Ramón González Munizaga, de entrada aclara que no tiene segundo nombre, a pesar que nació en 1945, época en que se usaba poner varias identidades.
Es conocido en la zona, ya que fue seremi de salud y por su trayectoria como médico. Irónicamente nació en manos de una partera llamada Ramoncita, en calle Alfalfares de La Serena, aunque su nombre lo lleva por su padre que se llamaba Ramón Ángel, mismo nombre que quería para su hijo. Sin embargo su mamá quería bautizarlo como Juan Ramón, como no lograron ponerse de acuerdo, terminó siendo bautizado como Ramón a secas.
El Seminario Conciliar de La Serena fue su casa de estudios desde que ingresó por primera vez a un aula. Allí, cursaría su enseñanza básica y luego lo que hoy se llama enseñanza media (desde tercera preparatoria a sexto humanidades).
Dice tener los más lindos recuerdos de esos años de estudio. “Nosotros vivimos toda la vida en calle Rodríguez, al lado del Seminario (Conciliar), lo que era la Población de Carabineros, ya que mi padre fue funcionario de Carabineros. Por lo tanto pasábamos todo el tiempo en el seminario, porque en las vacaciones igual nos íbamos a jugar ahí fútbol, básquetbol o a sacar chirimoyas o papayas en un huerto que tenía el colegio”.
Plantea que hay una gran deuda con dicho colegio, recordando que tenía grandes educadores, formadores de generaciones de estudiantes, “que no se han reconocido nunca y espero yo rendirles un pequeño homenaje para que calles de La Serena lleven esos nombres que cientos de muchachos van a recordar con mucho cariño”.
La Pandilla del Barrio
Ramón González tuvo una niñez normal, compartiendo con sus amigos y recuerda que en la población de carabineros era parte de lo que llama la pandilla del barrio.
“Salíamos a las cuatro de la tarde del colegio y como vivíamos al lado, cuando llegábamos a la casa estaba servida la once. La rutina nuestra, establecida por mis papás era que teníamos que hacer las tareas y estudiar, hasta las cinco de la tarde, así que ahí terminábamos con mi hermano Fernando con el que juntos hicimos toda la educación. Después de eso a jugar y nos esperaba la pichanga en la cancha de enfrente que estaba enmarcada por aromos, lúcumos, paltos, nísperos y chirimoyos, eso era un parque precioso. Hoy se construye allí un edificio horrible y le afea la línea al Seminario Conciliar, cerrándole toda visión a los dueños de las casas que están colindantes”, señala.
Rememora que las pichangas del barrio junto a su pandilla eran hasta el final, hasta que se oscurecía. También practicaban lo que llama lanzamiento de la jabalina, utilizando cañas y se subían a los árboles a sacar la fruta. “Fue una infancia muy feliz, yo me acuerdo de todos mis amigos y nos vemos con frecuencia. Hay un par de ellos que se han ido, pero son los menos, los demás seguimos acá”.
Ya en enseñanza media con sus amigos se dividieron y algunos estudiaban en el liceo de Hombres y otros en el Seminario Concilar, que eran los centros de estudio más importantes que existían, era la época de los ‘50.
Respecto a ser compañero de curso de su hermano (un año menor que él), indica que no fue problema y que incluso se sentaban juntos, porque su padre siempre lo quiso así. “Nos acompañábamos mucho, aunque yo era el acusete como hermano mayor y en ese tiempo se respetaba el mayorazgo, lo que decía el hermano mayor uno tenía que acatarlo y de alguna manera yo ejercía el papel de papá en el colegio. Mi hermano era mucho más desordenado que yo, siendo ambos muy buenos alumnos”.
Declaración de Amor
El actual concejal por La Serena, militante del Partido Demócrata Cristiano, señala que en la época del pololeo (adolescencia) las cosas del amor eran más tardías que en la actualidad.
Menciona que “primero había que declararse y era de rigor que la niña se tomaba un par de días en responderle. Eran años que las costumbres eran muy diferentes. Por lo tanto, había mucho respeto, mucho pudor, la actividad sexual estaba vedada para los pololeos en esos años. Era el campeón del barrio el que contaba alguna hazaña en ese aspecto”, cuenta.
Cuando terminaron la enseñanza media, él y su hermano ingresan a la universidad, por lo que significó un tremendo cambio para toda la familia, la que debió mudarse a Santiago. Recuerda que fueron los dos primeros González que ingresaron a la universidad, de una familia enorme, ya que por parte de su padre eran 16 hermanos”.
Fernando, su hermano estudió medicina veterinaria y se dedicó largos años a la docencia en la educación superior, mientras que él siguió medicina y se tituló en dicha carrera en la Universidad Católica de Chile.
Carrera Rigurosa
De sus años de universidad señala que los estudios universitarios eran muy rigurosos y no se podían quedar en ningún ramo o repetían todo el año.
De esos años de universidad recuerda que fue un tremendo shock para él, lo que les comenta a ahora a su compañeros con quienes en la actualidad comparten un lindo grupo de amigos y celebraron hace un par de meses los 45 años de profesión.
El shock vino porque tuvo muchos contrastes. Primero, por ser provincianos y habían ido apenas dos veces a la capital. Por lo tanto, desconocían todo y debieron llegar a los rigores de la ciudad en una población relativamente marginal e ingresar a estudiar a la Universidad Católica, sede de las familias más acomodadas de Chile. Por ejemplo, en el primer año su compañero en el laboratorio de física, le comentaba que era nieto de presidentes por ambos lados de la familia: Santa María Pérez y de los 35 alumnos de ese año, 20 habían terminado sus estudios secundarios en Estados Unidos, por lo tanto, casi todos hablaban inglés. “Fue un choque tremendo tanto geográfico como de las amistades de otro nivel y eso fue para un adolescente muy fuerte”.
Dice no haber recibido algún tipo de marginación de parte de los compañeros, pero él se automarginaba. “No por razón de los compañeros, que son amigos entrañables, pero ellos tenían costumbres, que por haber nacido en cuna de oro, eran muy distintas, aunque no lo hacían por disminuirlo a uno, era por naturaleza, pero era gente extraordinariamente buena, bien intencionada, cariñosa, pero uno sufría los rigores de las diferencias sociales, aunque hay que recordar que eran tiempos muy tradicionales. En aquellos años, todos los días, a las diez de la mañana, bajaba de sus oficinas el gran canciller de la universidad a tomar un café, que era monseñor Alfredo Silva Santiago, venía con todo su atuendo y cuando pasaba por el pasillo, los que estábamos allí nos arrodillábamos y le besábamos el anillo cardenalicio”.
Título entregado por Allende
El hoy doctor González recuerda que su título, tras terminar sus estudios de medicina, se lo entregó Salvador Allende, quien ya era Presidente de la República, era 1971. Indica que por esa época se recibían cerca de 300 médicos al año en el país. Por lo tanto, se hacía una sola ceremonia oficial en el Teatro Municipal.
“Me acuerdo que estuvo mi padre con mi hermana, mi mamá falleció en esta aventura santiaguina”. Cuenta como anécdota de esa ceremonia, que su padre era serenense de tomo y lomo y que en ese acto solemne quiso gritar lo mismo que había gritado años atrás, cuando con su hermano fueron seleccionados en la universidad ¡¡Viva La Serena!!, saliéndose de todo protocolo. Pero en esta ocasión fue contenido y casi amordazado para que no cometiera ese exabrupto.
Tras recibirse, su papá le entregó un pasaje de la línea Andes Mar Bus y se vino de inmediato a La Serena para comenzar a trabajar en el hospital de la ciudad.
Noviazgo y Casamiento
Ramón González hace memoria para retroceder a su época de pololeo y cuenta que inició su relación de pareja con Irene ‘Tita’ Ireland su actual esposa, dos años antes de recibirse. En ese tiempo pololeábamos por carta porque estaba empezando sus internados, el de pediatría en el Hospital Roberto del Río y luego el de obstetricia y de cirugía en el Hospital de Talca.
Referente a su esposa, indica que un grupo de estudiantes del Seminario se seguían juntando todas las semanas en Santiago, mientras estaban en la universidad, entre ellos un detenido desaparecido, que hasta hoy los mantiene con pena y rabia. En ese tiempo uno de ellos se casó en Coquimbo, por lo tanto, vinieron todos los que estaban en la capital a la boda. Fue allí cuando conoció a su esposa Irene y no volvieron a separarse nunca más. Tres años después de ese encuentro, se casaron en la Iglesia de Guayacán.
Tienen cuatro hijos, la primera y la única que nació en Santiago es Tini, luego viene Juan Francisco, José Sebastián y Constanza María, esta última avecindada en Australia.
Nada con la Política
Reconoce que nunca le interesó la política, hasta bien tarde en su vida, aunque reconoce que siempre fue un admirador de Eduardo Frei Montalva. Siendo médico hacía varios años ya, en 1987, el día que llegó el Papa Juan Pablo Segundo a Chile, salió una carta en diario El Día, firmada por dirigentes vecinales designados, donde descalificaban al obispo González de Punta Arenas, quien había discrepado con monseñor Fresno, arzobispo de La Serena y se decidió a enviar una carta contestando a los dirigentes, en una época en que no se iba contra el orden establecido por la dictadura. Ese hecho significó que recibiera un anónimo con amenazas a su oficina, situación que no aguantó y decidió ingresar al movimiento político de la época e integró la Comisión de Elecciones Libres, que posteriormente sería el Comando del NO y presidió a los independientes por Aylwin. Precisamente días antes de que asumiera Patricio Aylwin, le solicitan que sea seremi de Salud, cargo que ocuparía hasta el 2006. Dos años después comienza a militar en la DC.
El Concejal
En la actualidad Ramón González se encuentra jubilado hace dos años y menciona que decidió ser concejal, por estar en una etapa de su vida donde dispone de más tiempo, pero dice que en primer lugar es médico y lo seguirá siendo hasta que se muera. Explica que es su vocación cívica que lo llevó a ser autoridad comunal, que le debe todo a esta ciudad y que era momento de comenzar a devolver algo de lo recibido. Así que pretende volcar su experiencia en la salud pública, el de su trabajo de 10 años como seremi de Salud y porque es un área donde la gente tiene falencias y necesidades. 1601