Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Bajo el alero del entrenador coquimbano Crhistoffer Inarejo, logró quedarse con el título de campeón nacional de boxeo amateur, que se disputó en la comuna de El Salvador. Poco a poco, y con la dedicación y la perseverancia necesarios, este deportista logró llegar a su meta luego de cinco años.

Javier González Núñez es un deportista que hasta hace poco tiempo, era una persona que poco y nada tenía que ver con la actividad física competitiva. Pero un día, las cosas cambiaron en forma radical para él, cuando sin buscarlo, descubrió el box, lo que le dio un giro completamente diferente a su vida.

Él nació en Santiago, vivió allí durante 10 años y posteriormente se fue a vivir al pueblo de Incahuasi, emplazado a los pies de la cuesta Pajonales. Actualmente, Javier tiene 28 años y en forma periódica, viaja entre su localidad y la Región de Coquimbo. 

Específicamente en la comuna puerto, ha encontrado un lugar que considera ideal para perfeccionarse en el arte del boxeo. Hablamos de la pujante academia de Crhistoffer Inarejo, ubicada en el sector de Tierras Blancas.

“Elijo venir a Coquimbo por los buenos entrenadores que hay, y entre ellos, está Crhistoffer Inarejo, con quien he trabajado hace bastante tiempo. Y él cuenta con implementaciones, certificaciones y un buen gimnasio”, subrayó.

González subrayó que hace cinco años está inmerso en la lucha leal por los golpes y las peleas, lo que lo tiene pleno. “Partió como una actividad deportiva sin mayor propósito, pero se me metió en la cabeza un sueño, que era ser campeón nacional en mi categoría, y lo bueno es que se cumplió”, subrayó.

En efecto, lo consiguió luego de meses de intensa preparación, donde a su juicio, la perseverancia ha tenido un rol clave.

Una larga batalla

Para poder alcanzar las metas que ha soñado, Javier ha debido recorrer un camino lleno de altos y bajos. “He tenido que compatibilizar muchos aspectos familiares, además de lo laboral”, subrayó.

Incluso, la participación en el torneo nacional tampoco fue algo fácil, porque se necesitaban recursos y una intensa preparación para llegar hasta El Salvador. “Era necesario contar con recursos para poder trasladarse, lo bueno es que se logró el propósito más importante”, recalcó González.

“Me enfrenté con Bastián Bordoli, de Copiapó. Fue una lucha muy intensa, aunque muchos suponían que tenía una mayor cantidad de condiciones que yo, pero logré contrarrestar todo aquello y el combate se dio para mí, aunque fue muy arduo. Fue un torneo donde hubo bastante público observando, lo que fue otro factor motivacional importante. Son de esas experiencias que no pasan desapercibidas y son muy difíciles de olvidar. Es un gran gusto ser campeón”, subrayó.

Preparación

Pero detrás de todo deportista amateur, también hay un trabajo y una familia. Por tanto, que los tiempos puedan ser compatibilizados es una tarea titánica.

“Yo me dedico a la construcción, trabajo de lunes a sábado, lo que me complica. De todas formas, hago trote y cardio durante unos cuarenta minutos diarios.

Para poder lograrlo, me levanto entre las 5 y 6 de la mañana para trotar y hacer ejercicios cardiovasculares en la mañana.  Yo me dedico a trabajar en mi tierra, y después de la actividad laboral habitual,  estoy una hora o una hora y media dedicado a cualidades físicas.  Hay que ser muy disciplinado”, aseguró.

¿Por qué Coquimbo?

Resulta curioso que Javier decida trasladarse hasta la Región de Coquimbo, específicamente a la comuna puerto, para poder entrenar. Es que sabe que trabajar junto a Crhistoffer Inarejo, joven boxeador y entrenador local, le permite crecer y encontrar sparrings de mayor calidad para ser más y más competitivo.

“Si bien este deporte es un escape para muchas cosas,  también le permite a muchos chicos salir de la droga y otras cosas negativas. Considero que es una buena posibilidad, sobre todo para los jóvenes de este sector.  Es un excelente antiestrés y antidepresivo.  Sobre todo a los jóvenes, les digo que entrenen y en pocos días verán la diferencia”.

Cambiando hábitos

Consultado si es que antes del boxeo había tenido contacto con algún otro deporte, reconoce que era casi nulo. “Hace cinco años, no se me pasaba por la cabeza ser boxeador y mucho menos subirme arriba de un ring.   Siempre fui peleador de pequeño, pero no se me pasó por la cabeza llevarlo al plano del deporte.  Por eso, agradezco a los buenos maestros e instructores que estuvieron conmigo en los primeros años, lo que me permitió salir de la calle y comenzar a darle un tinte mucho más competitivo”, agradeció.

En su caso, también vivió épocas donde el desorden también hizo presa de su vida, pero reconoció que el apoyo de su pareja, tanto como el deporte, fueron vitales para alcanzar un segundo aire.

“Comencé a tomarlo mucho más en serio. Fue mi pareja quien me ayudó a salir sobre todo de algunos inconvenientes con el alcohol. Hoy somos felices y tenemos un hijo que está por cumplir los siete años. Y quiero seguir adelante con mis sueños”, concluyó. 

 

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