verdadero evangelio de Cristo hasta que lo aprendemos de Cristo. Sin embargo, no aprendemos de Cristo escudriñando los defectos de los demás. No tenemos puestos los ojos en Jesucristo cuando criticamos el mundo religioso como esperanza propia o justificación.  

El evangelio de Cristo no depende de la iglesia, la iglesia depende de él. Por lo tanto, debemos centrar nuestra atención en Cristo en lugar de centrarla en los discípulos de él. 

 

Autor

Imagen de Josué I. Hernández

Yo soy simplemente un cristiano, un discípulo de Jesucristo, y miembro del cuerpo del Señor, la iglesia, tal como se describe en el Nuevo Testamento (Mat. 16:18).

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