Un ciudadano argentino de 25 años y un profesor de la ULS, de 51, se conocieron en las afueras del pub La Biblioteca, en La Serena. Vivieron una intensa amistad, sin embargo, el 21 de noviembre del 2015 el más joven terminó con la vida del docente. Fue una historia de drama y sangre cuyos detalles no se habían revelado, hasta ahora.

Jean Franco ingresó a la sala con una leve sonrisa y no baja la mirada. Tiene la tranquilidad del que se ha reconocido culpable y a quien la conciencia parece no pesarle.

Engrillado y con un gendarme a cada lado, se sienta frente a los jueces. Allí, espera, escucha, y sí, habla cuando lega su turno. Será juzgado.

Y es que tras casi un año, esta semana se dio inicio al juicio oral por el homicidio del profesor de la Universidad de La Serena Pedro Santelices Martínez (51), quien el 21 de febrero del 2015, fue brutalmente atacado con un cuchillo cocinero por Jean Franco Molina (25) el joven que permanece en la primera fila de la sala, imputado.

El hecho se produjo en la casa del docente, en un departamento tipo container ubicado en la intersección de las calles Lautaro con 18 de Septiembre, en el centro de La Serena, y una vez consumado el crimen el individuo, proveniente de Argentina, huyó del lugar, dejando el cuerpo de quien había sido su amigo en el lugar.

“Nombre completo y fecha de nacimiento”, pregunta la jueza desde el estrado y el argentino responde seguro, comienza a dar su testimonio y lo reconoce todo. “Sí, lo hice, pero él me provocó”, dice en algún minuto, tratando de justificar su horrendo crimen, buscando la misericordia de los magistrados.

Claro, la defensa apostó por la obcecación. Aseguraban que el imputado le había propinado las puñaladas a Santelices, luego que el profesor intentara mantener relaciones sexuales con él. Pero, ¿Cómo habían llegado a tal nivel de confianza?, ¿qué hacía un joven de 25 años, quien en ese momento vivía en situación de calle, acostado con un profesional de 51, mirando televisión a altas horas de la noche? Diario El Día tuvo  acceso a esta historia que terminó con el peor de los finales.

 

CASUAL ENCUENTRO

Mediados del 2015 y en las afueras del pub La Biblioteca sus vidas se cruzaron. El profesor Pedro Santelices se encontraba compartiendo adentro con algunos amigos, pero salió por un momento y ahí estaba él, Jean Franco, quien se acercó para pedirle fuego. No tenía, sin embargo, no fue motivo para detener la conversación.

Y así pasaron los minutos, y las horas. El argentino se sintió atraído por la personalidad del profesor que manejaba varios idiomas, y el docente simpatizó con el impetuoso joven, quien pese a estar en un complejo momento –sólo con trabajos esporádicos y viviendo de allegado en la casa de un primo-, mostraba optimismo y ganas de aprender. De hecho, este fue uno de los principales puntos de convergencia. El mismo día el profesor le ofreció darle clases de alemán, Jean Franco aceptó. Intercambiaron direcciones, y comenzó la amistad. Se dio inicio a la fatídica historia.

Al principio se frecuentaban poco, pero con el paso de las semanas, de los meses, empezaron a verse más a menudo, sobre todo cuando el primo del argentino, con el cual residía, tuvo que partir a Santiago por motivos laborales.

Aquel fue un duro golpe para Jean Franco. Claro, el joven había llegado desde Argentina en el 2013, en busca de oportunidades, pero no las encontró. Al contrario, aquí en La Región de Coquimbo, comenzó a juntarse con “malos amigos”, e incluso, en una oportunidad fue detenido por robo. Su único apoyo era él, su primo, su mejor amigo, quien lo acogió por casi dos años.

Se quedó sin un lugar donde vivir y sus adicciones al alcohol y la pasta base se incrementaron. La calle fue su refugio y cuando no estaba allí, con la cabeza sobre el asfalto, estaba con el profesor Santelices, a quien visitaba cada vez más a menudo. De hecho, el argentino se convirtió en un conocido del sector y se le veía entrar, salir y pernoctar en el lugar estuviese o no estuviese el dueño de casa.

 

FUERA DE CONTROL

Pero la amistad se les fue de las manos, al joven y al profesor. Los límites no estaban definidos y ahora el uno era un problema para el otro. Es que hay un punto que nunca se aclaró del todo, pero bajo cuerdas, siempre se dijo que entre ambos había existido una tensión sexual, e incluso, tras el crimen se encontró “evidencia genética” tanto de Jean Franco como de Pedro Santelices en una esponja de baño.

Y de acuerdo a lo indicado por la defensa durante la audiencia de presentación de pruebas del juicio, esta no era la primera vez que el profesor de la ULS mantenía una relación cercana con un joven menor. De hecho, meses antes de conocer al argentino habría mantenido contactos del mismo tipo con un cuidador de autos de calle Lautaro, muy cerca de donde él residía.

Las discusiones entre los amigos se volvieron repetitivas. Aquello consta en el relato de testigos que aseguran que días antes de que se produjera el crimen, oyeron gritos desde el interior del container que, a estas alturas, ya compartían Jean Franco y Pedro.

Incluso, en algún momento ambos habrían tomado la decisión de no verse nunca más. El homicida dejó de frecuentar a su víctima por algunos días y volvió de lleno a la calle. Se hizo amigo de la administradora de una botillería en calle Benavente, en el centro de La Serena y sobrevivió realizando trabajos esporádicos de carácter doméstico a la locataria.

Fue en ese tiempo también cuando conoció a un grupo de misioneros mormones, con quienes entabló una amistad. Claro, ellos detectaron que tenía problemas, y quisieron ayudarlo. Para eso, le pidieron a Jean Franco la dirección de su casa y él, tal vez por costumbre, dio la del profesor Santelices.

Días más tarde, el grupo de mormones llegó hasta el domicilio de calle Lautaro, y al preguntar por el joven, uno de los vecinos del docente, quien ya lo ubicaba, le fue a avisar al morador, a lo que éste respondió con un fuerte “él no vive acá”. Los misioneros se retiraron.

 

EL DIA D

No se sabe ni cómo ni cuándo, pero el argentino y el profesor volvieron a encontrarse. Retomaron su amistad y Jean Franco de nuevo era un habitué del lugar.

Pero ya nada era como antes. La relación estaba quebrada y no había esa química inicial que se produjo cuando los dos hombres se encontraron aquel día en las afueras de La Biblioteca. Aun así, algo los mantenía unidos.

Sin embargo llegó el 21 de noviembre. Ese día el argentino llegó a la casa del profesor durante la tarde, y según el relato de vecinos estuvieron sentados en las escalera que lleva hasta el container fumando algunos cigarros hasta eso de las 20.00 horas. En ese momento, ingresaron al inmueble, para, sin saberlo, horas más tarde protagonizar la tragedia.

Golpes, algunos gritos y silencio. En ese orden fue lo que escucharon los vecinos esa madrugada y al otro día, el container cerrado con un candado puesto. Del profesor nada se supo, hasta que cuatro días más tarde, una compañera de trabajo lo fue a buscar a su residencia y al percatarse de que habían restos de sangre en una de las ventanas, fue a la PDI a realizar una denuncia por presunta desgracia.

Los efectivos fueron al lugar y al forzar la puerta se encontraron con el peor de los escenarios. Ahí estaba, Pedro Santelices Martínez, tendido boca abajo en su domicilio, con diversas heridas provocadas con un arma corto punzante y golpes. Su data de muerte era de cuatro días.

 

LA HUIDA

“No tengo nada que decir”, fueron las palabras de Jean Franco, allí, en el segundo día de juicio, donde su defensa alega obcecación como atenuante para justificar la acción criminal. El sujeto no hace uso de su derecho de hablar en la última oportunidad que tiene. Y es que ya lo ha dicho todo. “Se dan por terminados los alegatos, la deliberación se dará a conocer durante la tarde”, dice la jueza, y en ese momento los gendarmes se llevan al imputado a la celda.

Sigue con la sonrisa leve y la mirada en alto, de quien tiene la tranquilidad de haber reconocido todo y a quien la conciencia no parece pesarle.

Claro, en ese momento se le ve impávido, pero ese 21 de noviembre tras haber atacado al profesor y darle muerte, no se encontraba tan relajado. Según su relato, reaccionó luego que Santelices, intentara tener relaciones sexuales con él, algo que no pudo ser probado, sin embargo, sí se corroboró que existió una discusión entre ambos, la que Jean Franco terminó de manera bestial.

Tras huir del lugar fue donde su amiga, la de la botillería de calle Benavente. Y le pidió cambiarse de ropa. No le confesó lo que había sucedido, pero sí lloró frente a ella y actuó de manera extraña. Se despidió y se retiró en dirección al norte del país, donde permaneció prófugo hasta el día de su captura.

En el intertanto, mantuvo comunicación con su primo, el que se había trasladado a Santiago, y con quien había vivido en La Serena. Dialogaban por Facebook constantemente y en una de estas charlas, el joven confesó su crimen. Según su primo, además, manifestó sus intenciones de entregarse, pero claro, antes quería viajar a la capital, a conocer al hijo de su familiar y mejor amigo.

Pero algo salió mal. Resulta que la Policía de Investigaciones tuvo acceso a esas conversaciones que Jean Franco sostenía con su primo, y supieron del día y la hora en que viajaría a Santiago, para reunirse con él.

Lograron interceptar el bus que transitaba desde Antofagasta y allí estaba él, sentado, no opuso resistencia, tampoco negó lo sucedido. Sabía que tenía que pagar.

 

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