Las riquezas que dan sustentabilidad a un país Qué duda cabe, la principal riqueza de un país son sus personas, el pueblo que lo habita, sus costumbres, su cultura, sus intereses, su desarrollo económico y social. La educación está en la base del desarrollo de la riqueza. Un pueblo sin acceso a la educación con igualdad de oportunidades, no puede alcanzar un equilibrio que le permita transitar por este mundo con cierta cuota de tranquilidad y seguridad. Los países más avanzados de Europa y otros países símbolos como Australia, Nueva Zelanda y Canadá, tienen una vida al parecer más completa. Es lo que se ve, sin dejar de reconocer que bajo la alfombra, debe haber mucho material de desecho que de vez en cuando salta a la palestra, pero que por lo menos se castiga de forma transparente (renuncias, encarcelaciones, multas gigantes). Por estos lados estamos más acostumbrados a la impunidad. Los países “grandes”, en su mayoría, ya no explotan sus recursos naturales no renovables. La minería del uranio está cerrada en varios países de Europa Occidental; la minería del hierro se desarrolla de manera ejemplar en Suecia (en Noruega está detenida); la Comunidad Europea se ha puesto un calendario para el cierre de las faenas extractivas de carbón mineral, situación que ha llevado a la ruina a miles de familias y a la precariedad de los pueblos dependientes. A duras penas subsisten las canteras para la obtención de áridos o piedras ornamentales. Europa del Este aun continúa en el mercado de los metales y los “minerales” energéticos, por las buenas y por las malas, vale decir explotaciones industrializadas y de buen nivel y otras en los países más pobres del área, de carácter precario con peligro diario para la vida de los trabajadores. Se les ha pedido a los mineros que se reconviertan, tal como ocurrió en algún tiempo en la zona carbonífera en Chile. Cabe recordar que en Chile, ni en Dictadura se pudo poner fin a esta peligrosa actividad, la que aun cobra la vida de algunos osados mineros que lo extraen desde puntos fértiles del sur de Chile. Así y todo, esta precaria minería entrega recursos menores para pequeñas industrias que usan el carbón para sus actividades. Incluso el uso doméstico es aun económico para muchas familias que han vivido por generaciones bajo la energía del carbón chileno, que lamentablemente tampoco es de la mejor calidad como para ser considerado. Hace muy poco tiempo ha existido la controversia casi bizantina acerca de la Mina Invierno en la Isla Riesco, donde se pide el absurdo que se saque el carbón mineral “sin tronadura”, paradigma argumental que manejan algunos fundamentalistas que desconocen la industria. La energía es el alma del progreso. Pero hoy, el carbón está muy cuestionado por el gran daño acumulado que existe en el planeta debido a la emisión constante, desde la Revolución Industrial, de CO2 y SO2 a la atmósfera, que ha conseguido, junto con la pobreza, los automóviles a combustión, los spray, los basurales, los excrementos de los animales en los recintos productivos, entre otros, acelerar el proceso natural cíclico de calentamiento global que durante la historia de esta vieja y arrugada tierra (4.543 millones de años) ha significado, entre otras modificaciones, la desaparición y aparición de especies animales y vegetales que se pueden adaptar a condiciones geográficas muy diferentes a las actuales. Felizmente, durante los últimos gobiernos en Chile, se ha dado un énfasis espectacular al uso de energías renovables y tanto la eólica como la fotovoltaica están tomando un rol preponderante en la matriz energética, más aun si se ha hecho una conexión entre el sistema del Norte con el Sur, donde se daba la paradoja de que sobrando energía en el norte, no se podía transmitir hacia el sur. Claro, aumentaron las cuerdas de guitarra (torres de alta tensión), pero sin energía no hay luz hogareña, no hay industria, no hay autos eléctricos, no hay celulares, no hay productividad. Ya ha habido rechazos al paso de las torres, pero no hay otra manera económica de trasmitir la energía y nuestra geografía es muy compleja, en donde la larga faja que nos enorgullece en poemas y canciones, nos hace parecer un país absurdamente flaco, casi cayéndose al mar, en donde las comunicaciones y la distribución de la población es tremendamente inconveniente, independiente de la gran centralización de la política, los servicios y de lo que queda de industria nacional en la Región Metropolitana. Es bueno destacar en este punto que el sistema de generación y transmisión de energía obligadamente debe ser combinado, dado que no siempre hay abundante agua (hidroeléctricas), sol (fotovoltaicas) y viento (eólicas). Por eso, igual debemos recurrir a las centrales de gas, petróleo o carbón, siendo el Centro Económico de Despacho de Cargas el que hace la más conveniente distribución hacia la red. Sin embargo, hay una energía consistente y de mucha estabilidad a la cual en este país nos hemos restado por desconocimiento de sus reales beneficios (energía nuclear) o por razones políticas o de grupos de presión. Con la suma de todas la energías, podríamos ser exportadores de ella a países vecinos, como lo es Rusia en Europa Occidental. En lo que es la Región del Libertador General Bernardo O'Higgins, prácticamente se produce el quiebre del país en dos partes. El país “minero”, que tiene escasa idea de minería, pero con amplios conocimientos de cómo plantar y cosechar tomates, uvas, paltas, aceitunas, orégano, kiwis, papayas, limones, papas, apio, pimentones entre otros y el país “agrícola”, que tampoco tiene idea de que es la minería (salvo en la región de Lota y Aysén) pero si saben de agricultura, vitivinicultura, silvicultura, “turismo”, pesca y salmones. El país, desde el punto de vista de sus recursos naturales y “vivencias” queda partido en dos. Es verdad que hay algunas minerías que han dejado tras de sí un halo de pobreza irremediable. Eso pasa en Chile y en el mundo. La pequeña minería del carbón es una muestra y está agonizando a diferencia de la gran minería de este no metálico de Colombia y Australia. Pero igual esos carbones, siendo de mejor calidad, siguen muy cuestionados por los temas de polución medioambiental. Los pórfidos cupríferos chilenos, que además contienen molibdeno, oro y renio, fundamentalmente, son unos gigantes inimaginables. Somos como país una anomalía a nivel mundial en cobre. Somos el país que tiene más cobre como potencial. Y el mundo requiere cada día más. Así como requiere, papas, cebollas, zanahorias, melones y tomates. Y para que esos deliciosos vegetales surjan de la tierra con fuerza requieren de fertilizantes minerales y orgánicos. Y para extraerlos, se requieren tractores, herramientas, alambres, plástico y las personas que trabajan requieren elementos de seguridad, alimentos, relojes, celulares, escuchar música, irse en su auto a la casa. Y en el transcurso de su jornada generarán residuos orgánicos y no orgánicos. O sea se da un círculo virtuoso en donde todos nos necesitamos, si bien es cierto no siempre las compensaciones resultan a la vista justas. Tenemos en el sur de Chile una importante agricultura, ganadería y silvicultura. En la zona central deben convivir para que exista trabajo y actividad, la minería y la agricultura en Santiago, Los Andes, Rancagua, Machalí y Quillota. Más al norte del río Aconcagua, la actividad agropecuaria está limitada a fértiles valles transversales (ríos Illapel, Choapa, Limarí, Elqui, Huasco, Copiapó, Loa, Azapa, San José, Lluta). Y en este segmento norte, la minería de Salamanca, Illapel, Andacollo, La Serena, La Higuera, Domeyko, Vallenar, Copiapó, Chañaral, Tal Tal, Antofagasta, Iquique y Arica no puede obstruir a la agricultura ni ésta a la minería. Hay recursos escasos, pero que racionalmente se pueden compartir. En el extremo norte del país, la minería ha sido y es el pilar de las sociedades que no siempre han visto que a sus arcas llegue la riqueza, pero no podemos olvidar que el desarrollo de las ciudades y de los grandes conflictos sociales de Chile, han estado ligados a la minería de las covaderas, el salitre, la plata y el cobre, sumándose hoy el iodo y el litio. Sin la misma relevancia “mediática”, la minería del hierro ha tenido una historia muy completa entre Tal Tal y Punitaqui y ha contribuido al desarrollo de comunidades tales como las de Tal Tal, Chañaral, Diego de Almagro, Caldera, Copiapó, Vallenar, Freirina, Huasco, La Serena, Coquimbo y Ovalle. En nuestra Región de Coquimbo hay un conflicto generado a la fuerza. Hasta la fecha han convivido las áreas de la economía local sin contratiempos (turismo, pesca, agricultura, minería, servicios). No somos la región más rica, pero si hay riqueza. Si las empresas interesadas en emprender, logran levantar proyectos interesantes para la comunidad y sus dueños (o sea que sean rentables en el mediano y largo plazo), salvaguardando toda legislación vigente, ¿Por qué no avanzar?. Las malas señales de Barrancones y Dominga hablan en contra de las aspiraciones de la Región de Coquimbo. Nos ilusionamos con un famoso túnel que nos unirá a Cuyo, pero no queremos que los puertos se desarrollen dentro de esta costa de tremendo potencial para el cabotaje. Los cetáceos circulan por el mundo en Róterdam, Hamburgo, Amberes, Long Beach, Vladivostok, Dubái, Singapur, Buenos Aires, Shángai, Hong Kong y tantos otros y no se sabe que estas magníficas criaturas hayan sufrido un estrés por cruzarse con millones de barcos que transportan petróleo, carbón, concentrados de metales, trigo, soya, autos, celulares, computadores y todo lo que requerimos en esta sociedad del consumo. ¿Por qué no se puede desarrollar un Complejo Industrial seguro y ambientalmente aceptable en la Región, con la opinión de los que vivimos en ella?. Lástima, cada señal nos indica que estamos quedando atrás. ¿Cómo queremos descentralizar si a priori muchos que tienen resueltos sus problemas se oponen?.

Autor

Imagen de Mario Rojo Lara
Profesional de la minería, 41 años de ejercicio, conocedor de la geografía del país desde Putre a Porvenir, simpatizante del fútbol y de los autos.

 

 

 

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