La doctora en biología de la Universidad de La Serena, Andrea Loayza, lleva dos años trabajando en comprender las estrategias que utilizan estas especies para lograr sobrevivir
Gran parte del planeta, nuestro país y la región, está sufriendo un estado de sequía. Según todos los estudios esta situación se agravará con el tiempo y las plantas de numerosos ecosistemas corren peligro. Los científicos tratan de averiguar cómo predecir qué especies son las más vulnerables. Uno de ellos es la doctora en biología de la Universidad de La Serena, Andrea Loayza.
De madre uruguaya y padre boliviano, se encuentra hace dos años desarrollando una investigación pionera sobre las plantas denominadas xerófilas, es decir, aquellas que tienen la capacidad de adaptarse a medios secos o tiempos de sequía como el que vive nuestra región. Allí radica la importancia de este estudio.
Para poder imaginar de qué tipo de plantas estamos hablando bastaría con mirar un cactus. Éstos han modificado sus estructuras para no perder agua. Por ejemplo, sus hojas son tan delgadas que uno las ve como espinas. Al reducir el tamaño de hojas evita la transpiración y por ende la pérdida de agua.
“Antes yo trabajaba en bosques tropicales, pero cuando llegue acá, con sistema árido y desértico, me sumergí en este tema. En particular trabajo con una especie que es el lucumilo, y a partir de ella vamos extendiendo a otras”, señaló a El Día la investigadora.
Su trabajo lo desarrolla en terreno y desde el Laboratorio Francisco Squeo ULS-Ceaza. Allí tiene miles de muestras y lleva un registro riguroso de las especies en estudio.
“No es trivial para una planta vivir acá, porque, si uno piensa, la última vez que llovió en la zona fue hace 10 meses por lo menos. Para un ser humano tres días sin agua y muere, y una planta está 10 ó 12 meses, dependiendo de la región, sin ningún tipo de humedad. Adaptarse a eso y poder sobrevivir a eso, y producir frutos y flores no es nada usual”, precisó Loayza.
La doctora en biología cree que este tema es cada vez más importante, pues debido a los cambios climáticos globales los desiertos se están volviendo aún más áridos.
“Desde ya en La Serena hay una disminución de las lluvias que se han registrado. Antes llovía 150 milímetros por año en metro cuadrado, eso es a principio del siglo XX, ahora llueve 80, es decir a casi la mitad han disminuido las precipitaciones y en los últimos años es cada vez menos el agua que reciben las plantas. Es un tema muy relevante porque las plantas se van a adaptar o van a morir”, afirmó.
De acuerdo a la investigación, las plantas tienen varias estrategias para sobrevivir, las que pueden ser morfológicas, comportamiento y fisiológicas. Algunas tienen hojas con pelos, las que evitan que transpiren y pierdan agua. Cuando se trata de pelos claros, éstos reflejan la luz solar, evitando que la hoja se caliente, transpire y pierda agua.
“Otras plantas acumulan agua en su tejido como reserva, otras tienen sistemas de raíces muy largas y que son muy superficiales por lo que aunque caiga muy poca lluvia tienen raíces por todos lados para absorber esa poco agua que cae. Algunas plantan han reducido sus hojas, los cactus son un ejemplo, si uno mira en el desierto no hay ninguna plata que tenga hojas grandes, sino que pequeñas. Las hojas del desierto son duras y tienen una cutícula como una vaselina que evita que pierdan agua”, indicó Andrea Loayza.
También existen estrategias de comportamiento. Algunas plantas como las del desierto florido son anuales, es decir, completan todo su ciclo de vida en un solo año. Es decir, mientras no haya agua no existen. “Son semillas latentes y cuando llueve salen todas. Llueve y crecen rápidamente y mandan toda su energía a producir semillas. Por eso podemos ver el desierto florido. Las semillas están recubiertas con un inhibidor del crecimiento, que es una sustancia que evita que la semilla germine. Cuando llueve esta sustancia se lava y hace que puedan germinar”, afirmó la investigadora.
EN TERRENO. Para poder desarrollar su investigación, la doctora Loayza ha debido recorrer gran parte de la Región de Coquimbo en busca de estas especies. Lo importante es saber dónde están, y mediante diversas técnicas, determinar cuántos individuos hay de cada especie. “Cada planta la marcamos con una placa de metal y le asignamos un número para poder seguirla a lo largo de los años. La vamos siguiendo cada mes, vemos si florece, si fructifican y también si las semillas producen otros individuos y si éstas se mantienen o son comidas por roedores o conejos, que también son bastantes”, indicó.
El estudio también incluye experimentos de germinación en terreno. Allí los expertos plantan especies y ven cuántas de ellas germinan. Aunque reconocen que el porcentaje es muy bajo producto de la falta de agua.
“Tratamos de seguir las plantas en sus diversos estados de su ciclo de vida. Toda esa información se pone en un modelo matricial que proyecta cómo va a crecer la población en 50 años. Es decir podemos ver si hay más individuos de una especie o al contrario hay más que mueren de una especie. Con esto se determinan sectores críticos y uno tiene que salvar esa planta”, afirmó Loayza.
La experta indicó que otro gran problema se registra en la zona del desierto costero debido a que muchos sectores se están parcelando y los nuevos dueños, por desconocimiento, destruyen plantas que están sólo en la zona. “Creo que es un desconocimiento, pues plantan pinos y palmeras, que no tienen nada ver acá, en vez de apreciar que existen en la zona plantas muy lindas. Creo que es por desconocimiento, y no saben que estas plantas existen sólo en este lugar del mundo”, finalizó la doctora Andrea Loayza.4501i