o todo el mundo puede tener vacaciones. A lo largo de chile son miles de personas las que deben trabajar durante los meses de verano y la ecuación es simple, si no lo hacen simplemente no les alcanza para vivir. No se trata sólo de no poder disfrutar de la playa, el mar, la arena. Y es que el tener que laborar durante los meses de enero y febrero, conlleva múltiples complicaciones, sobre todo cuando se es padre o madre. Claro, durante el año no hay problema, los pequeños están en el jardín o en la escuela, pero cuando llega diciembre y los establecimientos dejan de funcionar surge entonces la gran interrogante; ¿Con quién dejar a nuestros hijos? Si se tienen los medios la respuesta es simple, contratar una persona suele ser una buena opción. Sin embargo, cuando se trata de familias vulnerables, que se ven obligadas a no pasar este periodo con los pequeños precisamente para poder darles un mejor pasar, el problema se vuelve de proporciones, más aún, cuando a veces no hay amigos ni familiares a quienes se pueda recurrir.
Para remediar esta situación, fue que la semana pasada el día lunes, la Junji lanzó el programa Jardines Infantiles de Verano en la Región de Coquimbo, en donde los hijos en edad preescolar de quienes no pueden dejar de trabajar en estos meses podrán asistir. Un alivio para quienes realmente lo necesitan, una esperanza para “familias convencionales” o madres solteras que ven en esta temporada una oportunidad para poder salir adelante.
SIMPLEMENTE
HISTORIAS
Era “sólo el lanzamiento de un programa estatal”. Sí, digámoslo, aquellas pautas informativas a las que los medios no van y que generalmente llegan al correo por las tardes convertidas en comunicado de prensa.
El logo del Gobierno instalado en la Playa de Guanaqueros, sillas en fila y un pedestal para las autoridades. Todo dentro del protocolo, en el cotidiano mundo de las convenciones.
Pero había algo más allí y quisimos descubrirlo. Y es que detrás de las cifras -casi siempre tan frías e impersonales- que señalan que en Chile la iniciativa beneficia a 7.710 niños y niñas y que de ellos, 450 pertenecen a la zona, hay también 7.710 (o más) historias, ocultas detrás de la parafernalia de la inversión, opacadas casi siempre por el impersonal guarismo.
Allí estaba, con su historia en los hombros, en sus ojos. Aquella mañana Matilde Gramal era una de las protagonistas. Ella, ciudadana ecuatoriana residente en Chile hace cuatro años es una de las madres para quienes programas como este “cayeron del cielo”. Claro, aunque confiesa que en lo que lleva viviendo en nuestro país, jamás le ha faltado para comer, sabe que la situación es compleja y que no puede desaprovechar la oportunidad de recibir ingresos durante este mes, trabajando junto a su esposo en la Feria Artesanal de la localidad coquimbana.
Cuando nos acercamos se muestra tímida. Y es que pese a que aquel día incluso fue una de las oradoras de la ceremonia, le cuesta contar su historia, aquella que la trajo a Chile en busca de mejores oportunidades, las que encontró, pero el camino no ha sido ni será fácil. “En Ecuador la situación no estaba muy buena y yo tenía unos familiares acá, por eso con mi esposo tomamos la decisión de venirnos. Pero ha costado un poco, se puede salir adelante pero hay que trabajar mucho”, cuenta la joven que se casó a los 16 años y que recién cumple 20, y quien el resto durante los meses de otoño e invierno se desempeña en los “cultivos de camanchacas”. “Ahí estamos, la verdad es que sí alcanza para vivir, pero igual es malo porque es muy incierto lo que uno puede ganar ahí, a veces puedes ganar más, o menos. Alcanza para las cosas básicas como el arriendo y la comida pero no te puedo decir que la situación es buena, por eso que el trabajar en el verano es tan importante para nosotros, porque los ingresos que podamos obtener en la Feria Artesanal son los que nos van a servir durante el año, en tiempos de vacas flacas”, cuenta, mientras sentado a unos metros de distancia, un pequeño la observa, con la mirada fija, sentado junto a otros pequeños que asistirán al jardín de Guanaqueros, se trata de su hijo de tres años y tres meses, a quien tuvo en Chile poco tiempo después de haberse instalado en el país.
Matilde también vuelca su mirada hacia él. Parecen estar conectados y se emociona cuando le preguntamos sobre el niño. “Es chileno”, dice, de entrada, con un dejo de orgullo y nostalgia. “La vida cuesta más cuando hay un hijo pequeño de por medio, más para nosotros que no ganamos mucho dinero y que venimos de otro país, pero estaba en nuestros planes tenerlo, lo amamos y todo lo que estamos haciendo es por él. Incluso esto, el dejar de verlo como a nosotros nos gustaría, para darle un mejor futuro. Pero lo que nos deja tranquilos es que sabemos que mientras nosotros trabajamos, él va a estar bien, aprendiendo divirtiéndose en el jardín y cuando llegue el momento en el que podamos estar los tres descansando juntos lo vamos a disfrutar más”, relata la madre.
Pero la de Matilde no es la única historia. Ella ha llevado desde siempre a su hijo a los jardines de verano, por lo que, aunque aún le duele no estar todo el tiempo con él, hay cierta costumbre. Pero no ocurre lo mismo en el caso de Katherine Bugueño, quien por primera vez dejará a su hijo Alexander de dos años y medio en el establecimiento Castillito de Arena de Guanaqueros, durante la temporada estival. “Tengo que trabajar este verano, no queda de otra, por eso para mí es importante que exista este jardín. Durante el año me muevo en las ferias, la de las pulgas y otras. Soy comerciante, pero en estos meses salen muchos trabajos para allá para Puerto Velero y otras partes donde yo hago aseo, y eso me impide cuidar a mi hijo. Es raro no poder estar con él, y que tenga que estar durante esta época en el jardín, pero se nos hace necesario”, enfatiza Katherine, quien confiesa, tiene sentimientos encontrados. “Cuesta desprenderse”, dice, mientras Alexander juega futbol junto a su padre a unos pasos de nosotros.
EL DESAPEGO
Allí estaba el programa, las historias. Todas las familias agradecen que existan los jardines de verano, pero la gran mayoría también coincide en algo. Y es que aunque es por un bien superior, al tenerlos en los establecimientos, se puede produce un desapego padre e hijo al no poder estar juntos durante todo este tiempo.
Incluso, la directora regional de la Junji María Angélica Romero, se detiene en este punto. Está consciente de lo valiosa que puede llegar a ser la iniciativa para algunos padres y fundamentalmente madres solteras, pero sabe que no es la situación ideal. “El programa surge de las necesidades de las mamás que trabajan y estamos muy contentos con la acogida que ha tenido, porque sabemos que estamos ayudando a esas familias cuyos niños necesitan ser atendidos durante el verano. Ahí estamos nosotros para darles una respuesta (…) Pero sabemos que cubrimos una necesidad que se produce cuando la situación no es la ideal, lo ideal sería que todos los niños pudiesen pasar las vacaciones con sus padres y no en el jardín. Eso nosotros lo conversamos con las mamás porque creemos que es importante tener un espacio para las familias, o sea está bien trabajar pero también hay algo muy importante que es el apego, los niños y las niñas necesitan estar más en contacto con ellos”, sostiene.
La psicóloga de la Universidad Católica del Norte Marisol Urrutia, enfatiza en lo mismo. Ella también, desde su mirada personal, cree que a la larga estos jardines de verano cumplen un rol social importante, pero no todo sería positivo. Claro, puede haber riesgo de pérdida de vínculos. “Hay que destacar la importancia de los jardines infantiles de verano porque son un ente protector para los niños que no cuentan con las situaciones familiares para estar en sus hogares, o que sus padres están trabajando todo el día. Ahora, lo ideal sería que los padres pudiesen tener vacaciones en conjunto con los hijos, para ir estrechando el vínculo, porque no pasan mucho tiempo con los padres y podemos observar casos en que los niños tienen más apego con la tía del jardín que con ellos mismos, entonces ahí existe un tema que puede generar ciertos problemas”, indica la experta.
Y no sólo eso. Urrutia también pone el acento en que por más que en los jardines realicen acciones recreativas y que se procure que los niños, estén entretenidos, igualmente están en un contexto escolar y aquello no sería lo ideal para el descanso de los niños. “Es importante que los niños jueguen, se diviertan, y no que pasen todo el año en el jardín infantil, porque el tema del descanso en ellos también es algo relevante”, agrega.
DE VUELTA
EN LA PLAYA
Allí están. Matilde Gramal y Katherine Bugueño, con sus hijos. A ambas les gustaría quedarse con ellos durante todo este mes y dedicarles todo su tiempo. Están consientes de lo que plantea la especialista, pero saben que si no hacen el sacrificio simplemente durante el año no les alcanzará para vivir. “Yo espero que tengamos tiempo paras estar con ellos después, para devolvérselo. Para eso hacemos esto, para eso nos esforzamos y con mi esposo queremos que todo el sacrificio valga la pena”, indica, Matilde Gamal, mientras camina de la mano con su pequeño, se detiene y lo abraza, aferrándose a él. 4601iR