Hace unos años, el gobierno de San Francisco ordenó imágenes detalladas de toda la ciudad para poder producir mapas más exactos. Pero cuando algunas empresas informativas pidieron las fotografías, surgió un problema. Las imágenes eran tan detalladas que se podía ver a las personas en sus patios o en las terrazas, en lugares donde creían que nadie los observaba. Una de las preocupaciones menores fueron las imágenes de quienes aparecían desnudos tomando el sol.
Desde entonces sabemos, o deberíamos saber, que no hay lugar donde esconderse de la mirada omnipresente del “gran hermano” de George Orwell. Lo demuestra el caso de los “whatsapp” del diputado Guillermo Ceroni.
Pero lo más grave fue la tormenta que se desató a continuación, debido a que los mensajes, de fuerte contenido erótico, demostraban una opción homosexual mantenida en reserva durante años. 
El diputado, al agradecer el apoyo de sus colegas, hizo ver que había tenido que “soportar (una) intromisión brutal de mi intimidad”. Luego se defendió diciendo que “jamás nunca en mi vida he herido a nadie, jamás nunca en mi vida he violentado a nadie, jamás nunca en mi vida he perjudicado a ninguna persona ni le he causado dolor, bajo ninguna circunstancia”.
El presidente de la Cámara presentó una denuncia en la Fiscalía de Valparaíso por la violación a la vida privada. Según Marco Antonio Núñez, “acá hay un límite que se ha trasgredido y que, para la democracia, para la convivencia y por una sociedad donde cada uno pueda expresarse libremente y tener ámbitos de privacidad necesarios, lo que ha pasado no puede seguir ocurriendo”.
Es verdad, pero es probable que vuelva a ocurrir, más allá de la ley o la ética. Cada día tenemos menos posibilidades de proteger nuestra intimidad. Ya lo dijo Orwell en “1984”, el libro, no el año.

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

Otras columnas de este autor

 

 

 

X