Con su deceso el 5 de febrero de 2020, los dos tomos autobiográficos de Enrique Carvajal Naranjo: La Serena que Conocí y La Serena que Viví, se transformaron en una importante radiografía de cómo fue evolucionando la capital regional en los diferentes aspectos. Sin embargo, lo que más se agradece es el cúmulo de hechos, nombres, lugares, datos y documentos que se encuentran en ambos volúmenes, pero, sobre todo, su mirada sin matices que reflejan su personalidad directa y sin dobles discursos.
Aunque un gran porcentaje de los serenenses optó por guardar parte de su vida bajo la alfombra y evitar que se supiera situaciones frívolas, pecaminosas y de doble estándar, Carvajal Naranjo optó por no guardarse nada, a riesgo que la mayoría sólo se quedara en los capítulos donde relató con lujos y detalles las andanzas de ‘Mister Hayde’ en La Serena y Coquimbo.
Sin embargo, su labor editorial es mucho más que eso y será reconocida con el tiempo por las nuevas generaciones.
Uno de los aspectos que resalta en su trabajo y que ha sido poco difundido es su obsesión por lograr que los obreros que se desempeñaban en sus fundos tuviesen un trato digno, a pesar que no desconocía que la mayoría de ellos lo advertía como un hacendado, millonario y con signos dictatoriales. Sin embargo, con pruebas que describe en el texto planteó que su intención estaban lejos de eso y fue consumida por las consecuencias de la reforma agraria.
Sin embargo., Carvajal Naranjo siempre lamentó la forma como enfrentaban su labor. Por ejemplo, en uno de los primeros capítulos admitió que “los peones del fundo de la Cruz del Molino en sus humildes viviendas no contaban con agua potable. La acarreaban de la acequia más cercana. Tampoco tenían luz eléctrica, se alumbraban con velas. No tenían nada que pareciera un baño y ni siquiera había una modesta letrina.
Las necesidades fisiológicas-tal como sus propios animales domésticos- las cumplían entremedio de los arbustos próximos o detrás de las pircas. La descripción anterior comparativamente, no resultaría ni mejor ni peor que la de cualquier otro fundo. Con una salvedad; las peores condiciones habitacionales se daban en aquellos que permanecían por largos años arrendados. Pero, excepto en el punto que acabo señalar, en todos los otros aspectos descritos, como mobiliario, cocina, agua, letrinas, las condiciones de las familias campesinas eran de una marcada insalubridad prácticamente uniformes”.
De la misma forma advertía que la vida de los trabajadores era rutinaria y donde la mujer sólo cumplía el papel de cuidar a la familia y que sus escazas salidas eran para las postas (temas de salud) y fiestas religiosas. Mientras que las jornadas para los obreros de lunes a sábado se centraban en sus labores agrícolas y salidas a las cantinas, donde, en algunos casos, quedaban sin un centavo para enfrentar la alimentación de su familia durante la semana.
Asimismo, precisaba que a mediados del siglo 20 la agricultura se desarrollaba, “por medios primitivos y tradicionales, usando herramientas sencillas y rústica de tracción animal y con gran empleo de mano de obra. Con escaza mecanización conformada por máquinas de estructura rudimentaria, caras, de bajo rendimiento y alto costo de mantención, por lo que son rechazadas, con justa razón, por gran parte de los agricultores.
En resumen en la medianía del siglo veinte los campesinos conforman un grupo humano desvinculado del resto de la comunidad; que viven en habitaciones que no parecen tales con un alto grado de analfabetismo e incumplimiento de la educación primaria obligatoria; con una ingenua credulidad en supersticiones y leyendas: y carente de toda organización que los represente colectivamente, por lo cual están sometidos a un marcado dominio patronal”.
El aluvión que le cambió la mirada
Su interés por mejorar la situación de los obreros que laboraban en sus predios tuvo un punto de inflexión para el aluvión de 1957 que prácticamente inundó La Serena. Cuando estaba en su dormitorio leyendo golpeó fuertemente su ventana Guillermo Cortés y a gritos le contó lo que estaba ocurriendo. “’Don Quico, estoy anegado porque el canal está rebalsando, y temo que pueda rajarse, arrastrándome junto con mi familia al fondo de la quebrada, por lo cual pido permiso para trasladarnos a una bodega’”,
Rápidamente Carvajal Naranjo se levanta y le ayuda a colocarse a salvo en medio del temporal. “Abriéndonos paso en medio del torrente, demoraríamos unos quince minutos en llegar a la posesión, sobre cuya pared posterior golpeaba un gigantesco chorro de agua que derramaba desde Bellavista, dividiéndose en dos brazos que la abrazaban.
Pero lo más dramático estaba por venir, porque el penetrar en la posesión, me enfrenté a una escena que nunca olvidaré. Las dos piezas estaban anegadas hasta la altura del borde de una cama, sobre la cual-como un islote, se amontonaban la mujer y sus pequeños entre medio de llantos y gritos. Ante esta peligrosa e insostenible situación, los trasladé rápidamente, junto a los enseres más indispensables, al coloso e inicié un lento regreso hacia la hacienda, entremedio del temporal.
Después de instalarlos en una bodega, volví a la casa patronal. Acostado de nuevo en mi confortable dormitorio, de repente, como un cortocircuito con el polo opuesto, volvió a mi imaginación el lóbrego espectáculo que acababa de presenciar y, en este momento, comprendí que no era posible que nuestros campesinos siguieran viviendo peor que los animales. Que algo había que hacer al respecto. Desde ese minuto trace planes para construir viviendas campesinas que a lo menos cumplieran con los requisitos mínimos propios de la más elemental dignidad humana, aunque comprendía que tal meta no sería ni fácil ni rápida de materializar (meta que alcanzaría recién en 1969… en medio de estas divagaciones apagué la luz y me dormí profundamente”.
Los años de aprendizaje
Carvajal Naranjo también dedicó un capítulo para profundizar sobre cómo logró partir en el agro.
En lo personal 1954 fue un año clave. estaba consciente que debía adoptar la decisión de quedarse a trabajar con su padre o salir a buscar una labor en otro fundo lo que no le agradaba porque admitió que no lo gustaba para nada que lo mandaran.
Partió en Monárdez sólo observando lo que hacía su progenitor y luego tomo responsabilidades. Incluso, confesó que durante cuatro años se concentró a fondo en las labores agrícolas. “Eludía toda relación social y carecía por completo de vicios. Así aprendí a dirigir faenas agrícolas Cuatro años de duro aprendizaje, a veces con lágrimas de impotencia, pero que conformaron la sólida base de mi éxito y fama futura, pero que están magistralmente reflejados en el pensamiento de Goethe: ‘Nada aprende mejor el hombre que lo que aprende por si mismo, lo que le exige un esfuerzo personal de búsqueda y asimilación, o exento de dolorosos sacrificios””, exteriorizaba.
Uno de sus aportes estuvo en incorporar la tecnología a la actividad, aunque reconoció que no fue fácil lograr convencer a su padre. Incluso, confesó que se trazó una meta que no logró cumplir.
“Pero , a la par que trabajaba como bestia, mi mente estaba poseída por una febril actividad inquisitiva: lectura de folletos y libros de agricultura; de economía-materia que era un lego-; y de transformaciones sociopolíticas en otros países, en particular referentes a un tema que me inquietaba: las reformas agrarias. Amén de una permanente observación de los trabajos de vecinos y en particular; los de Antonio Lamas, arrendatario de Cruz del Molino, que por sus rendimientos en la papa primor, estaban en la boca de todos los serenenses. Aprendizajes teóricos y prácticos con el definido propósito que su aplicación combinaba elevara al máximo los niveles técnicos, económico y social de la explotación de Monárdez, cumpliendo así la primera etapa para alcanzar una meta muchísimo más ambiciosa. Por que a esas alturas, abandonando de plano cualquier retorno a los estudios universitarios, había decidido por herencia ancestral, satisfacción íntima y amplísima libertad personal, ser agricultor. Y no uno del montón, sino un hacendado (algunos me calificarían de aspirante a latifundista), modernizador, distinguido y rico. Tanto o más que el ‘finado’ Domiciano, como recordaban a mi tío los viejos peones algarrobitanos. Tomada esa determinación, de ahí en adelante, todos mis esfuerzos estuvieron orientados al logro de la señalada meta, que por múltiples causas, no alcanzaría nunca”.
El nacimiento y muerte
Carvajal Naranjo admitió que su inicio simbólico como empresario agrícola partió en mayo de 1959 cuando obtuvo una buena cosecha de papa que le da un jugoso ingreso económico que le permitió cumplir con los compromisos de dinero y profesionalizar las faenas. Incluso, mejoró la situación de los trabajadores permanentes. “Todo en el propósito de ir adaptándome anticipadamente a los futuros drásticos cambios que estimaba, pronto llegarían a la agricultura”.
En 1969 Chile era gobernado por el demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalva y en agosto Carvajal Naranjo enfrentó la amenaza que le expropiarían el Fundo de Monárdez. El vicepresidente de la CORA Rafael Moreno había escuchando que Carvajal no aceptaba la sindicación de sus trabajadores, “Fue el disparo que causó mi muerte como un empresario feliz…. Me vi obligado, para defenderme, a desarmar de inmediato mi empresa, sólo quedé trabajando Monárdez y La Cruz del Molino, volvió ficticiamente a mi padre.. mis esfuerzos por llegar a ser un hacendado modernizador distinguido y rico, seres que no teníamos cabida en el paradisiaco mundo agrícola inventado por fanáticos adlátares de la “revolución en libertad’, habían terminado en un punto muerto”.
La expropiación del fundo de Monárdez fue el 25 de abril de 1972. El Ministro de Agricultura Jac Chonchol lo comunicó en una reunión que sostuvo en Vicuña. Los trabajadores de Carvajal habían asistido con su esposa e hijos. La dura noticia la escuchó por radio Occidente a las 21 horas.
Descorchando champan y colocando banderas
La mañana del 11 de septiembre de 1973 Carvajal Naranjo escuchaba radio mientras tomaba desayuno cuando se enteró de la noticia del Golpe del Estado. “Recuerdo que instantáneamente me volví loco de alegría, mientras gritaba a toda voz desde una ventana del segundo piso, para que supieran los compañeros campesinos que estaban en el corralón iniciando sus actividades agrícolas.
-‘Cagó Allende.. Escuchen huevones de mierda… cagó allende . Tras lo cual principie a izar la bandera chilena en el mástil de la casa patronal, mientras bebía algunas copas de champan. Luego llamé al secretario de la SAN, Sixto Martínez, a su domicilio, quien estaba enterado y le dije: -‘Sixto, a las diez estaré en la Agrícola para redactar y enviar con urgencia un telegrama de agradecimiento y apoyo a la Junta Militar
Tras el golpe de estado Carvajal Naranjo recuperó las tierras expropiadas por las cuales había luchado incansablemente. Sin embargo, en medio de este proceso expropiatorio lo que más le indignó es que se resolviera enajenar los fundos de su familia cuando había dado muestras claras de un buen manejo. Incluso, a título personal había encabezado una campaña social para mejorar la calidad de vida sus trabajadores construyendo viviendas “decentes” que le entregarán dignidad. Sin embargo, esa postura al final fue poco reconocida, incluso, por alguno de sus propios trabajadores, que en algunos casos se dejaron llevar por los cambios radicales y que los “obreros” también tenían la oportunidad de manejar sus propias tierras.
El inicio de Mister Hayde
Aunque el propio Carvajal Naranjo admitió que durante una década se había volcado al trabajo, en 1963 comenzó a frecuentar los locales nocturnos. El inicio fue cuando acompañó a Humberto Villalobos que trabajaba en Tribunales al Club Social de Pesca y Caza ubicado en calle Prat y remataron visitando El Imperio. “Y sin imaginar jamás las consecuencias de ellas y las que vendrían a continuación, experimentaría mi primera transformación cerebral, preámbulo de mi futura conversión en un desenfrenado libertino. Había nacido “Mister Hayde”. Porque desde esa noche, preso de una atracción irresistible hacia la vida nocturna, principié a invitar a comer a mi amigo Villalobos más seguido, pero con el deliberado propósito de finalizar en alguna “casa de putas”. Así tras conocer el mencionado Imperio, conocería cronológicamente después El Precipicio, Las Motores; La Chepa y Las López”.
Irrupción en la SAN
Carvajal Naranjo asumió por primera vez como presidente de la Sociedad Agrícola del Norte. el 13 de julio 1970. A La Moneda había llegado el socialista Salvador Allende por la vía democrática.
Le tocó un periodo complejo. En noviembre de 1970 visitó protocolarmente al nuevo intendente del gobierno socialista, Rosendo Rojas. Admite que no fue la mejor experiencia. “Se muestra descortés y acerbo crítico de los agricultores”, rememora en su libro.
Recuerda el encuentro como fío y duro. En un momento la reunión se tornó tensa. “‘Este Gobierno no va a permitir más que nuestros campesinos continúen a pies pelados, explotados y viviendo en pocilgas’. Esto provocó que yo, que tenía entonces 38 años, y nula experiencia política, estallara de inmediato, ‘Lo que usted señala no es cierto, al menos en nuestra zona… tal vez en fundo perdidos entre cerros cordilleranos pueden darse casos’. Mi respuesta marcó un rápido fin de de la reunión”
Pero, su posición independiente también la manifestó cuando llegaron al poder los militares con el general Augusto Pinochet a la cabeza.
En 1977 enfrenta un impase con las autoridades uniformadas. Sería el último año en la presidencia de la SAN. “Del 15 y 23 de enero de 1977 se realizó la 40 exposición de Peñuelas. En junio el intendente coronel Serre (Luis Patricio) me dice, ‘deseo que la SAN tenga representación total del agro regional. Caso contrario , muy a mi pesar, citaré a los agricultores para que se aglutinen al margen de la SAN’. Ante esta imposición irrealizable, el directorio renuncia. El intendenta designa un nuevo directorio, en el que-para mi sorpresa- me incluye”, puntualiza.
En 1982 vuelve a ser elegido como presidente de la San y en 1987 alcanza la segunda reelección, donde logra impulsar el tranque Puclaro y estuvo en el cargo hasta 1996.