Nuestro país enfrenta hoy el debate de volver a clases presenciales, muchas personas se han declarado contrarias, siendo entendible que así sea, pues la pandemia sigue vigente. El proceso de vacunación está en una etapa inicial y se espera a mediano plazo que esto contribuya al control del virus, lo que sin duda generará un sentido de mayor seguridad al momento de retomar a las aulas.Respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje hay que considerar que, si bien las tecnologías de la información y comunicación pueden ser un aporte importante a la educación y estar cada vez más presentes en ella, existen aspectos que no se pueden abordar, sobre todo en un sistema educativo que no se encontraba preparado para esta metodología. La educación debiese hacerse cargo de la integralidad del ser humano, sin embargo, la pantalla con su bidimensionalidad fragmenta los procesos educativos, poniendo el énfasis en la adquisición de contenidos y dificultando el desarrollo de aspectos tan importantes para el crecimiento humano como las habilidades, destrezas, vínculos y emociones. Expertos plantean que el aprendizaje es un acto social, por lo tanto, el ser humano aprende mejor junto a otro, generando significados en conjunto mediante la imitación, el juego, la resolución de problemas, etc. Por su parte, las emociones son clave en este proceso puesto que cuando un estudiante se siente tranquilo y seguro, su cerebro está predispuesto al aprendizaje y es más probable que se permita explorar y embarcar en la experiencia educativa. Entonces, la pregunta es ¿cómo aprender con una presencia ausente? donde el proceso de socialización queda postergado a lo digital y la pantalla permite ver a un hablante que, en su rol de facilitador o mediador, tampoco sabe cómo traducir los silencios, risas o comentarios por chat y, además, no percibe si el estudiante se siente solo, triste o preocupado, o si se encuentra emocionalmente impedido de centrar su atención en una clase. Los docentes en sus aulas logran construir comunidades que promueven el desarrollo de una inteligencia colectiva, donde los niños y jóvenes se apoyan mutuamente e interactúan en muchos más niveles que solo los contenidos de las clases. Lamentablemente, la virtualidad ha dejado una deuda en la educación y sus efectos los veremos a mediano o largo plazo. Desde este punto de vista, una vuelta a clases presencial, voluntaria, gradual y con los protocolos de salud necesarios, es una medida positiva, resultando fundamental trabajar fuertemente en el cuidado de la salud de todos quienes estén implicados en este proceso.
Ivonne Maldonado, Directora Carrera de Psicología Sede Concepción Universidad de Las Américas UDLA