• Pedro Esparza: La reforma y la vida
    Pedro Esparza: La reforma y la vida
El profesor, hoy convertido en seremi de Educación, reconoce que estar en el cargo constituye su mayor desafío profesional. Aunque su padre fue un exmilitar, él siempre tuvo ideas de izquierda, las que concretó cuando en la década del ’80 ingresó a las filas del PS, desde donde no se ha movido hasta el día de hoy, combinando la docencia con la política.

Se había resistido a dar esta entrevista. Claro, para él, una autoridad debe ser evaluada y valorada por su desempeño en el cargo y no por su vida personal. Pero finalmente accedió. “Tampoco creo que sea algo negativo”, asegura.

A sus 53 años y luego de una vida dedicada a la docencia y a la política desde la interna -desde allí, desde donde se toman las decisiones- dice estar enfrentado el mayor desafío de su vida. Y es que ser seremi de Educación no es cualquier cosa, mucho menos en tiempos en que se lleva a cabo el mayor cambio estructural en el sistema, en el marco de la reforma.

Pero Pedro Esparza sabía en lo que se estaba metiendo cuando dio el sí en marzo del 2014. Asumió el compromiso, se puso el overol y desde que asumió no ha parado de trabajar. De hecho, confiesa que hay días en que el tiempo ni siquiera alcanza para ir a almorzar y debe pasar de largo entre actividad y actividad o pedir algo rápido para comer en su oficina, en las dependencias de le Secreduc. Es allí donde nos recibe, precisamente en una de esas jornadas de intensidad absoluta. Son las 14:00 y no ha parado desde las 08:30.

Viste formal. Terno y corbata del mismo tono. Se levanta apenas nos ve ingresar. Saluda formalmente, como esos caballeros de antaño y nos invita a tomar asiento al tiempo que él mismo retoma posición en el amplio escritorio que ocupa desde el año pasado, cuando fue nombrado autoridad. Grabadora encendida y la conversación comienza matizada por el sonido cotidiano de La Serena que entra de tanto en tanto por su ventana trasera.

Formándose a sí mismo

Cierto. Hoy es uno de los hombres fuertes del gabinete local, está en la primera línea de la política contingente, pero no siempre fue así. La vida del actual seremi no ha estado exenta de dificultades y sus logros obedecen a esa suerte de obstinación de luchar por sus ideas, por hacer lo que le gusta y lo que lo llena.

Hijo único, pero no solitario. Pese a no tener hermanos, sus primos por parte de la familia materna eran muchos y en buena medida cumplieron ese rol, el de estar siempre presentes, por lo que guarda buenos recuerdos de su infancia. “Claro, evidentemente que el ser hijo único de alguna forma determina ciertas cosas, probablemente hacen más difícil el proceso de sociabilización, más lento, pero en mi caso no tuve problemas porque estaban mis primos, no considero que haya sido un niños solitario. Siempre tuve mi grupo de amigos, tanto en la escuela como en los lugares donde vivía, primero en el sector de Molinos Viejos y después en el sector de Vista Hermosa. Así que eso no generó en mí mayores dificultades”, preciosa Esparza, con ese tono de solemne seriedad que lo caracteriza.

Nunca pasó mayores necesidades, pero su familia era humilde. Su padre de formación militar tuvo distintos trabajos, incluso, estuvo laborando en un barco durante un largo tiempo. “Se buscaba la vida. Nunca nos faltó nada, eso yo siempre lo he valorado”, acota.

Humanista de siempre

Reconoce que en el colegio, “era un alumno del montón”. Las matemáticas eran una pesadilla, sin embargo, cuando se trataba de historia o lenguaje, era uno de los mejores. “Lo que pasa es que eso siempre fue lo mío, me gustaba mucho leer cuando era niño, no era un lector compulsivo, pero por ejemplo, la revista mampato que estaba de moda en esos años, era una de mis favoritas. Y otra que me gustaba mucho era la revista Estadio, tenía una gran colección de esas revistas y ahí se desarrolló, aparte de mi hábito y gusto por la lectura, mi amor por el futbol. Me declaro hincha de la “U” desde ese tiempo, de esos que ya no quedan”, cuenta el Seremi, dejando escapar una leve sonrisa, esas escasas, pero siempre honestas.

Fue alumno del Seminario Conciliar en plena dictadura. Cuenta que allí, siendo un niño sintió los signos de la época. En ese minuto, los curas eran francamente autoritarios. “La relación con las autoridades del colegio era bastante vertical, y el ejercicio de la pedagogía era muy duro, a mí no me gustaba ese estilo y quienes estuvieron en la época en que el rector era Piero Visigalli me van a entender (…) Mira, te ejemplifico ese estilo en que cuando te portabas mal, te llevaban a inspectoría y te daban dos opciones, unos palos o llamaban a tu apoderado. Uno habitualmente optaba por los palos. A mí me tocó un par de veces, y elegí los palos”, relata Esparza, siempre con sus manos entrecruzadas, puestas sobre la mesa.

La Universidad y la política

Continuó su enseñanza media en el Seminario Conciliar y durante esos años su idea de ser profesor maduró completamente. Cuando llegó el momento de tomar la decisión no tenía dudas, y optó por estudiar pedagogía en Historia en la Universidad de La Serena, allí, reconoce que encontró un mundo distinto al del liceo. La variedad de personalidades y de ideas era mucho más amplia. “Esto es lo que le debe pasar a todos, que te encuentras con otro mundo, súper atractivo, como que hubieses estado en blanco y negro y comenzaras a ver la vida en colores por dar una suerte de metáfora”, consigna, en un tono que parece ser de nostalgia. No podemos asegurarlo.

Fue esta etapa de su vida también en que llegó la política militante. Siempre había tenido ideas de izquierda. De hecho, en su familia por parte de madre había militantes de muchos movimientos vinculados a ese sector y Esparza nunca estuvo ajeno. “Siendo un niño de 9 años, disfruté del triunfo de Salvador Allende, y viví intensamente toda la etapa del golpe, y lo que vino después. La sufrí, como tantas familias a lo largo de este país. Recuerdo perfectamente el día del derrocamiento del presidente. Cuando estaba en sexto básico, la profesora nos mandó para la casa, y en el camino vi las calles llenas de Carabineros”, recuerda el Seremi, y su voz parece cambiar por un instante. Sí, ahora podemos asegurarlo, es la nostalgia.

Y es que lo que vino después fue particularmente doloroso y todavía le duele recordar. “Tengo familiares que se fueron al exilio, primos que fueron detenidos y lo más doloroso, que tengo a un primo, Juan Chacón Olivares, que fue detenido desaparecido. Eso es algo que una familia nunca logra superar”, relata Esparza, quien comenzando los ’80 cuando se iniciaban las protestas en contra del régimen, decidió ingresar al partido socialista. “Creo que habiendo vivido las experiencia que yo había tenido, cuando estás en la universidad tienes las opciones de hacer algo contra lo que tú quieres que se acabe, como lo era la dictadura, eso lo podías hacer desde distintas posturas, desde distintas trincheras y yo elegí el partido socialista”, cuenta.

Una vez adentro, siempre tuvo injerencias en las decisiones. Era un fijo en las directivas de la colectividad, aunque asume que su liderazgo allí, era diferente, no era el de la primera línea, ni el de los discursos. Tenía un bajo perfil, efectuaba el “trabajo de hormiga” y siente que formó parte de quienes lucharon por el retorno a la democracia. “Puedo decir que desplegué esfuerzos en función de terminar con la dictadura. Siento que ocupé mis espacios dentro de una generación completa que luchó. Nunca tuve un carácter público porque asumí temas de organización interna, pero ahí, estuvimos en las grandes marchas, muchas veces jugándonos la vida”.

La vida en democracia

Finalmente la democracia llegó y fue una victoria para Esparza. Continuó siendo un militante del Partido Socialista hasta el día de hoy, aunque reconoce que luego de eso, todo cambió. “Hubo cierto desencanto de algún sector, un decaimiento obvio, porque en una dictadura todos estábamos focalizados en pelear contra eso, pero en democracia las cosas cambian, se producen las divisiones, las diferencias y esas cosas van determinando el curso de las colectividades”.

Pero la vida continuaba y Esparza tenía que mantenerse, ya como una adulto, con el título de profesor debió buscar trabajo, tarea que no le fue fácil. “No había una demanda alta por docentes, de manera que pasé muchos meses sin poder trabajar, buscaba y no encontraba. Ahí te das cuenta que en la universidad estabas como en un micro clima, pero en el mundo real, te encuentras con que las preocupaciones son mucho más inmediatas, marcadas por la cotidianeidad. Fue un momento complicado”, recuerda Esparza, agregando que “cuando por fin encontré donde trabajar, sentí una alegría enorme. Fue un reemplazo en la comuna de Punitaqui, pero ahí debuté como profesor”.

Pero su trabajo más importante como docente lo desarrolló en la comuna de Los Vilos. Allí puso en práctica todo lo que alguna vez había soñado cuando estudiaba pedagogía. Quiso diferenciarse de lo que había visto en algunos de sus maestros y darle nuevos aires a su labor. “Uno nunca sabe si lo logra, pero siempre he tratado de ser un profesor dinámico, de que ninguna clase sea igual a la otra, de que los niños aprendan a desarrollar un pensamiento crítico frente a las cosas. Eso es para mí lo fundamental en esta carrera”, cuenta el Seremi, quien por esos años también tuvo alegrías en el ámbito partidario, ya que junto al actual diputado Luis Lemus ganaron las elecciones internas del PS en la Provincia de Choapa. Posteriormente en entre 1996 y 1998 fue presidente regional.

Vida pública y desafìos

Fue consejero regional entre los años 1996 y 2001, pero hoy, dice no tener aspiraciones políticas. Afirma que su principal y único desafío es “hacer la pega” como seremi de Educación y lograr implementar la reforma educacional. “Por ahora los proyectos personales deben ser secundarios”, asegura.

Eso sí, su otra gran dedicación continúa siendo su familia, junto a su mujer, la también profesora Jeanette Godoy a quien conoció en la Universidad y con quien tiene 2 hijas, Marcela y Javiera. “Uno nunca puede despreocuparse de su familia, pese a que mis hijas ya están grandes, procuro siempre tener tiempo para estar con ellas, y con mi mujer evidentemente. Con ella (Jeanette) tenemos una relación demasiado especial, somos cómplices”, dice la autoridad, en momentos en que detiene su relato para recalcar un punto que no esperábamos. “A todo esto, con Jeanette, llevamos 33 años de un eterno pololeo.

Nunca hemos querido contraer matrimonio, porque creemos que los afectos no se expresan en un contrato. De hecho, ni siquiera ha sido un tema para nosotros”, afirma, convencido el seremi de Educación, el militante, el dirigente, el hincha acérrimo de la “U”. El profesor Esparza. 

 

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