Señor Director:
Muchos años atrás, siendo alumno de la Academia de Guerra del Ejército de Chile, en el aniversario de esta, me correspondió una no grata, pero necesaria tarea; ser parte de la organización del protocolo en ese lugar.
A la llegada de los invitados, me acerqué a uno de ellos para indicarle cuál era su ubicación. Muy amablemente le dije: Monseñor acompáñeme por favor. Él con un tono muy autoritario me corrigió y me dijo, ¡General!
Después de aquella vez, comprendí, que algo no estaba bien. Cristo ya no estaba al centro de la Iglesia. De un orgulloso y sencillo “Ordinario del Lugar” -expresión del Código Canónico para referirse al encargado de una Diócesis- nos saltamos a un Obispo que prefería ser identificado como General.
De todo aquello, me quedo con mis tres amigos curitas, esos que no usan joyas ni oro, para predicar la palabra de Dios y manejan su propio auto. Ellos, si algún día, se visten de General, no me cabe la menor duda que será para prestigiar el grado, con humildad, sencillez y respeto.
Protejamos y cuidemos a los buenos Ordinarios y también a los sacerdotes extraordinarios. Que se queden los que son capaces de poner a Cristo al centro de la Iglesia.
Christian Slater Escanilla.
Coronel (R) del Ejército de Chile.