Constituye cada vez más una generalizada aspiración personal y grupal, debatir, discutir y convivir con ideas que nos permiten alcanzar ciertos fines que consagra nuestra democracia, y que en su más prístino significado representa finalmente un gobierno que emerge desde la ciudadanía y que no tiene otro objetivo que servir a la misma. Esto lleva por cierto implícito, indiscutiblemente, atributos de libertad, respeto mutuo, orden y justicia social, entre otros, materializándose en la práctica a través de las fuerzas y movimientos políticos de esa misma ciudadanía, quienes con ciertos grados de acierto o desacierto delegan en sus representantes la responsabilidad de encarnar esos atributos.
Al menos en la teoría, esta afirmación pareciera ser obvia y sonar hasta ingenua. Por tanto nos resulta forzoso realizar las distinciones entre la “noble” y “digna” actividad inspirada con el propósito de servir desinteresadamente y aquella otra que persigue el aprovechamiento a partir de los demás.
Pero esta vez no nos centramos en aquellas “autoridades” que se dedican remuneradamente y lucrativamente al quehacer público, sino que más bien a aquellos adherentes que apoyan, respaldan, defienden y abogan por las ideas y propuestas de sus líderes. Aquí es posible contrastar dos realidades, opuestas y antagónicas entre sí. Una de ellas compuesta por aquellos que legítimamente ven en esos proyectos políticos una forma digna, honorable, con propósitos desinteresados y alejados de cualquier conducta que no esté inspirada en la subordinación del interés general por sobre las ambiciones personales e ilimitadas de poder. Y por otro lado, a aquellos que condicionan solapadamente las motivaciones de su supuesto respaldo y apoyo con la sinuosa habilidad de aprovecharse en exclusivo beneficio propio.
A la luz de los resultados de las pasadas elecciones primarias, la cartografía electoral - siempre tan dinámica - está medianamente configurada por los bloques y líderes que encabezarán dichos proyectos políticos. A su vez, esta legión de personajes ya comienza a ordenar sus prioridades buscando una oportunidad para conseguir su propio beneficio, disfrazando hábilmente sus intenciones con el consabido discurso de apariencias más o menos logradas de desinterés, altruismo y vocación de servicio.
Es quizás esa red parasitaria que se teje a oscuras del diario acontecer ciudadano lo que hoy representa un verdadero peligro y amenaza, pues gracias a su sistemático actuar conducen a muchos a desentenderse de la política, calificándola, en una excesiva simplificación, de una vulgar mentira, perpetuando con ello el status quo de un círculo vicioso que beneficia sólo sus reprochables intenciones.
Un ejemplo práctico de la construcción de estos tejidos políticos es lo acontecido ad portas del segundo mandato encabezado ahora por la Nueva Mayoría, donde largas filas de personeros y el festival del “codazo” estaban a la orden del día, todo por disputar una foto con la candidata, a sabiendas que esto era una suerte de salvoconducto para exigir sin sorteos ni concurso un puesto, cargo o trabajo dentro del aparato público. Muchas de esas postales y los rostros ya tenían una larga data, remontándose y repitiéndose incluso desde los años 90, todas ellas con un resultado sabido: asegurar un puesto para perpetuar y hacer crecer esta red. El lector podrá corroborar que las instantáneas del cuadro de honor compuesto por ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores y un larguísimo etcétera de cargos era prácticamente el mismo, eso sí con la delicadeza estética de cambiar de ubicación los rostros para dar un aire de renovación y nuevos bríos.
Por otro lado parece contradictorio igualmente que quienes criticaron abiertamente esas reñidas prácticas utilizaron similares mecanismos para asegurar un “puesto” en el gobierno encabezado por la otrora Alianza por Chile. Las miles y miles de imágenes retratadas dan cuenta del mismo fenómeno, con la salvedad que esta vez serían muchos los llamados, pero poco los elegidos. Esta vez el cuadro de honor estaría reservado sólo para “los mejores”, aquellos que cuatro años más tarde harían fracasar su propio gobierno de excelencia.
Independiente de quien finalmente aspire a encabezar un mandato para el próximo período presidencial, ha de quedar claro que nuevamente la fórmula empleada por esta red parasitaria está articulándose y en marcha, dispuestos a jugar un doble juego, amparados por su particular forma de ver, entender y hacer política, atentando desde dentro contra ella misma.
El lector nuevamente podrá corroborar a través de los testimonios gráficos quiénes son aquellos que nuevamente pretenden salir en la foto; tanto los de aquí como los de allá, los buenos o los malos, los de izquierda o derecha. Son ellos en gran medida los responsables de los fracasos políticos de esta década; son ellos los que gracias a sus motivaciones hunden sus raíces en el egoísmo ególatra e individualista; son ellos una casta de seres dependientes exclusivamente del aparato público, responsables de impedir que la ciudadanía logre distinguir entre aquellos que honesta y dignamente quieren servir públicamente.
Somos nosotros, el conjunto de los ciudadanos, quienes tenemos el pleno e irrenunciable derecho de exigir ser gobernados respetuosa, digna y honestamente por los mejores, por los más capacitados, por los más competentes, y no por los oportunistas de siempre…los de siempre, los que quieren salir en la foto.