hace justo un año escribí en este medio, un artículo acerca de la memoria histórica, advirtiendo acerca de los embates de la naturaleza. El hecho es que al presente, las autoridades o el ciudadano común viven enfrascados en el hoy, con el sueño de un mañana mejor, pero a espaldas del pasado. ¿Para qué sirve entonces la historia? ¿No es, acaso que, entre otras lindezas académicas, sirve para usarla como base de sustentación al confrontarnos con el futuro? Nada que ver con la afirmación de algunos, que ella se repite de manera pendular.Vamos viendo: el maremoto (tsunami) que nos azotó hace un año, al igual que aquél ocurrido en 1922, alcanzó al puerto de Coquimbo, provocando daños comparables, en las mismas áreas de antaño. Si bien la Avenida del Mar estaba lejos de ser siquiera un sueño, las olas alcanzaron y penetraron en los mismos lugares, con la evidente diferencia que ahora atacaron a edificios muy modernos, amén de locales como pubs, restaurantes y otros de similares características, particularmente atractivos para veraneantes instalados en la playa misma, con los consiguientes y obvios resultados.Ahora se nos vino un par de lluvias ciclonales, que provocaron aluviones en todo el Norte Chico, evento que, tal como el cuento del lobo, había sido anticipado por los modernos medios de comunicación social, a los cuales tiene acceso la mayoría de los habitantes de este castigado país. Pero, nuevamente, causaron estragos.Convengo con el hecho que enfrentamos un cambio climático a nivel global pero, si la memoria no me engaña, en junio de 1957 ocurrió el olvidado “aluvión”, más intenso que el que ahora enfrentamos. Sin el embalse Puclaro, el río Elqui corrió de lado a lado, exigiendo su curso natural; El agua cubrió el puente ferrocarrilero y la quebrada de  Monárdez cortó el camino, aislándonos con el interior.La madre naturaleza no nos perdona, a pesar de cuantos artilugios de la constante modernidad utilicemos. ¡A estudiar historia, señores! 

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