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El Día
Apelando a la calidad y exquisiteces de los productos, sobre todo milojas, este emprendimiento familiar busca lograr transformarse en la parada obligada en el pueblo de El Romero, comuna de La Serena, tal como ha ocurrido con otras localidades en el resto de la región.

Martín Rojas Miranda (43) posee un fuerte apego por la localidad de El Romero y  destaca que a través de su emprendimiento familiar  como es la repostería, pretende que el sector sea aún más valorado por su identidad. Admite que hasta ahora lo ha logrado, luego que su almacén Belén (en honor  a la  ciudad santa de Palestina), se ha hecho conocido por la venta de  empanadas, tortas  y dulces, sobre todo milojas: El producto estrella.

La iniciativa lleva 10 años. Partió con  la venta de pan amasado que confeccionaba su esposa Silvia  y que vendían casa por casa. “Ella caminaba sus 2 kilómetros y cuando llegaba de  mi trabajo (laboraba en la agricultura) la apoyaba, todo se hacía para poder surgir”.

Aunque le gustaba el trabajo del agro, al final terminó decepcionado cuando una persona no le cumplió con un trato  acordado. Le ofrecieron una cifra  de dinero por  una labor que él realizó en tiempo record, pero  no  le remuneraron lo pactado. “Me dijo que había ganado  mucho dinero y que no podía pagar todo lo ofrecido y me indicó que me pagaría lo que él quería”.  De inmediato renunció y  se encomendó a su religión para que  le  ayudara a encontrar algo. “Ahí se me frustró mi sueño, pero después pensé que fue para mejor, porque Dios me ayudó a tener esto”, sintetiza.

Fue el momento que apostaron por la confección de dulces y todo tipo de alimentos.

Complemento

Cuando comenzaron el negocio de los dulces  su esposa Silvia Tureuna  sacó a relucir las recetas alemanas  de su tierra  en el sur de Chile. “Lo que hacemos son dulces daneses,   complementando el estilo alemán, chileno y europeo, donde la característica es que no es  confeccionado con productos nocivos, sino que todo es natural. Rayaduras de limón, sacarle la esencia a la pasa y un buen azúcar. La idea es que salga una materia prima exquisita”, destaca Martín.

Por su lado familiar su abuela Clara Jiménez por muchos años fue repostera en diferentes lugares. “De ahí saqué el ADN, además de lo que me ha enseñado mi esposa. Ella ha tenido gran implicancia en lo que estamos haciendo ahora, porque llegó al pueblo con una notable  cultura reposteril”.

El avance de su emprendimiento ha sido a pulso. De hecho, debió esperar tres años para lograr  que el  Servicio de Salud autorizara  las dependencias donde confecciona los diferentes productos. “Tenemos todo en norma, debimos construir una sala, una bodega y adquirir maquinaria”.

En las manos de dios

Las jornadas son de lunes a lunes. No hay descanso.

El producto que marca el  sello es la miloja. De  la receta no habla, pero asegura  que la diferencia está en el tipo de masa y  su  sabor. Explican que está confeccionado con esencias naturales. Lo mismo ocurre con los dulces, alfajores, galletas, pan de pascua y todo tipo de tortas con recetas muy antiguas. “Todo hecho a mano y con una lentitud que es clave”.

Diariamente elaboran 41 unidades de cada dulce, 10 queques, 20 empanadas, 40 chaparritas. “No queremos vender productos que tengan más de dos días”.

En todo caso dice estar conforme  con lo alcanzado y también se lo agradece a su religión cristiana-evangélica y judaica que profesa desde hace 14 años.  “Todo esto (sala de confección de alimentos) se lo pedí a  Dios”. Lo primero que hace antes de comenzar la jornada laboral es orar, “por lo que efectuará en el día, porque  uno le pide a Dios sabiduría  y que  le entregue bendiciones en las manos y  también oramos por las personas que no tienen trabajo y por la gente que está siendo maltratada y perseguida injustamente”.  El nombre Belén está pensado en el lugar santo de Palestina.

Metas y sueños

Martín admite que una de  sus principales metas es lograr que el negocio se convierta en un restaurante  o cafetería y que posea la identidad del pueblo de El Romero.    Asegura ser un agradecido  de los habitantes de la localidad y de  las personas que llegan de otros sectores  a consumir sus productos.  “Tenemos mucho reconocimiento por el sabor  de nuestros productos”. Es por ello que  la meta es que sus elaboraciones alcancen un reconocimiento regional como actualmente, por ejemplo, se  identifica, a los dulces  de El  Molle. “Queremos lograr  un producto que sea notorio del pueblo y darle vida y buscar una esencia”, resalta.

En esa línea intentan elaborar con materia prima de los alrededores, incluso, de su propio huerto, como el uso de la nuez. “Todo es de acá y nada es modificado. Por ejemplo, nuestras masas son 100 % con aceite de maravilla y  en las empanadas tampoco presencia de materia grasa animal, porque es dañino”.

Influencia germana

En el emprendimiento,  la esposa de Martín, Silvia  Tureuna ha sido clave. Lleva 15 años  en el sector  y admite que  no fácil acostumbrarse, sobre todo con el polvo, “soy muy alérgica”.  Proviene de Fresia donde se empapó de la cultura reposteril, ayudado con lo que aprendió en su hogar. La influencia germana en el sur de Chile    ha sido  clave para darle un toque especial a la repostería, además,  recuerda  que en este tipo de territorios una de las mayores tradiciones es la elaboración de dulces. “En  todas las casas se hacen  kuchen, dulces y tortas. Ante en los hogares no se compraba  nada, todo se elaboraba en el hogar”, recalca.

En su caso heredó  la tradición de su abuela quien confeccionaba todo tipo de mermeladas y cecinas, “yo me crié en todo ese ambiente  y  pude aprender  de ella lo que alcancé, porque murió muy joven, pero después mi madre  siguió haciendo lo mismo”. Su sueño al igual que su esposo en el futuro instalar un restaurante con un  sello particular o una cafetería y gelatería.

 

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