¿Alguien puede imaginar siquiera una celebración familiar sin papas duquesas? Lo cierto es que no. Tan indispensables como eso debería ser la presencia de productos caprinos en nuestra mesa.
Hoy más que nunca, en plena sequía y en un contexto de profundos cambios sociales en los que se ha fortalecido el lazo con las pymes, debemos apostar por poner sobre la mesa lo mejor de lo nuestro, eso que nos representa, eso que nos define, eso que nos caracteriza y que en la Región de Coquimbo es posible visualizar en algo tan humilde como un plato de comida.
Es allí, en nuestra gastronomía, donde radica gran parte de nuestra identidad, la misma que hoy se fortalece en distintas actividades culinarias en las que se pone en valor la leche y la carne caprina, productos que por mucho tiempo estuvieron limitados solo a la vida de campo, pero que tras el trabajo del Programa Territorial Integrado Caprino está llegando a muchas más mesas.
Han sido los modernos formatos en los que se distribuye y comercializa los que han permitido que miles de familias actualmente consuman nuestra cultura y la repliquen de generación en generación, a través de tradicionales e innovadoras recetas.
Los más agradecidos son los propios crianceros. Son ellos quienes se han fortalecido durante todo este tiempo, gracias al compromiso que han puesto en cada capacitación que se les ha ofrecido y también en la capacidad de trabajo en equipo que han demostrado durante los procesos de comercialización colectiva.
El desafío es seguir adelante, para que esta actividad se mantenga vigente y entregue trabajo a cientos de crianceros emprendedores que quieren seguir compartiendo, parte de su trabajo e historia, con tanta gente.