Mientras millones de chilenos y chilenas han salido a las calles para exigir que los frutos que el progreso experimentado por nuestro país en los últimos 30 años lleguen a todos, los ojos de los ciudadanos se han puesto sobre el Gobierno y el Congreso Nacional, expectantes de liderazgos que estén a la altura; que demuestren que se escuchó a la gente y que sus principales demandas van a ser canalizadas y acogidas.

Como demócrata cristianos no hemos dudado un segundo que nuestra principal responsabilidad, desde la oposición, es más que nunca propiciar el diálogo y las propuestas concretas, poniendo el interés de Chile por delante. Lo hacemos consientes que el valor de la moderación no es atractivo ni efectista en estos días de tribulación, pero que el negarse a los consensos puede acarrear consecuencias nefastas para nuestros compatriotas más humildes, especialmente los adultos mayores y los niños. 

Hemos ido e iremos a La Moneda todas las veces que sea necesario, porque entendemos que el cuestionamiento no es solo a un Gobierno que está en el suelo, sino también a todas las instituciones. Lo hacemos en base a demandas concretas: Ejercicio de responsabilidades penales por los hechos de violencia vividos estas semanas, tanto frente a los delitos comunes de incendios y saqueos, como en relación a las violaciones a los derechos humanos por parte de agentes del Estado; incorporar variable solidaria en aumento de cotizaciones del proyecto de pensiones; congelar alza de tarifas de servicios básicos y bajar utilidades garantizadas de estos monopolios (como lo hicimos respecto a eléctricas); aprobar de una vez reforma al Código de Aguas; nuevo impulso de fomento productivo en favor de las pymes; agenda de infancia; solución a la deuda hospitalaria y bandas de precios de medicamentos; y una Nueva Constitución. ¿Por qué esto último? Porque es la base de regulación de nuestra convivencia democrática, porque es la que establece qué derechos (también sociales) quedan garantizados y de qué forma.

El martes votaremos en la Comisión de Constitución la reforma constitucional que debiera permitirnos avanzar hacia una nueva carta fundamental. El alto quórum de 2/3 de diputados y senadores en ejercicio que requiere el inicio del proceso nos obliga, tal vez en buena hora, a lograr el acuerdo más grande de todos: El Acuerdo que nos permita construir nuestra Casa Común entre todos, de manera pacífica, democrática, participativa e institucional. ¿Es mucho pedir?

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