Son las 16:30 horas y en el municipio de Ovalle todos corren. Es víspera del aniversario de la ciudad y cada departamento trabaja para que las actividades resulten de la mejor forma posible. Los funcionarios van de un lado a otro, suben y bajan escaleras. Otros, en sus escritorios hacen a ratos ensordecedor aquel ambiente con el golpeteo incesante en los teclados. No era un día cualquiera.
Pero el tiempo parece detenerse cuando alguien anuncia que “viene subiendo”. Todos toman un respiro, como esperando a que aparezca y su voz llega primero que su cuerpo. Mucho antes de que arribe a su oficina se oye su risa detrás de alguna palabra que entrecruza con quien pasa por su lado. Conoce a todo el mundo allí y todos lo conocen a él. Lo vieron empezar de cero hace 37 años y parecen estar contentos con que hoy sea el “gran jefe”.
Cuando aparece saluda a todos, de lejos a algunos, o de la mano a los que están más cerca. Siempre efusivo. Es que el alcalde Claudio Rentería es así. Siempre lo fue incluso desde antes de que llegara a ser edil luego de ganar las elecciones del año 2012 en una reñida contienda con Marta Lobos. Hoy es el dueño del lugar, simplemente el patrón del municipio.
EL DESPACHO, SU LUGAR
Nos recibe en su despacho y nos invita a tomar asiento. Todo natural. “Mi nombre es es Claudio Fermín Rentería Larrondo“, dice, antes que le preguntemos cualquier cosa. El edil marca presencia y hace sentir que “juega de local”. Aquello es parte de su personalidad, siempre extrovertida y puede que la haya heredado de su padre, un inmigrante español que llegó a Chile a los 18 años, primero al puerto de Valparaíso, para luego trasladarse hasta la comuna de Ovalle. Allí hizo familia y fue en la Perla de Limarí donde nació el hoy edil Rentería, el menor de cinco hermanos. “Yo nací aquí, soy 100% ovallino, crecí en el barrio Tangue y era un niño muy, pero muy inquieto, tanto en el barrio como en el colegio parroquial donde estudié en mis primeros años. La verdad es que era desordenado. Estudiaba muy poco o nada, me dedicaba a jugar a la pelota, a andar jugando pool y cosas así. No tenía las peores notas del curso, pero tampoco era un alumno destacado, era flojo”, reconoce Rentería, al tiempo que suelta una carcajada, la primera de la entrevista.
Tuvo que sufrir la partida de dos de sus hermanas. Aquello fue un golpe para la familia, la que años más tarde, cuando Rentería tenía 16 años, también experimentó la pérdida del patriarca. Fue en ese momento en que el alcalde reconoce que la labor de sus dos hermanos mayores fue fundamental. “Me agarraron y me mandaron al Internado Nacional Barros Arana en Santiago, uno de los mejores colegios de Chile, ahí yo terminé mis estudios y creo que fue la mejor decisión, porque irme a ese lugar donde había gente de todo Chile me abrió la mente. En el liceo tuve la oportunidad de conocer a mucha gente que hoy día es reconocida en diferentes ámbitos, como el senador Pizarro, o Roberto Márquez, el integrante de Illapu, a ellos los conozco muy bien, desde chicos”, recuerda el edil, siempre sonriente.
Reconoce con orgullo que en esa época en Santiago le dio el valor que merecía al estudio. Continuó siendo un joven inquieto, pero se aplicó. “Las horas de estudio eran muchas más, había que hacerlo”, acota. Sin embargo, no era suficiente para él y no dejó de lado su pasión por el futbol. “Esa era mi distracción y creo que era bastante bueno porque fui seleccionado entre más de 1.200 alumnos que éramos en el colegio. Jugaba de 6 y era reconocido porque jugaba muy fuerte, si me tenían miedo, el ‘rompería’, me pusieron, en vez de Rentería. Era terrible, la verdad”, dice, y una vez más su risa contagiosa se apodera del lugar.
TIEMPO CONVULSIONADOS
Si bien Claudio Rentería todavía no manifestaba su interés por la política, reconoce que en esos tiempos, año 71, en plena Unidad Popular, el ambiente estaba enrarecido y aquella realidad no le era indiferente. “Ufff, lo que yo recuerdo es que había paros todos los días, huelgas, marchas. Estaba muy difícil todo, yo no me situaba en ningún lado todavía, pese a que el país estaba polarizado. A mí no me interesaba la política por de pronto”.
Cuando salió del liceo retornó a la Región de Coquimbo. Pese a que en Santiago estaban las mejores universidades él anhelaba volver a la zona, aunque esta vez no llegó a su natal Ovalle, sino que a la capital regional, La Serena. Claro, aquí estaría más cerca de la familia que había dejado al partir y sobre todo de su polola, con la que años más tarde se casaría. “Quería volver. La decisión la tomé yo porque ya no quería estar en Santiago y porque me gustaba la Universidad Técnica (…) En La Serena lo pasé muy bien, ya estaba más aplicado desde el liceo, así que no me costó tanto sacar la carrera”, cuenta Rentería.
Fue por esos años, en plena época universitaria, cuando comenzarían sus coqueteos con la política, luego del golpe militar. Allí comenzó a vincularse al Partido Nacional, según confiesa, primero por temas de amistad ya que la gente con la que él pasaba su tiempo era de ese sector. “Yo tenía a muchos conocidos y al principio íbamos a echar la talla nomás. Ya después la cosa se ha iba poniendo más seria, pero yo tampoco era de los que se tomaba las cosas tan a pecho. De hecho, yo en ese tiempo, igual que ahora, tenía amigos en todos lados. Me juntaba con gente de derecha y con gente de izquierda. Siempre he estado ahí, en la mitad del sándwich”, reconoce el edil de Ovalle, mientras se reclina sobre su asiento, como si estuviese en su casa.
Y es que pese a su antigua militancia en Renovación Nacional, no se define como un hombre de derecha, ni de ningún partido. Incluso, aunque cree que el golpe militar fue necesario en su minuto, asegura que se cometieron demasiados excesos. “La historia terminará juzgando todo, pero yo creo que si la intervención era necesaria, era sólo como algo de transición y no debió extenderse por tanto tiempo, un par de meses, pero no 17 años. Además el tema de los derechos humanos, que no se puede desconocer que fueron violados y esto afectó a mucha gente, incluso un hermano mío tiene familiares que lo vivieron en carne propia”, dice, sin entrar en detalles.
A LA VIDA
En la Universidad Técnica obtuvo el título de Ingeniería Mecánica. Durante todo ese tiempo, entre política y estudios también tuvo tiempo para el amor y se mantuvo siempre con su mujer. Sin embargo, decidió volver a Santiago para obtener un grado académico mayor, aunque no tuvo éxito. “Quería obtener el grado de Ingeniería Civil, pero no pude porque me eché un ramo, Física, y en ese tiempo si tú te echabas un ramo, te tenías que ir y eso hice yo”, cuenta, con relajo.
Y allí se quedó. Comenzó a trabajar en el negocio de su madre, se casó con su pareja de toda la vida e hizo familia. Pero el camino no fue fácil. Le tomó un par de meses encontrar trabajo fuera del alero familiar, pero cuando lo consiguió se quedó para siempre.
Fue el año 1981 cuando el actual alcalde de la comuna llegó como cualquiera a pedir trabajo al municipio. Allí, el edil de la época le dio la oportunidad. “Vine a una entrevista, y después a los tres días me llamó. Empecé como asesor económico, y después me fui moviendo por otros departamentos. Conocí la municipalidad, y los movimientos al revés y al derecho”, dice, con un tono de orgullo. Detiene por unos segundos su relato, mira hacia la derecha por la ventana de su despacho y continúa. “En ese momento yo nunca me imaginé que iba a llegar a ser alcalde, pero algo debo haber tenido, primero para mantenerme aquí viendo pasar a diferentes administraciones y después también para llegar a ocupar a este cargo”, agrega Rentería.
DESAFÍO EDILICIO
Pero los años iban pasando y poco a poco la inquietud de dirigir la entidad a la que le había dedicado más de dos décadas, crecía. Sentía que podía hacer algo más por la comuna y en el 2008 decidió postular por primera vez al sillón edilicio. Allí compitió con quien entonces era la máxima autoridad comunal, la exalcaldesa PPD Marta Lobos y, según cuenta, aunque no ganó, fue la gran sorpresa. “Nadie apostaba por mí, pero saqué el segundo lugar y estuve a muy pocos votos de distancia. Fue una derrota y la asumo, pero me di cuenta de que se podía llegar algún día y que no era tan lejano como uno lo veía al principio”, dice, enfático, con fuerza.
Y es que asegura que desde ese momento trabajó para ir por la revancha, lo que habría percibido Marta Lobos, quien continuó como jefa comunal y con quien Rentería nunca pudo tener una buena relación, menos aún después de esas elecciones. “Desde que ella llegó que no tenía el mismo trato conmigo que con los otros. Yo me acuerdo haber venido a su oficina y haberle ofrecido toda mi ayuda, pero ella me dijo que no. Frente a eso tú no puedes hacer mucho”, cuenta el edil.
Asegura que si Lobos hubiese podido despedirlo lo hubiese hecho, pero él era funcionario de planta, lo que lo blindó. Al día siguiente de perder su primera elección, llegó a las 8 de la mañana al municipio para seguir trabajando. Allí estuvo cuatro años más, pese a los problemas con su jefa. “Yo hacía mi pega nomás y nunca tuve ningún problema. Eso sí, muchas veces la salvé del concejo municipal, en los momentos más críticos. Yo traté de mantener la armonía, era secretario, pero en las sesiones del concejo también metía mi cuchara, porque trataba de aportar”, dice el edil, gesticulando afanosamente.
Cuando llegó el 2012, ya tenía la experiencia en la política, además de la funcionaria. Según cuenta, la gente necesitaba un cambio, ya que la última administración no había sido de las mejores y ahí surgía él como la gran opción. Pese a que reconoce que la gente lo vinculaba a la derecha, asegura que postuló como independiente y que resultó ganador con votos de todos los sectores. “A mí nadie me puede decir que no soy independiente, porque lo soy, no milito en ningún partido y en la última elección tampoco fui apoyado por Renovación Nacional. Soy independiente y no volvería a militar porque ese es mi sello, mi estilo, que me apoyen moros y cristianos”, enfatiza un enérgico Rentería.
Y así quedó demostrado aquel día cuando fue electo y los propios funcionarios lo aplaudieron cuando ingresó al municipio. A dos años y medio de aquello, asegura que aquel cariño, tanto de la gente como de sus colaboradores sigue intacto. “Para eso uno trabaja día a día. Sí, el progreso de la comuna es importante y lo estamos logrando, pero el tema humano es fundamental. Yo quiero ser recordado como un buen alcalde, pero también como alguien cercano, bueno con las personas”, asevera el edil de la Perla de Limarí, allí, en su despacho, en las dependencias donde ha trabajado más de 30 años y que, con perseverancia, llegó a liderar.