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Alejandro Pizarro
Conseguir productos esenciales, además de insumos para enfrentar el Covid-19 y otras complicaciones, como adquirir anticonceptivos femeninos, son una tarea habitual para las farmacias que no forman parte de las tres cadenas de mayor envergadura.

Realidades diferentes son las que enfrentan las farmacias pequeñas y que no forman parte de las grandes cadenas, en relación con una falta de stock en determinados medicamentos. Si bien la situación de cada establecimiento es variable, sin lugar a dudas hay un factor común: la dificultad para conseguir determinadas marcas y bioequivalentes, lo que debiera estar asegurado por la denominada Ley Cenabast. Se trata de una iniciativa que prometía una canasta de más de 140 medicamentos más baratos y de calidad.

Es una situación que ha afectado a diversas farmacias pequeñas, y que ha dejado en evidencia las dificultades con las que deben bregar sus dueños para poder ofrecer un stock a la altura de su clientela.

Una de ella es la Farmacia Abraham, una de las más antiguas de Coquimbo, y que desde hace casi 51 años ha sido administrada por el químico farmacéutico de la Universidad de Chile,  Abraham Shnaiderman, quien asegura que de un tiempo a esta parte han tenido diversas problemáticas para contar con determinados medicamentos que sus consumidores necesitan. “En general, son las mismas grandes cadenas las que nos entregan los medicamentos a través de sus distribuidores. En este momento, faltan varios medicamentos que son fundamentales para la gente, como por ejemplo Omeprazol, el Paracetamol, incluso el Mentolatum. Además, conseguir los bioequivalentes también es muy difícil en la actualidad, debemos arreglarnos para tenerlos”, subrayó Schnaiderman.

Además, don Abraham apuntó a la enorme discriminación que existe hacia las mujeres, y por tanto dificulta a las farmacias pequeñas para distribuir un producto fundamental, como son las pastillas anticonceptivas.

“Resulta que en todas las marcas prácticamente no existen diferencias, y cada pastilla podría tener un valor como máximo de 500 pesos cada una.    Además, a nosotros no nos venden esos productos, y cuando llegan o ofrecernos, llegan a un 20% más caro respecto de las grandes cadenas. Creo que se trata de un injusticia y que además nos golpea a nosotros, porque las mujeres pagan mucho más de lo que les corresponde”, subrayó el profesional, que reclama que en Chile no existe Ley de Aborto y la protección a los derechos de la mujer son muy precarios, por lo que se ven obligadas a adquirir estos productos, casi siempre en las grandes cadenas y a precios que superan en forma desmesurada los costos de producción real. “Existe una enorme discriminación, y para mi gusto los anticonceptivos deberían ser otorgados a las chilenas en forma gratuita y universal por parte del Estado. Debería, al menos, exigirse un medicamento bioequivalente, pero no lo hay en el caso de los anticonceptivos. Eso es grave y el costo sería absolutamente abordable”, subrayó.

Varía

El caso de la Botica Nilsson, con 30 años de experiencia en la capital regional, es muy distinto. Gabriel Nilsson señala que también han debido pasar por momentos complicados en materia de stock, pero en el caso de ellos se hizo notar especialmente durante la etapa de mayor expectación y angustia que dejó la pandemia.

“El alcohol gel, las mascarillas y guantes fueron nuestro gran problema en un momento dado, ya que se produjo un sobreconsumo yo diría a nivel nacional y mundial. Te diría que en el resto de los medicamentos, en nuestro caso, no hemos visto un quiebre de stock. No sufrimos grandes carencias, salvo por ahí alguna materia prima, pero por ejemplo antibióticos o analgésicos, para uso de las patologías más comunes, no faltaron”, subrayó.

A su juicio, la cadena de abastecimiento de Botica Nilsson “es bastante buena, y yo siento que tenemos una ventaja, porque nuestra capacidad de reacción es mucho más rápida de los que pueden tener las grandes cadenas farmacéuticas del país”, aseguró Gabriel Nilsson.

El químico farmacéutico destacó que el sistema de abastecimiento ha ido cambiando, y que eso se hizo patente durante el año pasado marcado fundamentalmente por la pandemia. “Debido a los protocolos Covid-19, pedidos de determinados productos y que podían demorar 48 horas, podían demorar cerca de 72 o incluso más. Eso fue una brecha”, concluyó. 

 

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