• El abogado que dejó el Derecho por las viñas y el aceite de oliva
    El abogado que dejó el Derecho por las viñas y el aceite de oliva
Por tradición familiar, Ignacio Krebs (32) se recibió en Derecho como sus padres, pero al poco tiempo renunció a una segura carrera, por un proyecto empresarial en la finca de sus abuelos maternos. Hoy, junto a su hermana, produce aceites premium altamente cotizados en la región trasandina que combina con un restaurante y un almacén con productos típicos en las afueras del departamento de Rivadavia.

En 12 hectáreas Ilinca cosecha uno de los mejores aceites de oliva del departamento de Rivadavia, a 10 kilometros de San Juan Argentina. Cuatro días a la semana, la finca abre sus puertas para quienes gustan del arte culinario y música en vivo con acento en la cultura y artistas locales.
La apuesta agroindistrial y alimentaria es liderada por Ignacio Krebs y su hermana Victoria. Su historia sorprende.
Es hijo de abogados. Su madre trabajó en el poder judicial hasta que se jubiló. “Vengo de una tradición un poco jurídica. Arranqué con el mal de familia y la decisión de qué estudiar”.
En todo caso, en su momento su familia le indicó que él decidiera. “‘Estudia algo, lo que quieras, pero hazlo bien’. Entonces, ante la indecisión, bueno, vamos con el mal de familia y la tradición (derecho)”.
Antes de terminar la carrera comenzó a trabajar en el estudio de su familia, pero poco a poco comenzó a tener un dilema interno. “No me sentía a gusto, trabajé un año y medio después de recibirme y decidí que no era algo para mí. Es un ambiente muy hostil”.
Lo grafica con un simple ejemplo. “Hoy estoy trabajando con personas que son mis clientes y vienen en el mejor momento de su vida. Llegan a distraerse, de ocio y a disfrutar cultura. Pero cuando era abogado la gente llegaba en su peor momento, cuando tenía un problema y venía a traspasártelo a ti para salir a pelear”.
Explica que no sólo tenía que pelear con un tercero, si no que con toda la justicia Argentina, “es pelear con el sistema y la gente que administra el poder judicial y mucha gente”.
La decisión fue radical. De la noche a la mañana dejó el bufete y comenzó una nueva vida. No fue fácil. Si bien su madre lo apoyo, “mi viejo no lo entendía”. Pero, con el tiempo logró asimilarlo. “Hoy está feliz y comparte conmigo 100% el proyecto. Están jubilados y tranquilos y lo tienen como una actividad secundaria”.

APUESTA ARRIESGADA
Ignacio fue el anfitrión de la delegación de periodistas chilenos que la semana pasada estuvo en San Juan cubriendo una gira de integración. Asimismo, estuvo el gerente de la Corporación de Desarrollo Regional, Cristian Osorio y Antonio Videka de Corminco.
Krebs con el paso del tiempo reconoce que la apuesta fue arriesgada, tenía un buen ingreso como abogado, pero costó arrancar, principalmente por un prejuicio personal. “Lo económico me ataba mucho, porque como abogado tenía un ingreso seguro y con una proyección de futuro buena y acá era venir a algo totalmente incierto y sin proyección”.
La finca la heredaron de los abuelos maternos, quienes siempre se dedicaron a la parte productiva, “y nosotros retomamos el trabajo”. Se trata de tierras que en un momento pertenecieron a los jesuitas, “mis abuelos y padres siguieron en la misma línea, cosechar y vender”.
Sin embargo, cuando fallece su abuela (hace 10 años) junto a su hermana Victoria (licenciada en comercio exterior) comienzan a plantearse la idea de dar un paso más adelante y darle valor agregado.
La finca se ubica en la localidad de Marquesado perteneciente al departamento de Rivadavia, donde habitan por lo menos unas 4 mil personas.
Actualmente tiene 32 años y es soltero. En todo caso dice tener claro los consejos que les entregará a sus hijos en su momento. “Que continúen en esto o en cualquier otras actividad que los haga brillar y fluir en su vida, porque yo estoy encontrando gran parte de mi brillo en esta actividad y la sigo buscando. Uno tiene que reinventarse todos los días”.
CONSUMO INTERNO
Por ahora sus productos están destinados al consumo interno. “Los frutos secos y aceite de Oliva en Buenos Aires, además de Córdova y Mendoza”.
Uno de los proyectos estrellas es el aceite de oliva Premium, “contamos con las mejores calidades que se hacen en la región. Nosotros cosechamos las aceitunas y las mandamos a elaborar a fábricas y después nosotros le damos valor agregado a partir del fraccionamiento, los cortes de variedades y buscar un aceite agradable al paladar. Nosotros hacemos el trabajo primario y el final”.
En su momento evaluaron la construcción de una industria para hacer el proceso completo, pero explica que hoy están concentrado en potenciar el área gastronómica y turística antes que la parte productiva.
Mensualmente están produciendo entre 3 mil a 5 mil botellas del producto, pero reconoce que siempre pensó en sacarle partido al entorno del terreno y la naturaleza y junto a su hermana se lanzaron en la iniciativa.
Desde el gobierno provincial han recibido apoyo para adquirir algunas maquinarias y participar en ferias de emprendedores. “Eso nos ha ayudado para la difusión”, subraya.
Las actividades culturales y gastronómicas la desarrollan de jueves a domingo. “Siempre apostamos que sea un producto cultural. Para ello privilegiamos bandas en vivo y que los músicos toquen música original, instrumentos amplificados y respetamos mucho el criterio de los músicos. Valoramos mucho los autores”.

SABOR TRADICIONAL
En materia culinaria apuestan por el asado punta de espalda que es ampliamente demandado en San Juan y Mendoza. “Es la carne que tenemos como plato de identidad y lo acompañamos con papas rústicas al horno. Además, que toda la gastronomía que hacemos es hecha en horno de barro y una ensalada criolla”.
En paralelo tiene un negocio donde vende todo tipo de productos, incluido los aceites.
Junto con el derecho siempre fue aficionado a la cocina, “con amigos, disfruté mucho de cocinar y en ese sentido efectuamos adaptaciones de la cocina criolla y que luego fueron tomando forma. La comida está siempre fresca, no tenemos comida recalentada y todo lo que se hace es en el momento”.
El entorno destaca por los rústico y tradicional. De hecho, las primeras mesas las fabricó él mismo adaptando palet y levantó unos quinchos. “En la primera temporada cocinaba, era mozo y todo. Pero, actualmente trabajan por lo menos 12 personas”.
Los clientes son personas de todas las edades. “Desde niños en brazo a niños que les cuesta caminar y piden ayuda para llegar hasta la mesa. Acá se relaja y se queda mucho tiempo”.
Una buena cena y que no falte nada, el costo es de 200 pesos argentinos, alrededor de 10 mil pesos chilenos.  

 

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