Por Adriana Muñoz el Lun, 25/04/2016 - 09:43
Patricio Aylwin ingresó a la página grande de la historia de Chile. Actor relevante de la política nacional. Fundador de la Democracia Cristiana. Testigo privilegiado del quiebre institucional de 1973.
Líder de la Concertación de partidos que se aglutinaron para enfrentar al dictador en el plebiscito y, luego, primer Presidente de la democracia recuperada en 1990.
Un hombre público de excepción. Abogado y parlamentario. Destacado profesor y académico universitario.
Dedicó su vida al servicio del país. Sencillo, de tono amable y cordial. Austero y reservado. Alejado del bullicio y de la frivolidad. Con escaso sentido de la figuración.
Como el mismo lo señaló, llegó a la posición que le correspondió asumir producto de las circunstancias.
Fue también un hombre controvertido. Como todos los líderes. Donde hay luces, hay también sombras. Donde hay aciertos, hay también errores.
Uno muy comentado es su apoyo al golpe militar.
También se critica su moderación. La “medida de lo posible”, que guió el comienzo de la transición y que ahora se ve con suspicacia.
Lo cierto es que es difícil entender hoy, cuando afortunadamente los límites de lo imaginable se han corrido y la realidad es muy diversa, las dificultades y limitaciones de los ’90.
Lidió con la figura del dictador muy cerca, logró reubicar a las fuerzas armadas bajo la autoridad civil.
Consiguió avances institucionales y legales pese a la minoría obligada que imponían el binominal y los senadores designados.
Su gobierno aplacó dudas y apaciguó ánimos de revancha. Contribuyó decididamente a transformar las violaciones a los derechos humanos en una verdad incuestionable, abriendo el camino a la justicia.
Reinsertó al país en el mundo y generó estabilidad y progreso, disminuyendo drásticamente la pobreza extrema.
Patricio Aylwin saldó con creces sus deudas y se ganó la admiración de sus adversarios de ayer. Con prudencia y sabiduría fue capaz de guiar el país en un periodo extraordinariamente complejo y tenso. Fue el hombre indicado para una tarea enormemente difícil. Un país agradecido le reconoce hoy ese esfuerzo.