• Desde que se comenzó a tener mayor conciencia en los colegios sobre las colaciones saludables, los niños ya se han acostumbrado a ingerir alimentos sin sellos.
  • Las colaciones deben consumirse fuera de los horarios regulares y sirven para evitar largos períodos de ayuno.
  • El 68% de los encuestados reconoce haber modificado el consumo de ciertos alimentos por la Ley de Etiquetado.
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Janina Guerrero
La colación resulta fundamental para que los escolares tengan la energía suficiente y así soportar la exigente jornada en los colegios y puedan rendir de manera exitosa en los estudios, sin embargo, no todos están conscientes de su importancia. Mientras que algunos expertos señalan que existe un mayor grado de conciencia respecto al tema, aún falta mucho por mejorar. Pero también hay otros, que dicen que las barreras temporales, económicas y hasta familiares son las que dificultan que las personas, particularmente los niños, no se nutran como corresponde.

Este mes se caracterizó por el fin de las vacaciones y el regreso a clases de los escolares. Sin duda, después de comprar los famosos panes de nata, algodones, palmeras azucaradas y los cuchiflíes playeros, se pasa a consumir otro tipo de comidas cuyas funciones debiesen ser más nutricionales que placenteras: las colaciones.

Y es que el debate de estos alimentos se centra muchas veces en lo que quieren los niños, con lo que los padres desean que consuman y con lo que debiesen efectivamente ingerir para que tengan un adecuado desempeño escolar.

Richard Cardozo, padre de dos pequeños, piensa que es importante que las colaciones tengan un aporte nutricional porque los niños necesitan vitaminas para aguantar toda la jornada y que no se fatiguen. Además, agrega que el colegio al cual lleva a sus hijos impuso una minuta de colaciones basada en alimentos saludables “y que el mismo establecimiento sacó de su quiosco todo lo que es chatarra para disminuir el consumo de azúcares y grasas”. 

COLACIONES EFICACES

La nutricionista Jeniffer Rivera dice que, primero que todo, hay que saber distinguir qué es una colación. Y las define como un alimento que se consume fuera de los horarios de comidas establecidas como el desayuno, el almuerzo y la cena.

Rivera enfatiza que dicho concepto asociado a la escolaridad, al igual que la preocupación para que sean saludables, ha tomado mayor importancia en el último tiempo debido a que los niños están insertos en una jornada que es “bastante extensa”.

68% de los encuestados reconoce haber modificado el consumo de ciertos alimentos por la Ley de Etiquetado, vigente desde junio de 2016.

En base a lo anterior, el último estudio realizado por Jumbo y GFK Adimark evidenció que ha existido un avance en cuanto a la concientización de la alimentación saludable en los padres. Ya que uno de los resultados demuestra que el 65% de ellos ha empezado a restringir el azúcar, las grasas y la sal en las colaciones y comidas de sus hijos.

La nutricionista explica que estos se consumen fuera de los horarios regulares, “sólo son necesarios para satisfacer sus necesidades y evitar largos períodos de ayuno (cuatro horas sin comer), pero que bajo ningún motivo hay que ingerirlos cuando no se tiene hambre”.

Su recomendación sería que los niños no lleven más de una colación al colegio, que esta sea un complemento de las comidas principales y que idealmente se le acompañe con agua, no con líquidos altos en azúcares como jugos o bebidas.

76% de los padres está preocupado de que sus hijos lleven colaciones saludables al colegio.

La experta en nutrición declara que lo mejor es variar en cuanto al tipo de colación, es decir, ir alternando entre frutas, yogurt, algunas ensaladas cortadas en cubitos y frutos secos naturales, sin sal. Por lo que también recomienda planificar lo que los hijos llevarán al colegio y no improvisar durante la marcha “para que el tiempo no sea un obstáculo y así entregarles una buena alimentación a nuestros niños”.

BARRERAS QUE DERRIBAR

Si bien existe una conciencia generalizada entre los padres respecto a la importancia que tienen las colaciones y que deben ser saludables, el estudio de GFK Adimark con Jumbo muestra que la falta de dinero, tiempo y organización son los principales obstáculos que los padres mencionan a la hora de dar colaciones propicias a sus hijos.

Marta Velásquez, directora del Colegio San José, ejemplifica la situación con su experiencia de haber implementado un quiosco saludable y de elaborar una minuta de almuerzos para estandarizar el consumo dentro de la comunidad escolar.

Recuerda que hace un par de años, cuando se ejecutó su programa sobre alimentación, los niños pusieron problemas y se angustiaban por no comprar lo que ellos acostumbraban a consumir en el negocio interno del establecimiento. Y  por otro lado, algunos padres se resignaban a seguir las instrucciones de la minuta porque les demandaba más tiempo. Sin embargo, la directora  enfatiza diciendo que es difícil “meterse en la cocina de los padres”, pero que ahora la mayoría se ha ido adecuando y que actualmente tratan de cumplir. Además aclara que ha visto que los padres tienen mayor conciencia al respecto y que los niños han “naturalizado comer más sano”.

“Entendemos que la comida saludable suele demandar más tiempo para prepararla y que también es más cara, sin embargo, la mayoría de los padres ha sabido organizarse debidamente”, sentencia Velásquez.

Para la nutricionista Rivera, el tema sobre las barreras que dificultan una sana alimentación es más complejo de lo que parece. Ya que explica que la necesidad de ingerir comida viene por medio de la parte del cerebro más “primitivo” del ser humano: el sistema límbico, asociado con la sensación de placer. Y que este “siempre va a prevalecer” al momento de escoger un alimento.

Agrega que un gran obstáculo para que un niño se nutra sanamente es la misma familia, porque ellos suelen replicar las costumbres de su entorno, y la sociedad chilena, si bien ha tomado más conciencia, sigue siendo sedentaria y sin una cultura nutricional favorable.   

65% de los padres reconoce haber comenzado a restringir en sus hijos el azúcar, las grasas y la sal.

En relación a la barrera familiar, agrega que el chileno promedio tiene un perfil anterior de enfermedades crónicas no transmisibles asociados a la mal nutrición que van quedando en los genes y en la predisposición de los niños a tener los síntomas en la etapa de su crecimiento. Por lo que si los padres no se alimentan bien y son sedentarios, probablemente los hijos también lo sean. Y aunque le digan que deben comer bien y que tienen hacer ejercicio, “si ellos no los ven haciéndolo, no le van a encontrar ningún sentído hacer lo que se les exige o solicita”.

El estrés, la falta de tiempo por jornadas laborales extensas y transportarse largas distancias tienen como consecuencia que no exista mucho espacio para programar debidamente las comidas. Y considerando que el valor de los alimentos frescos y sanos es elevado, no todos los estratos socioeconómicos tienen el poder adquisitivo para obtenerlos.

Además, manifiesta la nutricionista, que la constante promoción de suministros no saludables, ricos en azúcares simples, grasas saturadas y sodio, sigue siendo potente a pesar de que la Ley de Etiquetado de alimentos ha sido factor para su disminución.  

CAMBIO DE HÁBITOS

Jeniffer Rivera considera que el perfil nutricional del chileno tiene una tendencia marcada hacia el sobrepeso y a la obesidad, debido a que los hábitos no son muy saludables. Sin embargo, en el último tiempo ha apreciado un aumento de conciencia sobre que la mala nutrición influye en desarrollar enfermedades metabólicas y crónicas no transmisibles.

La Ley de Etiquetado lleva dos años implementándose. Y si bien algunos expertos señalan que la medida ha servido, aún la tasa de obesidad infantil es preocupante.

Según el estudio que realizó GFK Adimark en conjunto a Jumbo, el 68% de los encuestados reconoce haber modificado el consumo de ciertos alimentos por la Ley de Etiquetado. Y eso para la nutricionista resulta esperanzador, puesto que en cierta forma representa que “en nuestra sociedad ha habido una mayor concientización respecto al tema”.

Para el sociólogo e investigador, Cristóbal Reyes, esta tendencia hacia tener una mejor nutrición se ha dado por un factor socio demográfico, ya que las tradiciones antiguas han ido “feneciendo” y las nuevas “madurando”.

“Entonces de algún modo este cambio que se refiere a la composición etaria, sexual y económica de la población ha generado que nuevas formas se vayan condensando en la sociedad actual”.

Reyes va más allá de una explicación reactiva y se remonta a principios del siglo pasado para evidenciar el cómo la sociedad actual ha ido cambiando su modelo de alimentación. Manifiesta que este fenómeno  se ha producido por un “paradigma global”, ya que por casos de países desarrollados las otras naciones han tenido que cambiar su cultura.

Ejemplifica con el caso de Estados Unidos, que a principios del siglo XX tenía una población con problemas de desnutrición y que actualmente tiene serios problemas con la sobre alimentación, dando por consecuencia una mayor tasa de obesidad y otra serie de enfermedades relacionadas.

Con esta situación, el país norteamericano decidió involucrar a otros países en vías de desarrollo a cambiar el tipo de alimentación atendiendo los problemas que sucedieron con respecto a la mala ingesta. Posteriormente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) instauró a nivel internacional como un paradigma global el tema de la promoción y prevención respecto a la buena nutrición.

El sociólogo sentencia que este caso que tuvo como primera referencia la experiencia de Estados Unidos,  ha hecho que se vaya replicando a través de las políticas públicas de la OMS un nuevo paradigma global sobre el fomento de la vida saludable para prevenir las consecuencias de una mala alimentación.

EL IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN

Todo este cambio de cultura se debe a la globalización, dice de forma categórica la socióloga Francisca Robles. Comenta que desde que las personas tienen un acceso más sencillo a la información, el ritmo de vida se ha acelerado y la sociedad ha podido adoptar un mejor estilo de vida.

Según ella, los medios de comunicación y las redes sociales han tenido un rol “súper” importante en el último tiempo debido a la cantidad de estímulos que estos entregan para que sus usuarios visibilicen cómo llevar una vida sana basada en la alimentación y la actividad física. Y que esto, “indudablemente” ha generado un cambio en cómo las personas adoptan costumbres o estilos de vida más saludables, pero esto “no ha tocado a toda la sociedad”.

Robles piensa que estos cambios, aparte de ser socio demográficos como lo manifiesta Cristóbal Reyes, son socio económicos. Esto porque son justamente las personas que tienen menos ingresos lo que más sufren de enfermedades relacionadas a la mala nutrición, “por lo que se establece una directa relación entre el estilo de vida con el nivel socioeconómico de una persona”.

La socióloga acusa que son las personas que tienen una condición económica más favorable donde se pueden evidenciar de mejor manera estos cambios, ya que el acceso a productos más sanos y a una vida menos sedentaria se da con mayor frecuencia en personas que tienen una buena situación económica.  

Por lo tanto, las personas que tienen una vida más acomodada tienden a generar un hábito y seguramente los transmitirán en sus próximas generaciones y estas verán el comer sano como algo natural. Cosa que en las familias con un nivel socioeconómico más bajo se da con bastante menos frecuencia, “no solamente por un tema económico, sino también pasa por un tema de educación”.

La conclusión de todo esto, es que estos cambios son “simbólicos” ya que se expresan a través de las redes sociales. Porque a través de estas plataformas las personas se muestran, pero sólo evidencian su imagen personal. Por lo tanto es en estas plataformas donde todos son más saludables, “pero en la vida real ese cambio no ha estado en todas estas personas”.

En complemento, el sociólogo Cristóbal Reyes, piensa que hay dos cuestiones que influyen sobre el cambio cultural: la política y la social. La primera tiene que ver con cómo las normativas propician los cambios relacionados con una buena alimentación y el debate público que se genera como consecuencia, como pasó con la disminución de sal en el pan y la Ley de Etiquetado. Y la segunda cuestión tiene que ver con la tecnología y las redes sociales, sobre cómo este tipo de información nutricional y de vida saludable disponible, va transmitiéndose para ser replicada por un segmento más joven, y  “son justamente éste público quien impulsa estas formas de alimentarse”.  

LOS JÓVENES SON LOS MÁS PREOCUPADOS

Según el estudio de GFK Adimark y Jumbo, son los padres más jóvenes, entre 25 y 34 años, quienes están más preocupados por la alimentación de sus hijos, mientras que los mayores de 55 son los menos inquietos al respecto.

Un ejemplo de esto sería Maité Arenas de 30 años, que piensa que “está bien inculcar una alimentación saludable desde chicos para que cuando crezcan no le tengan fobia a la comida sana”.

También Cristóbal Sanz, de 33, que le da frutas, cereales y galletas de arroz a su pequeño hijo porque considera que es mejor que las colaciones tengan un valor nutricional para “fortalecerlos y no bajar sus defensas, en vez que sean ricas para ellos”.

El sociólogo e investigador, Cristóbal Reyes, piensa que el hecho de que los padres jóvenes se preocupen más de las colaciones “tiene que ver con un cambio cultural respecto de los grupos etarios”. Ya que el joven chileno es mucho más proclive a cualquier cambio y para experimentar cosas nuevas, que la gente más adulta que ha “cristalizado un solo estilo de vida”. En esa línea, gran parte de los jóvenes tienen las condiciones culturales para encontrar la mejor forma para perfeccionar su estilo de vida.

Mientras que la socióloga Francisca Robles, sentencia que los padres más jóvenes crecieron en una época de consumo y de las redes sociales, por lo que están más propensos a seguir lo que estas plataformas digitales sugieren como saludables. En cambio, “las generaciones más antiguas no siguen tanto estas cuentas y no están tan expuestos a la información que emana desde internet”.

Por último, la nutricionista Jeniffer Rivera aconseja que fuese “muy bueno” que en los colegios, del mismo modo que existe una enfermería, también haya una nutricionista para permanente evaluar, aconsejar y educar tanto a los alumnos, como a los profesores y apoderados.

“Esta sería una excelente medida para que se aprecie un cambio de alimentación en los niños”, sentencia. 

 

ZONA DE DEBATE

 

Marta Velásquez, directora Colegio San José: “Entendemos que la comida saludable suele demandar más tiempo para prepararla y que también es más cara, sin embargo, la mayoría de los padres ha sabido organizarse debidamente”.

Jeniffer Rivera, nutricionista: “sólo son necesarias (las colaciones) para satisfacer sus necesidades y para evitar largos períodos de ayuno, pero bajo ningún motivo hay que ingerirlos cuando no se tiene hambre”.

Cristóbal Reyes, sociólogo e investigador: “De algún modo este cambio (de alimentación) que se refiere a la composición etaria, sexual y económica de la población, ha generado que nuevas formas de hacerlo se vayan condensando en la sociedad actual”.

Francisca Robles, socióloga: “Se establece una directa relación entre el estilo de vida con el nivel socioeconómico de una persona”.

 

 

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