Crédito fotografía: 
Guillermo Alday
El pueblo ubicado a 60 kilómetros al noreste de La Serena interrumpió por algunos días su tranquilidad, para recibir a una gran cantidad de visitantes.

La cancha de tierra, donde esporádicamente los habitantes de Almirante Latorre juegan una “pichanga”, sirvió por estos días como una improvisada playa de estacionamientos para casas rodantes, camionetas y automóviles. Cientos de personas acudieron a esta localidad considerada como uno de los sitios privilegiados para la observación del eclipse del 2 de julio.

Alrededor de 40 personas, integrantes de 12 familias, viven en este lugar que interrumpió su habitual tranquilidad para acoger a turistas provenientes desde distintos puntos del país e incluso del extranjero.

Por sus calles sin pavimentar este 2 de julio transitaba  un grupo de catorce astrónomos aficionados de origen holandés. En conversación con El Día, Tuur Wijnkoop contó que “escogimos la localidad porque es el eje central por donde cruzará el eclipse y porque los cambios en las nubes son muy bajos”

La delegación llegó el pasado jueves a Chile y luego se instaló en La Serena, desde donde, muy temprano este martes 2 de julio, se trasladaron al pueblo. Almorzaron en un restorán de la localidad y una hora antes del comienzo del eclipse, se dirigieron al sector de Las Eses, reconocido como el mejor lugar para ver el fenómeno.

La también holandesa Connie Haneveld  señaló que el eclipse de Chile será el primero que verá en su vida. Acerca de Almirante Latorre, dijo que estaba “muy a gusto con las personas: han sido muy amables, nos entregaron café, té y galletas durante la mañana”. Ambos  admitieron que quedaron gratamente sorprendidos con el gran mural que retrata la historia del pueblo.

Los astrónomos aficionados de Holanda, Connie Haneveld y Tuur Wijnkoop, en Almirante Latorre.

Por su parte, el trabajador minero Nicolás Carreño y su familia se instalaron en las cercanías del pueblo, un viaje que preparó durante un mes y que incluyó incluso la instalación de baños químicos. Los lentes, principal accesorio para el adecuado avistamiento, los consiguió con la compra de 15 ejemplares de El Día. “Fue una excelente iniciativa”, comentó.

El joven de 32 años Félix Hernández (32) proviene de Rancagua y precisa que “desde que nos enteramos de que acontecería este evento, comenzamos a averiguar cuál es el mejor lugar. Así llegamos hasta acá”. Junto a familiares y su pareja, acamparon desde el sábado. “Trajimos binoculares con los filtros solares correspondientes, tenemos todo preparado”, indicó horas antes del evento.

PREPARATIVOS

A las 7 de la mañana de este 2 de julio, Betsy del Carmen Cortés (65) abrió las puertas de su negocio “La Carmen”, para ofrecer desayunos a los visitantes. En el menú, platos típicos de una zona rural: empanadas y pan con queso de cabra, palta o huevos. Desde el mediodía, tenía disponible cabrito, pollo asado, cazuela.

El local es básicamente un almacén donde la comerciante vende distintos productos, pero por el eclipse se convirtió en un restorán que sumó la ayuda de otras cuatro mujeres.

Betsy Cortés abrió a las 7 de la mañana su negocio “La Carmen” para atender a los visitantes.

Betsy del Carmen Cortés, nacida y criada en Almirante Latorre, se refiere a la época del esplendor del pueblo. “Hubo un tiempo en que aquí vivían más personas, ahora hay muy pocas, en su mayoría adultos mayores (…) por aquí antes pasaba el ferrocarril, pero se fue al igual que la minería, que se puso muy mala (…) los crianceros también desaparecieron: es una mala temporada”, explica.

Ella, al igual que la totalidad de los habitantes del pueblo, no cuenta ni con alcantarillado ni con agua potable, la que obtienen gracias a la distribución semanal de camiones aljibes de la municipalidad de La Serena. Durante las noches y sólo por un periodo de cuatro horas, las familias acceden a electricidad. 

UN POCO DE HISTORIA

 Pedro Piñones Urbina (59) es el encargado de la capilla de Almirante Latorre. Las dependencias religiosas abrieron sus puertas para que fuesen conocidas por los visitantes.

Piñones cuenta que “el pueblo vivió por el paso del tren de Ferrocarriles del Estado, pero que después que en el año 1985 se levantaron los rieles, la gente emigró; la sequía también fue un golpe ya que muchos se dedican a la ganadería caprina y abandonaron también el pueblo”.

Almirante Latorre tenía un retén, una oficina del registro civil, una estación de ferrocarriles y una escuela. En ésta última llegó a existir una matrícula de más de 100 estudiantes. Hoy apenas son tres.

Piñones advierte que en la actualidad la mayor dificultad para los habitantes del pueblo es la incomunicación, ya que no tienen servicio de telefonía celular y el único aparato de telefonía rural se estropeó hace cuatro meses y nadie se ha preocupado de su reparación.

Acerca del despertar del pueblo con los turistas, indica que éste resulta muy positivo “porque nos damos a conocer al mundo”

Sin embargo, reconoce que él no quiso arrendar su casa y optó por recibir a sus familiares. “Somos una familia muy grande, de 20 hermanos, y muchos llegaron para ver este gran acontecimiento”.

ESCUELA, CENTRO DE DIFUSIÓN CIENTÍFICA 

Durante los días del eclipse, la escuela de Almirante Latorre operó como campamento de la Corporación de Difusión de Ciencia y Tecnología (Difucet), una entidad sin fines de lucro que integran astrónomos, astroinformáticos, astrofotografos, e ingenieros (química, física, biología), que apunta a propagar el conocimiento de la ciencia y la tecnología a los sectores populares en las distintas regiones del país.

Jacqueline Soto, encargada de programación de Difucet, explica que organizaron un ciclo de charlas de astronomía, gratuitas para el público.”Para nosotros ha sido espectacular que la comunidad y la escuela nos haya recibido”, expresó.

Roberto Rodríguez Galleguillos es el profesor-director de la escuela de Almirante Latorre, que este año tiene una matrícula de sólo tres alumnos: Amaro Trujillo Trujillo, de 9 años, y Álvaro Cortés Gallardo y Matías Torres Pereira, ambos de 10 años.

Amaro Trujillo (9), Álvaro Cortes (10) y Matías Torres (10) junto a su profesor Roberto Rodríguez, se prepararon durante meses para el evento. 

Rodríguez precisa que hace 13 años comenzó con diez alumnos, pero que producto de la migración de los padres hacia la ciudad, ha disminuido la matrícula. El maestro se lamenta que “estoy corriendo el peligro que el próximo año se me vayan dos alumnos y se pueda cerrar la escuela como ya sucedió en Condoriaco, Agua Grande, Santa Gracia y Los Corrales”, 

Rodríguez es un profesor multigrado, es decir, está facultado para impartir todas las asignaturas. Además, está a cargo del personal auxiliar del establecimiento y de una persona que tiene la responsabilidad de proveer de electricidad al pueblo.

Acerca del eclipse, señala que “nosotros como escuela desde hace un año que nos estamos preparando para este evento. Por ejemplo, nos guiamos con el libro del profesor José Maza para las asignaturas”.

“Creemos que este evento es tan grande que alcanza desde los más humildes hasta el más ricachón, así que nosotros abrimos las puertas de la escuela para los visitantes en forma gratuita”, añade.

Para la manipuladora de alimentos de la escuela, Roxana Gallardo Zamora, “es muy emocionante ver la cantidad de gente que llegó al pueblo, porque nunca pensamos ver a tanto turista”.

Almirante Latorre fue uno de los puntos privilegiados para la observación del eclipse, evento que quedará en la retina de sus escasos habitantes.

 

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