Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Los cambios de los últimos años a nivel climático global, el reemplazo del suelo rural por el uso urbano, e incluso, hasta el problema de los constantes robos, han ido quitando espacio a esta icónica especie, símbolo de la tradición y gastronomía serenense.

Es uno de los productos locales más reconocidos no sólo en La Serena, sino incluso, por quienes provienen de otros lugares del territorio nacional a nuestra región. Se trata de la papaya, fruto que hoy forma parte del patrimonio histórico, identitario y gastronómico de esta ciudad, y que hoy, es una de sus cartas de presentación más reconocida.

La papaya que se cultiva y se consume en esta zona, proviene de la variedad “Carica Candamarcensis”, que se caracteriza por ser un fruto muy dulce y aromático, de color amarillo, tamaño pequeño y forma alargada, piel delgada y muy rico en papaína.

Y es precisamente en la comuna de La Serena y alrededores donde más se produce este tipo de papaya, con más del 40% de la producción nacional.

Angélica Salvatierra, investigadora de INIA Intihuasi, explica que la zona costera de la región es justamente ideal para la producción de papayas, pues éstas, al ser frutas de origen subtropical, “están acostumbradas a temperaturas moderadas y a una humedad ambiental más alta. Por eso se buscan los climas como los de La Serena, el Valle del Elqui (zona baja), o Pan de Azúcar”.

La investigadora agrega que “hay algunas zonas de cultivo que están más alejadas, como Huentelauquén, pero mayoritariamente están en las zonas antes descritas. No es posible por ejemplo, plantar papayas en Vicuña”.

 

Retroceso

No obstante, en los últimos años se ha visto una progresiva reducción de la superficie de papayas en la región. Un dato no menor, considerando que la producción de este característico fruto es además, una de las actividades económicas más importantes de la zona.

Una muestra de aquello son las cifras que hace algunos años mostraba el Catastro Frutícola, presentado en 2015 por el Centro de Información de Recursos Naturales, Ciren. Este detallaba que entonces había 127 hectáreas de plantas de papayos, un tercio menos de las 185 disponibles en 2011.

A casi 6 años la situación no parece cambiar demasiado. ¿Las razones? Son varias, pero las principales son sin duda, el empeoramiento de la crisis hídrica y muy especialmente, la pérdida de tierras agrícolas ante un imparable crecimiento urbano.

 

Menos suelo rural

Franco Olivier, productor de papayas y dueño de la Agrícola Olibal en Pan de Azúcar, señala que “en la zona papayera, que se extiende desde Las Rojas aproximadamente hasta Pan de Azúcar, nos ha afectado mucho la extensión del suelo urbano, el avance de la ciudad sobre territorio rural”.

Si bien no maneja cifras exactas, para Olivier la superficie de cultivo de este fruto “ha disminuido en al menos un 50%”. Además dice, debido a que la planta de la papaya “es un cultivo que no dura mucho tiempo, porque está susceptible a enfermedades de los suelos, con un periodo de 6 a 7 años produciendo”, lo perdido tiende a no reponerse.

A manera de ejemplo, Elicio Moraga, productor de Altovalsol, recuerda que antiguamente “el sector de La Pampa era un lugar donde habían papayos y hoy día no hay ninguno, exclusivamente porque ya no queda espacio. Y si nos vamos hacia arriba, lo que es hoy día La Florida, algo había de papayos, en Ceres había mucho papayo, y en Bellavista también”.

La investigadora Angélica Salvatierra comenta que INIA desarrolló en 2018 información técnica sobre el papayo, trabajo que efectivamente, confirmó “una disminución de la superficie de papaya, no solamente por el tema hídrico sino también porque los terrenos donde se cultivaba papaya habían sido ocupados por inmobiliarias, como en el sector de San Ramón. Lugares adecuados en cuanto a clima se han estado llevando a otro tipo de uso”, indicó.

 

Clima y escasez hídrica

Y si bien la principal preocupación de los productores de papaya es justamente el avance de la ciudad, no es menos cierto que la disponibilidad de agua también es un problema para alguno de ellos.

Es el caso de Oscar Carvajal, de Papayas Yáñez, quien señala que, ante la menor disponibilidad del vital elemento para riego, no ha quedado más alternativa que recurrir al riego tecnificado para mantener los cultivos. Pero ello sin embargo, tiene consecuencias: mayores costos económicos y reducción de los campos de cultivo.

“La inversión por hectárea es bastante alta. Y además, eso ha hecho reducir el área de cultivo porque no se tiene el agua para plantar más fruta. Yo antes por ejemplo, tenía más hectáreas de cultivo pero tuve que disminuir éstas en casi un 70%. Ahora, con el riego tecnificado espero recuperar algo y llegar a un 50% de lo que tenía. Pero lo demás, sencillamente lo eliminé. Si no hay agua no hay otra forma de cultivar”, expresa.

Para el productor Elicio Moraga en cambio, el problema debe atenderse desde una mirada más general, y que se relaciona con el cambio climático que, afirma, ha afectado con notoriedad a las plantas de papayos.

“Por ejemplo, no se adaptan bien a condiciones de temperaturas altas en el verano, ya que ha habido temperaturas por encima de lo que era normal y eso le golpea fuerte al papayo”, expresa.

A manera de ejemplo, Moraga se refiere a algunas plantaciones ubicadas en el valle del Elqui, algo más al interior “que fueron deteriorándose muy prematuramente desde hace algún tiempo. Antiguamente, de hecho, uno podía ver plantaciones no muy grandes, por lo menos, hasta la localidad de El Molle, pero eso se ha venido recogiendo hacia abajo”.

En ese sentido, el productor Franco Olivier advierte que el papayo “es un cultivo al que le afectan mucho las heladas y por lo mismo, no se puede plantar en cualquier lado. Entonces los lugares en donde se pueda producir tienen que estar libres de estos fenómenos y los suelos tienen que estar sanos”.

 

¿Desaparecerá?

Pese a esta situación adversa –a la cual incluso hay que agregar los constantes robos que afectan a los productores de papaya, dado que ésta especie se da todo el año– lo cierto es que esta fruta no tiene, al menos por ahora, riesgos de desaparecer.

Así, para el dueño de la Agrícola Olibal, existe un mercado cautivo que permite asegurar la continuidad productiva de la especie. “Probablemente en todo caso, sean los productores más pequeños, con media o una hectárea, los que puedan desaparecer”, señala.

Según la investigadora Angélica Salvatierra, la papaya “era y es ahora escasa”, lo que repercute por ejemplo, en su precio, que tiende al alza. Sin embargo, ello puede ser un incentivo para que se mantenga la producción.

“Cuando el precio sube, los agricultores vuelven a pensar en la papaya. Conozco a varios agricultores que tenían otros cultivos, y han ido derivando al papayo. De alguna manera, no desaparece, disminuye, se reemplaza, se mueve dentro de un lugar a otro, pero se mantiene”.

La experta de INIA, señala que hoy, ante los efectos de la escasez hídrica, los agricultores buscan aquellos cultivos de los que se puedan obtener mejores ingresos “y la papaya sigue siendo un producto importante porque hay mucha agroindustria chiquitita, que procesan sus frutas y obviamente las necesitan. Entonces siempre hay una demanda”, afirma.

 

Suscríbete a El Día y recibe a diario la información más importante

* campos requeridos

 

 

Contenido relacionado

- {{similar.created}}

No hay contenido relacionado

Cargando ...

 

 

 

 

 

 

 

 

Diario El Día

 

 

 

X