Señor Director:
El 18 de mayo del 2005, nos recuerda la tragedia de Antuco.
Una marcha militar que le costó la vida a 44 soldados y un suboficial del Regimiento Reforzado N°17 “Los Ángeles”. Un accidente que golpeó las puertas de muchos hogares y se quedó para acompañarlos por el resto de sus vidas. Una dolorosa experiencia para quienes debieron asumir sus responsabilidades de mando, en todos los grados y jerarquías.
Otros, para siempre, guardan en su memoria en un silencioso respeto, los difíciles momentos del rescate, la ayuda y el apoyo a los sobrevivientes. Una riesgosa misión que, a las pocas horas de ocurrida la tragedia, debieron cumplir jóvenes oficiales y suboficiales. Avanzaron al encuentro de sus camaradas, en las adversas condiciones climáticas imperantes y sin la visibilidad necesaria para guiar sus pasos por la nieve. La incertidumbre y la imaginable situación que les esperaba más adelante, no fueron motivo para flaquear en tan desesperada y necesaria ayuda a los camaradas caídos.
Me refiero a esos soldados que rescataron a los sobrevivientes, los que buscaron a los desaparecidos, los que vivieron sucesos de profundo dolor acompañando a los familiares de los fallecidos, los de esa valiente patrulla del Regimiento de Infantería de Montaña N°8 “Tucapel” de Temuco que llegó a las pocas horas de ocurrida la tragedia al desprotegido refugio que precariamente guarnecía a los sobrevivientes. Ellos, esos cuatro montañeses del Regimiento “Tucapel” -tres hombres al mando de un joven Capitán- vivieron una incontable y atroz escena, lo que no impidió que rápidamente tomaran el control de la situación. Estos valientes “Tucapeles”, merecen también nuestro agradecimiento y un justo reconocimiento por su valentía y profesional labor. Algo que ningún medio de comunicación, 13 años después, jamás, ha sido capaz de poner en valor y menos en escena.
Con las primeras luces del día 19 de mayo, se unieron a la tarea de rescate, los mandos superiores, tanto de la División como el propio Comandante en Jefe del Ejército. Nuevas patrullas, voluntarios, civiles y militares se sumaron rápidamente a la evacuación de los sobrevivientes y a la búsqueda de los desaparecidos. La tarea duró hasta el 06 de julio. 49 largos y penosos días, sin descanso, hasta encontrar al último de sus camaradas, el soldado Silverio Amador Avendaño Huilipán (Q.E.P.D.). Muchos de los soldados sobrevivientes -pese a la tragedia vivida- al año siguiente postularon a la Escuela de Suboficiales y hoy son parte del Ejército de Chile.
Una época, en que el Ejército de Chile, al mando del General Juan Emilio Cheyre Espinosa inicia su primer despliegue de Fuerzas de Paz en Haití. Transitando decidida, rápida y paralelamente, hacia los profundos cambios valóricos. El respeto a los derechos humanos y la obediencia reflexiva, hasta alcanzar su mayor grado de connotación con el “nunca más”. Conocida y simbólica frase del General Cheyre que se concreta en una actualización de las “Ordenanzas del Ejército” y una nueva malla curricular en el estudio del derecho internacional humanitario para los alumnos, oficiales y suboficiales del Ejército de Chile. Período en que el Ejército de Chile -pese a Antuco- alcanzó un porcentaje de aprobación y aprecio ciudadano de un 59%. El más alto alcanzado hasta esa fecha.
Hoy -en una mirada positiva, esperanzadora y de agradecimiento- esta fecha también nos recuerda el “Día del Soldado”. Una oportunidad para homenajear a nuestros camaradas de Antuco. A todos ellos. A los fallecidos trágicamente, a los sobrevivientes y también, a los valientes montañeses que llegaron a socorrer a sus camaradas.
Christian Slater Escanilla
Coronel (R) del Ejército de Chile.
Comandante del Regimiento "Tucapel" (2004-2005).