Desde inicios de los ‘80 y hasta los primeros años de los ‘90, Pedro Prado Moreno era un habitual en diario El Día con su “Columna previsional”, que todos los miércoles explicaba las formas de enfrentar estas materias, de manera práctica, considerando que el sistema de AFP recién iba tomando forma. Estos temas han vuelto a la palestra, en el marco de una fuerte demanda ciudadana por un sistema que luego de 35 años ha ido dejando en su camino a un alto porcentaje de chilenos y chilenas recibiendo jubilaciones precarias e insuficientes.
- ¿Se podría haber anticipado la crisis actual de este modelo, cuando recién comenzaba?
“La predicción de lo que podía suceder era muy difícil, porque no estaba la posibilidad de aportar ideas, en el corazón de donde se estaba gestando el sistema. Era un tema complejo, porque ya los cuatro gobiernos anteriores, desde el segundo de Carlos Ibáñez del Campo y hasta Salvador Allende, y en el propio gobierno de Pinochet, se dieron cuenta que el sistema anterior de previsión tenía muchas cualidades, pero que estructuralmente estaba en crisis. Era tremendamente solidario entre iguales y muy poco solidario entre desiguales. En un principio fue maravilloso, pero su evolución fue el problema, porque terminó con 29 cajas de previsión, 55 sistemas distintos, y en ese contexto, los pensionados del Seguro Social en su conjunto eran los que sufrían el desamparo. Con esa realidad, a inicios de los ’80, me tocó también aportar, porque me llamaron a cooperar con ideas con esta iniciativa incipiente que eran las AFP y cuando tuve los primeros antecedentes discrepé absolutamente. Sin embargo, escuché los consejos de don Eduardo Frei Montalva y decidí que debía participar, para humanizar este tema”.
-¿Cómo fue esa incursión como consejero de las nacientes AFP?
“Fue a fines de 1980, cuando las AFP ni siquiera tenían nombre, por ende fui testigo de este proceso histórico, donde participé en la formación de AFP Invierta y El Libertador. Incluso, estoy elaborando un libro donde relato mi experiencia como quien conoció de cerca el proceso de la seguridad social chilena, libro que está en proceso y que quiero que sea muy participativo, que cuente con diversas opiniones”.
-Siguiendo la línea del tiempo, el sistema se inició en plena dictadura, con la marcada influencia del neoliberalismo…
“Este sistema tuvo una formación inicial y luego una deformación, porque ha tenido muchas modificaciones posteriores respecto a cómo se aprobó en un comienzo con el decreto ley 3.500. No quiero decir que lo hayan echado a perder, pero no ha existido ninguna reforma de fondo. Se ha seguido con los lineamientos individualistas, neoliberales, hasta desnacionalizarlo mucho más respecto a como partió. En los años ‘80 comenzó muy cercano a grupos empresariales nacionales, como los “pirañas” o los “cocodrilos”, pero la verdadera desnacionalización se inició después de 1990, además de la pérdida de muchos beneficios para los trabajadores. Es más, cabe recordar que el gobierno militar creó el estatuto social de la empresa, para crear buenas relaciones con los trabajadores y se crearon instituciones como el Sence, para hacer más llevadero el trauma que provocó el golpe militar en materia laboral. Así fue como, tras esta idea inicial de gobierno nacionalista que proponía la junta militar, hubo propuestas el extranjero que fueron convenciendo a las autoridades de aplicar un modelo neoliberal, con un mínimo de seguridad social, individualista y que se ‘toma’ el Estado, donde nace el concepto de Estado subsidiario para así desplazarlo de una serie de funciones. Esto se le ofreció al general Pinochet y a algunos de sus asesores. Así fue como en 1975 vino Milton Friedman a reclutar a jóvenes economistas chilenos, para inculcarles este modelo. Fueron 450 profesionales los que fueron a aprender del modelo en el extranjero. Así fue como Chile se transformó en un campo de experimentación social neoliberal. Y su viga maestra fue la previsión social”.
-¿Cuáles fueron esos cambios que usted destacaría, en el marco de esa “revolución”?
“Sin duda, muy importante fue haber ‘aplanado la cancha’ y señalar que las personas ya no se jubilaban por años de servicio sino por edad, decreto que emitió el gobierno en 1979, previo a la discusión de cómo sería el sistema previsional. Así, luego nacen las AFP, a las cuales se les traspasan los fondos de los trabajadores para que ellos los administraran, bajo regulaciones estrictas”.
-Usted señaló que el proceso de desnacionalización se profundizó con los gobiernos en democracia. ¿Qué acciones fueron claves en ese sentido?
“El sistema, cuando se inició, comenzó con un 10% de inversión en el extranjero de los ahorros de los trabajadores. Esto se aumentó al 30% después de 1990, luego al 40% y en la última gran reforma, que se hizo en 2008, esta cifra ha llegado hasta el 80%. Esto afectó al corazón de la argumentación del sistema de capitalización individual, porque la idea inicial era que las inversiones apuntaran a levantar fábricas, pero en Chile, además de potenciar los productos que Chile exportaba, levantar flota mercante y crear “ciudades satélites” para comerciar. Lo cierto es que la “desnacionalización” de las AFP fue coincidente con igual proceso, pero a nivel de la industria nacional. De esta forma, se rompió el círculo virtuoso, donde mi ahorro lo pongo a disposición de la economía de mi país para generar más empleo, y si hay más empleo, hay más producción, y por ende, si hay más trabajo, hay más ahorro de los trabajadores y por ende más inversión, más empleo y más trabajo. Al romperse este círculo, hay más inestabilidad, trabajos peor pagados y menos estables, lo que determina que las pensiones sean de mala calidad, sumado a la alta tasa de endeudamiento derivado del consumismo y del acceso a los bienes, generando una ‘sensación’ de acceso a cosas materiales. Chile renunció al desarrollo sostenible con carácter nacional”.
- Sin embargo, el tema previsional alcanza muchas aristas, no sólo en cuanto a vejez.
“Por supuesto. Creo que la discusión está en lo que yo llamo el “vejezcentrismo”. ¿Y qué pasa con los que no llegan a ser viejos? ¿Qué pasa con la viuda, o si está cesante? ¿O qué pasa si una persona se enferma antes de llegar a viejo? Se nos ha inculcado que debemos cotizar para cuando seamos viejos. Creo que lo primero es que existan trabajos dignos y que entreguen seguridades”.