Hoy se está legislando para modificar la ley Nº 20.584 con el objeto de permitir la eutanasia. Esto ha llevado a una discusión bioética sobre el final de la vida y nos ha permitido significar la ética de la persona. Las decisiones sobre la eutanasia, el suicidio médicamente asistido o el abandono de los tratamientos de soporte vital, traspasan el ámbito meramente privado. Esto último, pues han de incluir, por un lado, los lazos y vínculos interpersonales y, por otro lado, las circunstancias particulares y sociales. La autonomía debe reconsiderarse, como un acto individual, para pensarla en términos de un proceso interpersonal y dinámico donde la relación con otros se presenta como un aspecto fundamental, como una precondición para el correcto ejercicio de la autonomía. En este contexto, prevalece la idea de que solo la persona puede saber qué es lo mejor para ella en relación con las decisiones en torno a la propia muerte.Entendiendo que esta decisión será autónoma si es producto de una deliberación conjunta, si cuenta con la orientación, cuidado y acompañamiento del profesional sanitario y si los seres queridos no son excluidos del proceso de decisión. Desde el discurso bioético, cabe exigir, no solo obligaciones al personal sanitario, sino también una responsabilidad social y política sobre el modo en cómo viven hoy los pacientes con enfermedades terminales o incurables graves, y los ancianos, ya que difícilmente puede considerarse que una persona, o su familia, decide con plena autonomía si la elección se reduce a vivir o morir. Se trata entonces, también, de reivindicar políticas sociales y sanitarias, que tengan por finalidad ofrecer un mejor acompañamiento y cuidados al final de la vida, de reclamar ayudas a la dependencia, reconocer derechos a las cuidadoras, y otros tantos. En Chile, sabemos que como país somos desiguales y la muerte también lo es, ¿Cómo enfrentarán los adultos mayores en Chile la eutanasia? cuando muchos de ellos están solos, abandonados por la sociedad que los infantilizan y que gran parte de ellos viven en la pobreza con pensiones que no alcanzan para vivir. ¿Cómo podemos saber si eligieron libremente morir si no, sabemos si lo hacen por miedo a la soledad, al abandono o el miedo a la pobreza? Y por ello, prefieren morir antes de sufrir todos los entramados de la vejez. La muerte con dignidad es un derecho humano, como sociedad necesitamos urgente hacernos cargo de los ancianos y en última instancia ayudarlos a morir si así lo desean.
Dra. Lorena VillarroelAcadémica Bioética Ingeniería en Biotecnología Universidad Andrés Bello