En este Día del Padre, Fondo Esperanza quiere destacar la importante labor de los papás de la institución de desarrollo social, quienes con esfuerzo y perseverancia luchan por un mejor futuro para sus hijos.
Una dinámica que se ve a diario en gran parte de los padres microempresarios que pertenecen a Fondo Esperanza (FE), la comunidad de emprendimiento solidario más grande Chile, es la motivación de ellos por mejorar sus condiciones de vida, las de sus familias y comunidades.
En los casi 15 años de FE, este propósito se ha convertido en una prioridad para los papás de la institución, quienes se la juegan para que sus hijos vean cumplidos sus sueños. En mucho de los casos, otorgarles buena educación es una tarea por la cual trabajan incesantemente, emprendiendo en diferentes rubros productivos para cumplir ese desafío.
Así lo ve Marcelo Tabilo (61) de Llolleo, quien desde hace más de 15 años es chofer de un furgón escolar. Según cuenta, hay que tener mucha vocación y ampararse a lo legal para otorgarle credibilidad a su emprendimiento. “Mis hijos son todo para mí. Cuando comencé a emprender, fueron mi principal motivación. Cada peso era para sus estudios. Fueron un gran impulso y ahora miro hacia atrás y está casi toda la pega hecha. Estoy muy orgulloso, porque dos de mis tres hijos ya estudiaron y sólo me queda el conchito”, señala.
Mauricio Lisera (46) se dedica a la elaboración artesanal de calzados para mujeres. Durante 14 años, este emprendedor trabajó en una conocida fábrica de zapatos, donde aprendió todo sobre el proceso de armado de este producto. “Desde que trabajo en mi negocio he logrado una mejor calidad de vida con mi familia. La verdad es que se dedican más horas, pero ahora gano más lucas y puedo ver crecer a mis hijos”, destaca el esforzado zapatero.
Omar Abarza (29) es un gendarme que decidió complementar sus ingresos, en beneficio de sus hijas Maira y Maite. Primero, emprendiendo con una tienda de abarrotes para luego dedicarse a los juegos inflables y camas elásticas. “Las capacitaciones en Fondo Esperanza me han permitido administrar mejor mi negocio. Te enseñan a financiar los productos, a no gastar las ganancias. Nos han fortalecido bastante. Con cada crédito, puedo comprar un poquito más”, destaca Omar sobre el crecimiento que ha tenido junto a la institución.
Gustavo Rosas dejó su trabajo como ejecutivo de un banco para dedicarse a su más grande pasión: la mecánica automotriz. El 2001 se puso el overol y abrió su taller bautizado como “Mecánica GR”, en honor a su padre. “Mis hijos dicen que soy un papá presente. Tener un trabajo independiente me ha dejado tiempo para estar con ellos y ayudarlos en su formación y crecimiento. Con eso he aprendido a darme los tiempos necesarios para aprovechar la familia”, remarca Gustavo.
Los padres emprendedores de Fondo Esperanza son un ejemplo de vida, pues trabajan de sol a sol para conseguir sus metas y anhelos. Sin importar las condiciones climáticas o las horas de trabajo que deban enfrentar, para ellos solo un aliciente los empuja a salir adelante: que nada les falte a sus hijos.