Por Kimberly Vergara y Catalina Matus.

Como bien sabemos, la invisibilización de los niños y niñas en nuestra sociedad tiene un carácter histórico y predominante hasta la actualidad. Si bien es cierto que la noción de niñez ha sufrido cambios en las últimas décadas y, en especial con la promulgación de los Derechos del Niño en 1989, la posición colectiva frente a éstos sigue siendo paternalista y proteccionista, además de sustentarse en una perspectiva netamente psicoevolutiva que, según Ana Vergara, deja carente de complejidad, seriedad, racionalidad y seriedad crítica a las infancias.

Correcto es lo que menciona Iskra Pavez, postulando que la infancia es un fenómeno intersectorial, en el cual  el patriarcado adultocéntrico es un riesgo transversal que afecta a todas las niñas, especialmente las provenientes de familias de tipo nuclear. Para contextualizar y, sin intenciones de profundizar, daremos a conocer, a modo de ejemplo, nuestras propias reflexiones que, cabe decir, abarcan la totalidad de la vida.

Desde que nace una persona de sexo femenino, se les impone un género sumiso, asistencial, frágil y silencioso, dejando a la recién nacida en desventaja sólo por su genitalidad. Acertada es la idea que pretende emitir “Educación en géneros para infancias más libres”, afirmando que en una sociedad androcéntrica (visión del mundo que sitúa al hombre como centro), adultocéntrica, y machista, muchas niñas crecen (y siguen creciendo) al marco del modelo estereotipado.

Es importante divisar las propias prácticas, cuestionarlas y desnaturalizarlas. Para efecto de esto, se debe tener conciencia de que los roles de género son una construcción sociocultural, al igual que la visión de infancia,  en tanto que las características atribuibles a la masculinidad, feminidad y niñez,  tales como ser racional, sensible, e inocente, muchas veces son negadas por la población, por lo que la tarea es generar crítica sobre el imaginario social.

 Cabe mencionar la problemática resuelta en 1935, la cual consideraba válido arrestar a hombres que exhibían sus pezones en las playas de Estados Unidos. Como es de esperar, éste impedimento fue revertido por medio de diversas protestas a torso desnudo. En tanto, la finalidad del ejemplo es emitir que todo es reversible y cuestionable, sobre todo si se trata de construcciones temporales. Estas dotaciones son las responsables del trato desigual, de la segregación femenina y el injustificable goce de privilegios por parte de los hombres desde la primera infancia.

Es relevante incluir la investigación de F. del Río, cuyo propósito es indagar empíricamente en cuanto a los estereotipos de género en las habilidades matemáticas. El resultado evidenció que las brechas estaban a favor de los hombres en pruebas nacionales e internacionales del área, teniendo menores resultados las niñas y, a su vez, menor interés en matemática que los niños. Según el estudio, la situación es producto de la poca estimulación y perspectivas que generan los cuidadores y cercanos hacia las niñas en el ámbito matemático, científico y tecnológico, dando cuenta de un modelo basado en la cultura hegemónica que, de forma consciente o inconscientemente se traspasa de generación en generación. Nuestra experiencia de género avalan lo anteriormente mencionado; es común recordar que al par masculino se les obsequiaba con legos y material concreto, mientras que desde pequeñas, se nos inculcó juegos simbólicos y de cuidado, como las muñecas y tacitas.

Consideramos que como sociedad debemos llevar a cabo la difícil tarea del cuestionamiento constante, para poder desnaturalizar un estilo de vida impuesto por una sociedad androcéntrica y culturalmente elitista, pudiendo liberar nuestra propia identidad,  las de las niñas que día a día crecen y las que están por nacer. Pertenecer a la infancia es complicado, más aún siendo niña, latinoamericana y pobre.

 

 

 

 

 

 

 

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