“No se merecía que los medios de comunicación los trataran como un delincuente”. Con estas palabras, la empresaria Érika Quiroga, se refiere -todavía con molestia- al trato que se le dio a la información sobre la muerte de uno de sus trabajadores, José Escobar, quien falleció el día lunes producto de una puñalada recibida el pasado sábado, en calle Varela –Coquimbo- justo en frente del Mall Vivo.
Cuando llegamos hasta la Hacienda Carmen, en Pan De Azúcar, la mujer nos esperaba junto a los compañeros de José, quienes también querían dar testimonio de lo que pudieron conocer de este hombre de 35 años, quien había llegado desde Temuco hace cuatro meses a laborar en la región, para nunca más volver a su tierra natal.
El fin de la faena y su vida
En la casa donde el hombre trabajaba y también vivía hay incertidumbre y dolor. Su partida caló fuerte, y además no saben si continuará la faena. De ser así, todos deberán partir a buscar otros rumbos. Con esa idea en la cabeza, el día sábado por la mañana José salió del lugar junto a su pareja Sonia, y su amigo Ricardo, quien en los últimos días había traído a sus dos hijos desde el sur para pasar las vacaciones de invierno en la Hacienda.
Los fueron a dejar al terminal. “Lo que pasa es que José generó una conexión especial con los niños, así que nos acompañó a embarcarlos a mí y a mi pareja”, cuenta Ricardo, amigo del fallecido, todavía con pesar.
Una vez que se despidieron, ambas parejas decidieron ir a dar un paseo por el puerto. Fueron hasta la caleta y se comieron un mariscal, “como siempre lo hacíamos”, comenta el amigo, agregando que después de eso se separaron. Ellos, volvieron a Pan De Azúcar, mientras que Sonia y José se quedaron en la caleta. “Esa fue la última vez que lo vi”, relata Ricardo.
"No era delincuente"
“Yo siento que lo trataron como si fuera un delincuente, y él era un trabajador sumamente honesto y esforzado”, dice Érika Quiroga, mientras a su lado, Ricardo asiente con los ojos llenos de lágrimas. “No tenía antecedentes, porque eso es lo primero que les pedimos acá cuando entran a trabajar, ni tampoco era cuidador de autos ni vendedor ambulante, como dijeron”, agrega la empresaria, quien cuando se enteró de lo que había sucedido, se hizo cargo de todo, se contactó con la familia y confirmó la identidad del fallecido. “Él salió el sábado y pensamos que estaba con su pareja, pero cuando vimos que ella apareció sola el domingo nos preocupamos”, relata la mujer.
Y la incertidumbre creció todavía más cuando llamaron a Carabineros, para preguntar por José, y les dijeron que un hombre había sido apuñalado en pleno centro de Coquimbo. De inmediato pensaron lo peor. “No supimos qué hacer al principio, pero se me vino a la mente el reportaje que hicieron ustedes (Diario El Día) la semana pasada sobre la niña que le dispararon en Cerrillos. Yo conozco al padre y sabía que estaba en el hospital, entonces le pregunté si había visto algo por allá y se dio una casualidad que nos despejó todas las dudas, lamentablemente”, relata Érika.
A la misma sala donde todavía se encuentra Johana Cortés -la joven baleada en Pan De Azúcar- en la cama de al lado, acababa de ingresar una persona de sexo masculino con una herida en la pierna, de carácter grave. La empresaria le pidió al padre de Johana (Juan Cortés) que lo describiera.
“Ahí ya él me dijo que era grande, sobre el metro ochenta, el color de pelo, la piel, todo y supe de que era José”, cuenta, mientras una lágrima cae lentamente por su mejilla. Después lo confirmaron todo. Se trataba de José Escobar quien había sido atacado en extrañas circunstancias. Resistiría dos días más, falleciendo el lunes por la noche.
Investigación en curso
El presunto autor del delito ya se encuentra plenamente identificado. Pese a que desde la PDI, no pueden dar mayores antecedentes, Diario El Día tuvo acceso a testigos de lo sucedido, quienes entregan su versión de los hechos y descartan que se haya tratado de una riña.
Cuando dejamos a la señora Érika y a Ricardo en Pan De Azúcar, fuimos al lugar de los hechos. Allí, en calle Varela, frente al Mall Vivo, muy cerca del lugar donde próximamente se construirá un cuartel policial en la comuna puerto, ya no quedan indicios de lo que pasó. El comercio ambulante está por todos lados y se puede ver a gente bebiendo alcohol a vista y paciencia de todos.
Un vendedor informal, a quien llamaremos “Pablo”, se dirige a nosotros y nos cuenta lo que vio, agregando que, “todos saben, aunque no le quieran decir”. El sujeto dice haber visto a José caminando tranquilo, solo por calle Varela, con una bolsa. Después le perdió la pista y lo reconoció cuando estaba en el suelo, luego de ser agredido. “Fui cuando vi el alboroto y se le llevaron. Lo habían apuñalado, eso era lo que supe en es ese momento, pero después preguntando supe lo demás”, relata.
Según el individuo –lo que fue ratificado más tarde por Érika Quiroga quien tuvo acceso a información de la Fiscalía- se trató de un ataque circunstancial. Iba de vuelta a la caleta de Coquimbo, donde hace un rato se había separado de Sonia, probablemente a buscarla. En sus manos llevaba una bolsa, cuando de un momento a otro, un sujeto conocido en el sector como “el chico Carlos”, intentó arrebatársela, pero no pudo y José le lanzó un golpe hacia atrás.
Las cosas no quedaron así. El “chico Carlos” corrió hacia el puesto de un vendedor de anticuchos desde donde sacó un cuchillo con el que le propinó la estocada al trabajador, la que a la larga sería fatal. De acuerdo a la información a la que pudimos acceder, luego de cometer el crimen, el sujeto huyó del lugar en dirección al terminal de buses, según se puede ver en las cámaras de seguridad. Allí se le perdió la pista y hasta ahora se mantiene prófugo de la justicia.
La discusión final
Pero volvamos atrás. Minutos antes de ser atacado, José Escobar se encontraba junto a su novia, Sonia, con quien había pasado la tarde. ¿Por qué se separaron y José caminaba sólo por Coquimbo? La única que nos podía dar esa respuesta era la propia mujer, a quien, luego de buscarla por diversos lugares del puerto, logramos ubicar en el sector del Rosario de Peñuelas, vendiendo naranjas con una amiga, precisamente la pareja de Ricardo, compañero de José.
En un comienzo Sonia se muestra reticente a hablar del tema, pero luego se explaya y llora. Asegura que su historia de amor duró tan sólo un mes, pero fue intensa. “Trabajábamos juntos y pasábamos todo el día el uno con el otro. Entonces es muy difícil enfrentar lo que pasó”, dice, con el sonido de los autos que pasan de fondo.
La tristeza aumenta cuando recuerda la discusión previa, que hizo que José se fuera de la caleta, y ella quedara sola. “Fue una discusión típica de pareja, nada grave. Nunca pensé que no lo volvería a ver nunca más. Me quedé esperándolo hasta que anocheció y me extrañó mucho que no haya vuelto. Tuve que dormir en la Avenida Costanera, con unas amigas que encontré”, relata, y la pena le impide seguir hablando.
El lunes por la mañana regresó a la Hacienda Carmen y encontró la pieza que compartían cerrada con candado. Cuando preguntó, nadie sabía nada de José. El resto es historia: el trabajador fue una víctima más de la delincuencia que no da tregua.