Los pescadores artesanales de la caleta de Guayacán en Coquimbo han dado una larga lucha los últimos años por continuar practicando la pesca y seguir manteniendo de esta forma a sus familias.
Sin embargo, cada día sus labores se le han puesto más cuesta arriba, especialmente por la escasez del recurso, que se ha ido acentuando y el único producto que les viene a traer algo de tranquilidad es la jibia, pero no es de manera permanente, debido a que es migratoria y nada les asegura que aparezca por estas latitudes todos los años. De hecho, ha ocurrido que ha desaparecido de las costas locales hasta por dos años.
De acuerdo a lo narrado por el presidente del gremio de pescadores, Óscar Araya, la situación que viven los 94 socios de la organización es complicada y deben redoblar esfuerzos para mantenerse a flote.
Entre esos esfuerzos, lograron que cinco de ellos pudieran instalarse con food truck, quienes preparan platos con productos del mar y ofrecen a las personas y turistas que llegan a la caleta, especialmente los fines de semana.
También consiguieron que se construyeran diez puestos para la venta de pescados, el resto, que son la mayoría, permanecen a la espera de que haya pesca o la ayuda del Gobierno que dicen nunca llegó.
El dirigente reconoce que ha sido muy complicado, lo que empeoró con la pandemia y reconoce que “mucha de esta gente nunca impuso, por lo tanto, muy poquitos pudieron retirar el 10% de sus cotizaciones. Lamentablemente el pescador nunca ha sido previsor ni ha dicho voy a ahorrar para mi vejez, vive el día a día y así se solventa”.
Explica que por estos días está saliendo mucho congrio y han tenido movimiento y con eso “se salvan”.
Óscar Araya asegura que cuando los tiempos han sido buenos, los pescadores han ganado plata, “pero cuando no hay nada que pescar es ahí cuando viene el problema”.
También se les complica el panorama cuando la empresa pesquera que les compra la captura cierra en ciertas temporadas. Esto provoca que las lanchas chicas se van de la zona a trabajar a los puertos bases como Tongoy y Guanaqueros y ahí venden la producción, por lo que cuando esa pesca llega a Coquimbo y Guayacán es a un alto precio. Por ejemplo, la caja de jurel les llega a un costo de 50 mil pesos.
Caleta sustentable
Pero a pesar de los vaivenes de la pesca y el mundo que rodea a los pescadores, se las han ingeniado y han trabajado duro para que la caleta de Guayacán sea sustentable.
Reconocen que tuvieron una verdadera guerra con la Armada, para que se les reconociera que tienen un espacio, el que les entrega casi un millón y medio de pesos mensuales por tener una embarcación varada, pero ese dinero “no alcanza para solventar los gastos de nuestra caleta. Fue complicado, la CMP nos ayudó con el estudio de suelo para que ellos reconocieran que estaba preparada esa rampa para varar embarcaciones de mayor tonelaje, pero fue una lucha larga, porque no querían ceder”.
Los hombres de mar se muestran optimistas con la asunción de Pablo Herman como intendente, ya que le reconocen que como seremi de Obras Públicas les ayudó mucho en la construcción y modernización de la caleta. “Si funcionarios públicos se dedicaran 100% como lo hace él, créame que las cosas cambiarían, hemos podido palpar que trabaja y lo hace bien”, señala el presidente del gremio de pescadores.
Por ahora, los pescadores de Guayacán están empecinados en conseguir un área de manejo para el piure, el que están cultivando de manera irregular y también les estarían poniendo una serie de trabajos para que se puedan formalizar. También trabajan para conseguir el terreno que está inmediatamente al lado de sus instalaciones, con el objeto de poder habilitar nuevas instalaciones que les permitan avanzar.