Hoy en Chile,  24 universidades están en toma de dependencias y 17 más en paro actividades.  El movimiento social feminista que está poniendo el grito en la mesa es liderado por mujeres jóvenes desde las universidades e instituciones de acción política y social.  Buscan sancionar el acoso, el abuso sexual y de poder patriarcal, creando campañas de acompañamiento para las víctimas de estas situaciones a través de la articulación de protocolos eficientes y justos.

Se está cuestionando justamente a los hombres, sus privilegios, su heterosexualidad, y la facilidad de su discurso machista y patriarcal. Las estudiantes y académicas pusieron en jaque la verdad androcentrista, y la sociedad chilena se está trasformando, se está concientizando. Sin embargo algunos sectores han banalizados al movimiento con prejuicios conservares y machistas.

Ridiculizar las cuestiones que afectan a los derechos de las mujeres es una estrategia en la que se han empeñado siempre los sectores más inmovilistas de la sociedad.

El hecho de intentar mantener a la mujer oculta en casa ha sido una forma de mantenerla oculta. Lo que no se ve no existe. La nueva mujer, la mujer con derechos, se ha hecho presente precisamente al salir a trabajar fuera de casa y al llegar a exigir lo que le corresponde sin sentirse mal por ello, en definitiva, ser personas independientes que actúan en consecuencia y con conciencia. Pero en estos momentos en los que la estrategia de ridiculización no se considera políticamente correcta, algunos tienden a adoptar la estrategia del silencio. Se oculta no sólo lo que tiene que ver con el feminismo sino lo que tiene que ver con las mujeres, sus derechos y sus organizaciones.

Frecuentemente, muchos de los problemas de las mujeres han sido problemas "invisibles", desde la "doble jornada" (en el trabajo y en casa) hasta el llamado "techo de cristal" (barrera no explícita que suelen encontrar las mujeres para alcanzar puestos directivos en las empresas públicas y privadas).

Es por ello que, articular demandas emanadas desde los distintos conflictos y movimientos sociales actuales, implica acentuar la mirada en aquellos sectores históricamente desplazados y con ello, excluidos de la política. Es preciso en este sentido comprender los grados y la necesidad de unidad política y social de todos los sectores sociales donde la mujer es explotada, en torno a una discusión franca y abierta en relación a las formas de comprender y actuar desde el feminismo, volviéndose una tarea imprescindible adoptar las transformaciones socio-culturales que la coyuntura está propiciando.

En Chile se necesita un feminismo que pretenda constituirse en movimiento social–y con ello tensionar las formas en que se reproduce el neoliberalismo patriarcal– debe entenderse como alternativa al feminismo liberal: es decir un feminismo de clase, popular, antirracista, inclusivo y diverso.

Cuando un movimiento social de mujeres levanta la cabeza como lo ha hecho este liderazgo estudiantil/ intelectual, remece tanto los cimientos del poder como los pilares confortables de la masculinidad cultural en la que hemos sido socializados hombre y mujeres. Espero que el movimiento feminista chileno estudiantil/intelectual tome más vigor y no se quede en los recintos universitarios sino que se despliegue también a las empresas donde están las trabajadoras (que viven  la opresión-género/explotación-económica), a los barrios con las pobladoras, a las comunidades de inmigrantes y a todas las instituciones donde las relaciones de poder patriarcal  favorecen  la desigualdad de género.

 

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