A usted que es padre y está leyendo esta columna le hago las siguientes preguntas: ¿quién está cuidando a sus hijos o hijas en este momento? ¿estarán en buenas condiciones? ¿requieren algo para sus tareas, su salud, su alimentación, su vestimenta? Cuando su atención salta desde estas letras hacia las respuestas, realiza una práctica que llamamos “doble presencia”, es decir, estando acá, también está allá.
La Doble Presencia es un concepto que se ha utilizado para describir las consecuencias de mantenerse en labores remuneradas y al mismo tiempo a cargo de labores domésticas, lo que se considera uno de los cinco grandes grupos de riesgos psicosociales, pues se asocia a alto ausentismo, fatiga, tensión y presentismo (ir al trabajo a pesar de estar enfermo).
Lo interesante es que la Doble Presencia es tremendamente desigual entre géneros. (Fuente: https://www.suseso.cl/605/articles-548_archivo_02.pdf) Mientras las mujeres trabajan 10,5 horas promedio al día, los hombres no alcanzamos las 9. De las horas trabajadas, los hombres dedicamos 8 al trabajo remunerado y menos de una a las labores domésticas. Las mujeres, en cambio no alcanzan a trabajar las 8 horas promedio y dedican 3 a las actividades domésticas.
El ser hombre no nos impide el dedicarnos a las labores del hogar. El no hacerlo es un privilegio que hoy le invito a reflexionar, podemos mantenernos alejados como lo hacían nuestros abuelos o dedicarle tiempo a hacer las tareas con los hijos y las hijas, bañarles, enseñarles a lavarse los dientes, acompañarles, contarles cuentos, dormir con ellos, darles masajes, cariños, reirnos, enternecernos y estar ahí.