• César Medina es el claro ejemplo de que siempre existen segundas oportunidades. Foto: Rodrigo Solís
Cuando niño, pasó sus primeros años en un hogar de menores, lo adoptaron y siendo un adolescente escapó de su casa. Vivió más de 10 años en la calle y pese a todo, logró salir adelante y a sus 31 años, alcanzó su sueño: formar una familia

La vida de las personas tiene bemoles. Altos y bajos. Y muchas veces el destino se encarga de poner pruebas que dejan en evidencia la resiliencia, la voluntad y también la debilidad del ser humano.

Es la historia de César Medina, de 31 años de edad, quien nunca supo de su verdadero origen, pues no conoció a sus padres. En su primera infancia, vivió en un hogar de menores de “Niño y patria” hasta los 7 años, en Las Compañías, y luego fue adoptado por una pareja de adultos mayores.

“Nunca hubo para mi un trato de verdaderos padres. Me educaron, me alimentaron, pero luego las cosas se complicaron. Con el hijo de ellos no me llevaba muy bien y en ese tiempo fue cuando comenzaron los problemas”, recordó César con un dejo de tristeza y cierta amargura.

En ese momento, cuando tenía 16 años, tomó una decisión radical: Irse de casa, para vivir en la calle, para enfrentarse a lo que la vida le presente. “Lo hice siempre en Coquimbo. Alguna vez dormí en Urgencias, en el terminal de buses. Fui muy bueno para el trago y consumí toda clase de drogas. No me enganché, pero fueron malas decisiones. Fueron diez largos años de mi vida”.

En un momento dado, tuvo una importante desilusión amorosa en tierras porteñas, por lo que decidió trasladarse hasta La Serena, hace cinco años, donde conoció el valor del trabajo y se reencontró con una expolola que tuvo en el liceo, quien le entregó el calor, el respaldo y la oportunidad que necesitaba para comenzar a surgir desde las cenizas. Del pololeo, pasaron al noviazgo y al matrimonio. Luego, vinieron  los hijos.

“Me apoyó en la difícil situación en la que yo estaba, lo que le agradezco infinitamente. Tenemos dos hijos, un varón de cuatro años y una niña de dos”.

Hoy, César está trabajando como guardia de seguridad en el supermercado Jumbo de La Serena, donde lleva un mes de labores. “Siento que me he ganado la confianza de mis jefes, lo que me tiene realmente muy entusiasmado”.

Las vivencias le han enseñado mediante duros golpes que la vida no es fácil. Sin embargo, está convencido de que se puede salir adelante. “A veces uno piensa que el mundo te da la espalda, pero el culpable sólo es uno. Yo elegí estar en la calle y por mucho tiempo no quise salir”, reconoce, cuando hoy sus prioridades son muy diferentes.

Hoy su familia lo es todo, y él quiere ofrecerles a sus hijos las oportunidades que nunca tuvo.  “Mi sueño era tener una familia, y ahora que la tengo, quiero mantenerla y darles lo mejor que pueda. La calle es dura, se pasa hambre y frío. Hay peligros y uno se junta con personas que no te aportan. Pero hoy, ya no necesito de eso. Soy un hombre feliz”, concluyó. 3803i

 

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