La escena parece sacada de una película de guerra. Decenas de góndolas en el suelo y completamente quemadas. En algunas bodegas aún salía humo como una señal ineludible del siniestro que en sólo minutos terminó con el Líder Express ubicado en Coquimbo cerca del cementerio porteño.
El recinto consumido por las llamas, fue la imagen más dramática del ‘cacerolazo’ que durante la tarde del sábado comenzó como una señal de protesta pacífica en contra del sistema económico y cuestionamientos al gobierno de turno, encabezado por el empresario Sebastián Piñera y que terminó en un verdadero caos.
La impotencia y el desconcierto la vivió un grupo de trabajadores que intentaron resistir hasta el final, pero terminaron sucumbiendo ante la avalancha de personas que simplemente arrasaron con todo. El Día tuvo acceso a un testimonio de uno de los funcionarios que intentó impedir por todos los medios que el establecimiento fuera saqueado, pero todo resultó en vano.
La gerencia, pasada las 17: 30 horas, determinó cerrar el establecimiento como medida de protección de los usuarios y de los trabajadores. Ya advertían que la jornada sería intensa y caótica.
Como medida de resguardo en el frontis del supermercado se apostó una línea de integrantes de fuerzas especiales de Carabineros como una forma de impedir el ingreso de la turba. Pero, todo resultó en vano. Simplemente fueron sobrepasados y abandonaron el lugar.
Fue en ese momento que todo se desbordó y comenzó la destrucción y el fuego. Es por ello que los ejecutivos dieron la orden de abandonar las dependencias en medio del desconcierto. Como medida de resguardo un grupo de 12 personas salieron con las manos en alto para evitar ser agredidos. “Pero, igual nos gritaron todo tipo de insultos. Fue todo muy tenso”, confesó.
Saqueo
Son pasadas las 09: 00 de las mañana del domingo y la claridad del día reflejó la dimensión de la destrucción. Sin embargo, lo que más conmueve y provocó impotencia, fue la reacción de decenas de personas que ingresaron al supermercado quemado y terminaron por llevarse lo que aún estaba en condiciones. En otro extremo se encontraban los trabajadores que de todas formas llegaron a su jornada y simplemente no la podían creer.
Sólo atinaban a mover la cabeza, se abrazaban como una señal de consuelo. Se estima que diariamente trabajaban unas 250 personas, pero generaba un aporte indirecto para unas 500. Si bien existen seguros comprometidos, al interior del establecimiento no pueden comprender cómo se llegó hasta este extremo. Pero, lo que más se rechaza es la reacción del día siguiente con los saqueos.
El general Jorge Morales en el encuentro con los medios de comunicación evitó responder el por qué no existían militares resguardando el perímetro para evitar los saqueos.