Este último año los temas de desigualdad de género han estado más presentes que nunca, entre otras razones por los lamentables casos de femicidios concretados y frustrados que han impactado y han llevado a la opinión pública a cuestionar las estrategias de prevención de la violencia machista por parte de la institucionalidad. Una de las herramientas que se han levantado desde distintas organizaciones de mujeres ha sido la promoción de una educación no sexista.
Los cambios a los que se enfrenta nuestro sistema educativo actual tratan principalmente de subsanar las enormes desigualdades que enfrentan niños y niñas en relación a la situación socioeconómica de sus familias, que se traduce en desigualdad de oportunidades e injusticia social. Sin embargo, la desigualdad por razones de género se ha mantenido invisibilizada. Es esta desigualdad la que mantiene y reproduce los roles que finalmente ellos y ellas deberán cumplir en su vida, manteniendo a las mujeres en un rol determinado que se manifiesta en profesiones específicas subvaloradas respecto a las tradicionalmente “masculinas” y además haciéndose cargo de las labores reproductivas ya que las políticas de corresponsabilidad en los cuidados son inexistentes en Chile tanto de manera institucional como cultural.
Este sistema es el origen de la violencia de género que se sustenta en la idea que las mujeres debemos cumplir ciertas expectativas de comportamiento y tener cualidades que son “naturales” al género como son la sumisión, la ternura, la pureza por nombrar algunas. El romper este molde supone una razón para ser controlada, golpeada o incluso asesinada.
Todo esto se basa en construcciones culturales reforzadas por muchos dispositivos como son la familia, la sociedad y por cierto, la escuela.
Entre las prácticas que contribuyen a instalar desde temprana edad la cultura sexista tradicional están el contenido en los textos escolares que muestra a los niños y niñas desde los primeros años de escolarización imágenes de hombres como constructores de la historia y mujeres en roles secundarios o invisibles; el lenguaje sexista que utilizan docentes y que no incluye a las niñas, formándolas desde pequeñas en un sistema androcéntrico donde ellas forman parte de un mundo construido por y para los hombres; la invisibilización de niños, niñas y adolescentes de la diversidad sexual que contribuye a la problematización de las orientaciones sexuales diversas y fomenta el sexismo heteronormativo entre adolescentes en formación; los roles diferenciados que niños y niñas cumplen en el entorno escolar, promoviendo en las niñas la práctica de deportes menos agresivos, ser encargadas de las convivencias, concursos de reinas, entre otras.
Todas estas prácticas siguen vigentes y naturalizadas en las escuelas, colegios y liceos de Chile, sin que haya habido un cuestionamiento real desde los mismos establecimientos educacionales sobre la necesidad de incorporar una perspectiva de género en el sistema escolar.
El programa de gobierno de la Presidenta Bachelet declara una agenda de género transversal y vinculada con las políticas públicas más relevantes. Dentro de este contexto, el enfoque de género estará presente en el diseño de la Reforma Educacional.
A fines del 2014, el gobierno creó una unidad transversal encargada de impulsar la integración de la perspectiva de género en políticas y programas del ministerio y para apoyar, por cierto, la incorporación de este enfoque no solo en las instituciones municipalizadas sino también en los establecimientos particulares subvencionados y particulares pagados.
Sin embargo, sabemos que el camino es largo y con muchos obstáculos. Las desigualdades y los estereotipos de género están naturalizados y profundamente enraizados en nuestra sociedad y la escuela no está ajena. Los discursos y las prácticas pedagógicas llevan consigo un currículum oculto que transmite las ideas y valores de los y las docentes en particular y de la institución en general. Es por esto que se requiere una etapa cero de sensibilización del tema, en que se intervengan los dispositivos culturales que promueven el sexismo y la reproducción de los roles de género.
Es una necesidad estratégica la institucionalización del género en el sistema educacional completo, desde la etapa preescolar hasta la educación superior como parte de un plan nacional del Estado que traspase los gobiernos, demasiado breves en nuestro país, y haga un trabajo sostenido con políticas públicas y programas que intervengan las relaciones culturales de género dentro de las escuelas, a través de prácticas concretas partiendo por la incorporación del enfoque de género en los currículum de la formación de profesores y profesoras en todas las universidades del país.
El desafío no es tener un sistema educativo que solo promueva desde el discurso la equidad de género, como sucede hoy, sino que nuestros niños y niñas sean educados en un sistema que los incluya a todos y todas con sus diferencias y particularidades, que crea en las personas y potencie sus capacidades y que impulse proyectos de vida autónomos que no estén determinados por el género. La meta es que nuestro sistema de educación trabaje por la igualdad en sus tres dimensiones; no discriminación, admisión de la diferencia y la libertad para construir una sociedad libre de violencia, justa y con oportunidades de desarrollo para todos nuestros niños, niñas y adolescentes.
Carmen Luz de la Prida
Revolución Democrática Elqui