No se trata de generar energía por generar, sino que producir bajo el concepto de “eficiencia energética”. Sólo así podremos pasar de un mundo basado mayoritariamente en la producción de energías fósiles – y por tanto más contaminantes – a una sociedad que basa su economía en la generación de energías limpias.
Y con ello quizás, lo más importante, contribuir a bajar la emisión de los gases de efecto invernadero mitigando con ello, los efectos del cambio climático global.
Esta podría ser una breve conclusión del cuarto encuentro del ciclo de webinars “Diálogos que Inspiran”, organizados por ISA InterChile, el cual, al igual que en ocasiones anteriores, contó con la presencia de cuatro panelistas que analizaron la relación entre cambio climático y las ERNC, y cómo éstas son un elemento fundamental para abordar esta problemática, de la cual nuestro país, ya viene sufriendo sus primeros efectos.
De hecho, uno de los aspectos interesantes de la discusión es que si bien, se planteó que el sector energético es parte del problema, porque es responsable del 80% de las emisiones contaminantes de CO2 a la atmosfera, también es a la vez, parte de la solución. Y dentro de la solución, el concepto de eficiencia energética representa prácticamente el 50% de esa solución.
Triple impacto
Mónica Gazmuri, gerenta general de Anesco Chile AG, explica al respecto, que este último concepto, “dada la crisis ambiental, social y económica, tiene un rol muy fundamental, no solamente porque permite la realización y el logro de los objetivos de desarrollo sostenible, sino que también en lo local, permite por un lado, bajar las emisiones de gases de efecto invernadero, y la contaminación local, algo que es muy grande aquí en Chile, sobre todo en la zona centro sur del país”, comenta.
¿Pero qué otros impactos concretos conlleva el concepto de eficiencia energética? La experta sostiene que a través de la implementación de una política que sostenga este principio, se consigue lo que se denomina, un “triple impacto”, en lo social, en lo económico, y en lo ambiental.
En lo social, porque ello se traduce en una mejor calidad de vida de las personas y una mayor eficiencia productiva, y por ende, también en mayor crecimiento económico y creación de más empleo. En lo económico, las empresas se vuelven más productivas, pues descienden los costos en consumo energético. Y en lo ambiental, los beneficios son más que claros: reducción del efecto invernadero.
En ese sentido, Daniela Muñoz, analista de Medio Ambiente de ISA, recordó que Chile es un país especialmente vulnerable ante el cambio climático, “de hecho cumplimos con todos los criterios de vulnerabilidad que se establecieron en la convención marco de Naciones Unidas sobre el cambio climático”, afirma.
Por lo mismo, para la profesional, es necesario, antes de establecer cualquier tipo de gestión al respecto, conocer el entorno en donde se desarrollan las actividades productivas.
“Cuando somos conscientes de nuestro alrededor, creo que ese es el punto de partida para comenzar a gestionar lo que sea, y en este caso, ¿cómo lo hacemos? Pues incorporando efectivamente todas las variables ambientales y sociales al proceder de la toma de decisión de la organización, cuyo objetivo se basa, idealizadamente tal vez, en la calidad de ambiental de la sociedad”, indica.
Responsabilidad empresarial y metas
Al respecto, el analista de Sostenibilidad de ISA, Gustavo Andrade, expresó que la compañía, como unas de las empresas protagonistas del sector energético a nivel latinoamericano, y como una forma de aportar en la lucha contra el cambio climático, aplica una política que se basa en tres acciones: medir, reducir y compensar.
“Tenemos metas establecidas para el consumo de energía, de agua, manejo de residuos, fugas de SF6, que es el principal gas aislante del sector eléctrico, y también tenemos la promoción y metas para el uso de mnovilidad sostenible”, explica el experto.
En ese sentido, Andrade explicó que una de las metas de ISA es contribuir a la reducción de 9 millones de toneladas de dióxido de carbono a través de la implementación y apoyo a proyectos de restauración y conservación forestal en los países en donde opera la compañía, destacando su programa Conexión Jaguar, el cual este año comenzará a implementarse en Chile, bajo el nombre de Conexión Puma.
“Con este programa nosotros contribuimos a la mitigación del cambio climático pero también de los bosques en Latinoamérica y su biodiversidad”, destacó Andrade.
Pero además afirma, ISA ha impuesto otras metas que van más allá de sus objetivos puramente operacionales, como es reducir en cerca de 2 millones de toneladas de CO2, a través de otros negocios anexos que realizan, además de la transmisión, los cuales están relacionados con el manejo ambiental, almacenamiento de energía con baterías y soluciones de energía distribuida.
“Si empezamos con la transición energética no vamos a poder cerrar todas las fuentes de combustibles fósiles al año siguiente quizás, pero sí podemos compensar sus impactos hasta que se puedan desarrollar las fuentes energéticas renovables, y después hecha la transición energética, es que podremos llegar a la ‘carbononeutralidad’”, explica el experto de ISA.
Acciones del Estado
Pero, ¿cómo puede el Estado, también aportar en la lucha contra el cambio climático?
Al respecto, María José Escobar, seremi de Ciencia y Tecnología de la Macrozona Norte, explicó que para avanzar en ese plano, el concepto de cambio climático debe ser pensado desde una perspectiva mucho más amplia que reducirlo sólo, a los efectos generados por los gases de efecto invernadero, “sino que necesitamos incorporar la tecnología y la biodiversidad como colchones que ayudan a contener el cambio climático, además de otros conceptos como el desarrollo de las ciudades y la sociedad”.
A partir de eso, Escobar explica que actualmente hay dos modelos para abordar la temática: el más tradicional, en donde el mundo científico comunica la información a la sociedad, y el más nuevo, donde se avanza en una interconexión entre la ciencia y la sociedad.
“La sociedad levanta sus necesidades con respecto al cambio climático, y en conjunto, se diseñan o se construyen soluciones”, explica la seremi, apostando además, desde el servicio público por un modelo de “cañerías” o de interconexión entre los diferentes entes, como los ministerios, para así elaborar políticas integrales para combatir el cambio climático.
“¿Cómo lo hacemos? Bueno, todos nosotros de alguna forma, articulamos nuestro trabajo como Ministerio de Ciencia, constantemente con Medio Ambiente, Agricultura, Energía o Transporte, pues todos estos ministerios tienen que ver con el cambio climático. Específicamente existe una Oficina de Ciencia y Gobierno en el ministerio, cuyo rol específicamente es identificar problemas, articularlos, proponer soluciones y luego implementarlos”, explica la seremi.