Guido Menzio es un ciudadano italiano con residencia en  Estados Unidos. Su inglés es correcto, pero con un marcado acento extranjero. Tiene una cátedra permanente en la Universidad de Pensilvania, donde es profesor  asociado. También trabaja para la Oficina Nacional de Investigación Económica, una fundación sin fines de lucro. 
El año pasado, Menzio fue galardonado con la Medalla Carlo Alberto, como el mejor economista italiano de menos de 40 años. 
Nada de esto, sin embargo, se nota a simple vista. 
Menzio tiene el pelo ensortijado, su piel es aceitunada y luce una barba poco cuidada. Hace unos días, mientras viajaba de Filadelfia a Kingston, en Canadá, iba de bluejeans y con un sweater rojo de Lacoste. Apenas se subió al avión se concentró en su notebook.
A su compañera de asiento todo esto le pareció sospechoso: El hombre había hablado por su celular en un inglés con acento extranjero y los signos en su computador parecían caracteres arábigos (en realidad eran griegos, como los que se usan en ecuaciones matemáticas). Por todo ello le pareció que estaba enfrentada a un terrorista islámico.  Después de tratar infructuosamente de sacarle conversación, le pareció que lo mejor era pedir ayuda. Como comentó Mónica Akhtar en The Washington Post, “tal vez creyó que era un código secreto, posiblemente los detalles de un plan para destruir decenas de vidas inocentes a bordo  del vuelo 3950 de American”.
La tripulación informó a un agente secreto para que se hiciera cargo. Según testigos, el agente empezó por explicarle cortésmente al pasajero que era sospechoso de terrorismo.
El pasajero se rió. Debió, sin embargo, identificarse. Sólo al cabo de un par de horas, aclarado todo, se le permitió regresar a su asiento y proseguir su viaje.
Su rubia compañera se quedó en tierra.
¿Moraleja? Todo indica que este es el terreno de la desconfianza en el cual ha sembrado su intransigente candidatura el republicano Donald Trump. 

Autor

Imagen de Abraham Santibáñez Martínez

Secretario General del Instituto de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.Premio Nacional de Periodismo 2015

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