Las ultimas lluvias entregaron un alivio pasajero a la crisis hídrica regional, pero no cambian de ningún modo, la certidumbre que el agua es y será mas escasa. Necesitamos hacer mas eficiente y controlar el uso del recurso, lo que hace urgente modificar y modernizar nuestras leyes.
El anuncio de cambios al artículo 56 del Código de Aguas, y que modifica la figura de las “aguas del minero”, puso en la discusión pública el proceso de reformas que lleva adelante el gobierno en materia de regulación de los recursos hídricos.
Si bien el foco comunicacional se centró en la eventual modificación de lo que muchos llaman “privilegio minero”, lo cierto es que la agenda transformadora del gobierno en el tema hídrico abarca mucho más y es necesario recalcar ello.
Las aguas que afloran producto del trabajo en una labor subterránea o en un rajo son en la mayoría de los casos, bolsones pequeños o esponjamientos que no aportan para su canalización industrial a grandes cuencas y si resuelven problemas específicos en la industria, por lo que intentar hacer gestión regional sobre ellas solo complicara aun mas a una industria debilitada.
Este cambio al Código de Aguas prioriza el consumo humano y el saneamiento por sobre cualquier otro uso. Sería absurdo que como sector minero nos opusiéramos a este principio básico, esencial para la vida.  
Pero siendo las aguas bienes nacionales de uso público, corresponde que el Estado asigne originalmente derechos sobre su uso, impulsando además una relación estrecha con los privados porque, lo que más se requiere, es tener certeza sobre los usos de agua para llevar adelante proyectos industriales, que en definitiva benefician al país.
Concordamos en lo dicho inicialmente cuando se presentó este proyecto de modificación: que el Estado no va a cambiar el status jurídico de poseedores de derechos a perpetuidad, sin embargo, y con justa razón, se establecerán causales de extinción, como un mal uso o no uso de parte o de la totalidad de un derecho.
Por otro lado,  debemos apuntar a un tema que no ha tenido la misma repercusión mediática que “las aguas del minero” y que es relevante: gestionar de manera integrada el recurso agua, estableciendo que las Organizaciones de Usuarios de Agua asuman la responsabilidad de administrar de manera conjunta las aguas superficiales y subterráneas, resguardando la calidad del recurso. 
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